martes, 28 de marzo de 2017

Hacia el viaje


senda forestal
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hacia el viaje
como muñoz aguirre
pasa la vida

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ATTILA


Terminó la primera juventud
y con su fin llegó el primer regalo
de madurez. No, no fue una corbata
–porque no usa corbata–, ni tampoco
un par de calcetines. Fue una maleta buena.
Una maleta dura
de esas que uno contempla con envidia
acompañando al paso a los pilotos
y a las ejecutivas en El Prat:
hermosa, la maleta
más odiada por los cestos azules
que delatan volúmenes y excesos
en las puertas de embarque.
Ese fue su regalo.
Y al abrirla, admirando los bolsillos
y el forro suave, el cierre con su código
secreto, descubrió
un trozo de papel con un mensaje:
«Inspeccionado por Attila Blesz».
Lleva ya varios miles de kilómetros
con ella deslizándose a su lado
sin esfuerzo y sin ruido. Nada roto.
Nada flojo. Ningún hilacho suelto.
Y en muchas ocasiones, hastiado de aeropuertos,
cansado ya del viaje y del terror
rutinario de todos los despegues,
ha pensado en Attila
revisando los huecos donde hoy guarda sus libros
y la ropa interior.
Ha pensado en Attila
inspeccionando el cierre y cada rueda,
y lo ha invocado siempre cuando al fin
ha sentido el contacto con la pista,
y le ha dado las gracias en silencio
por cuidarle a su modo en la distancia.

©Ben Clark 2017
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DEUDA IMPAGADA


Olvidaré mañana retirar la cortina
que separa la noche de las luces del alba;
no cerraré los grifos, ni apagaré los fuegos,
ni regaré la hiedra; ni guardaré la casa…

Me marcharé despacio sin aplazar el tiempo,
sin ruido que despierte luces de madrugada,
antes de que las horas alboroten el pulso
de los rendidos sueños que arrebujan las sábanas.

Dejaré la prudencia junto a la cortesía
colgados en la percha, cerca de la ventana,
donde la hipocresía de mis vicios ocultos
disputen la memoria con mis virtudes vanas.

Deslizaré mi sombra desde cualquier postigo
hacia el punto brillante de esa estrella celada
que vigila la ruta del helado infinito,
del olvido, del sueño, de las perdidas almas.

El embozo plegado de mi sábana limpia
guardará los temblores de mi noche callada,
y la huella desnuda de una lágrima libre
rodará sin premura, sin temor, sosegada.

…y en el pliego desnudo (con la ciega torpeza
de mi trazo inseguro con el que porfiaba
escribir el pasado y soñar el futuro),
quedará suspendida toda deuda impagada…


De “espejos rotos” 2005

martes, 21 de marzo de 2017

El espantapájaros


En La Raja de La Pedriza, volando...
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cuando el anuncio
utiliza un poema
lo cosifica

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EL ESPANTAPÁJAROS

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.


©Oliverio Girondo
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NADA

Dedicación, esfuerzo; el tiempo como nada
y el tiempo como todo; tiempo como medida
de las frivolidades que trazan los minutos
en la dentada rueda menguante de la vida.

Vivir fuera del tiempo. Abrir una ventana
de luces y reflejos; la puerta de salida;
romper con los relojes que rigen el espectro
de cada encrucijada; de cada despedida.

Abandonarse al viento del norte. Diluirse
una mañana triste, o una tarde perdida,
sin decir nada a nadie para no despertarlo.
Y, a punto de ser polvo, cristalizar la huída.

De “espejos rotos” 2005

martes, 14 de marzo de 2017

EL MUNDO QUE YO NO VIVA


travesía
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uno tras otro
los pasos van haciendo
leve el camino


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EL MUNDO QUE YO NO VIVA


El mundo que yo no viva
lo pensé como cosa extraña,
como arca de maravilla.
Ay de mi vida

Allí ¿sonará la lluvia
junto al fuego las noches frías?
¿Tendrá Agosto en el río barcas?
Y tú ¿la gentil sonrisa?

¿Brillará en el papel que siembro
la negra flor de la tinta?
Ay de mi vida

¿Será posible que vengan
los amigos y que "era" digan
"un hombre, y te quiso mucho"
y "mucho" llorando digas?

Es el mundo que no conozco,
Atlántida sumergida.
Ay de mi vida.

Allí las palmeras echan
esmeraldas. Allí las crías
del delfín esmeraldas pacen.
Allí no hay noche ni día:
cuando ordeñan a los rebaños,
de púrpura el mar se agría,
Ay de mi vida.

Más limpio que agua de oro
es el mundo que yo no viva:
no hay naves de arar espumas
ni arado para las viñas;
el gran árbol le da su fruto
al que el nombre del fruto diga.
Ay de mi vida.

Ese mundo no es el mío:
es el tuyo: el que en tus pupilas
hundido está desde siempre
y no lo alcanza mi vista.
A ese mundo quisiera entrar,
antes que suene la hora
- ay - de mi vida.


©Agustín García Calvo
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LA CASA
(la casa de la Merced)

Si tu patio vacío de pronto se llenara
con la galantería del jazmín. Si la rosa
inundara de aroma cada rincón. Si el día
en tus brazos se abriera como una mariposa.

Si tu sala desnuda se vistiera de pronto
del halo refrescante de aquella rumorosa
presencia que llenaba cada sutil momento
con su mirada limpia, sencilla, cautelosa…

Si la sombra tranquila de tus horas más tibias
atemperara en sueños la prisa. Si la prosa
de vaguedades hecha rompiera su misterio…,
si una palabra tuya nombrara alguna cosa…

Si la brisa nocturna acariciara el aire
que envuelve la nostalgia en la penumbra ociosa.
Si en el ocaso triste de la tranquila tarde
la luna cortejara tu efigie silenciosa…

Si la música dulce que penetra el espacio
se acercara a mi rostro serena, luminosa
como baja el rocío en la noche de plata
salpicando de flores tu mirada celosa.

Si tu risa llenara las cimbras enlucidas
recorriendo los patios furtiva, presurosa,
oculta a la mirada de la hiedra y el mirlo,
y a la llama vehemente de mi sed amorosa…

Si a la sombra de un árbol en la siesta rendido
te inventara mi sueño. Si te hiciera mi diosa
y posado en tu seno olvidara el destino.
Si enredado en el tiempo te sintiera dichosa…

Si la casa de pronto se quedara vacía…
Si de polvo cubierta, callada, rencorosa,
olvidara su tiempo en el tiempo perdida…
…en mi sueño sería siempre la más hermosa.

De “espejos rotos” 2005

martes, 7 de marzo de 2017

¡VETE A LA MIERDA!


La Cuerda Larga desde El Nevero
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sobre la nieve
la levedad del ser
insoportable

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ESTE RARO LENGUAJE QUE NOS HABLA

Este raro lenguaje que nos habla
cuando crepita, como los aviones
le dictan a este cielo otros sentidos,
se enciende. En el silencio
la dádiva es mayor. Atenta, la hora
se agacha. Hay que beber.
La sed es una voz que, muy severa,
sacian centelladoras las centésimas.
Seguras de su azar, hoy hay palabras
que saltan las altísimas
amargas diluidas blandas simas
del sol. Contra la furia,
felicidad. Contra el espanto, espejos.
Se está acercando lentamente una
carretera distinta: donde antes
eran barreras, busca ahora las bocas.
A veces hay que arder para entenderse,
otras hay que entender para el incendio.
La llama es en la escucha donde nace.
Si no la tocas
es cuando te quemas.


©Gonzalo Escarpa

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iVETE A LA MIERDA!



Un mínimo detalle, imperceptible,
cambia el sentido de tu ser: la suerte
que mueve el hilo de tus pensamientos
hacia la vida o la desesperanza,
tira de los ramales caprichosos
sin objeto ni fin, sin decisiones
previamente fijadas.
No sabes qué te pasa; la cabeza
se te desploma de su pedestal,
o te yergues ufano
retador, optimista, turbulento
arrostrando pesares.
Preso de la sutil melancolía
teñida de nostalgia o de deseo
te arrastras por el polvo
de la tristeza más desesperada
ocultando tu vista
a la luz deslumbrante de las flores:
no soportas el peso de la vida.
Te aflige la existencia
tan solo con que quiebren tu derrota
o renueven la ruta que te lleva.
Eres contradictorio hasta contigo:
abominas de ser, de ser tú mismo
en tu mejor cosecha,
y renuncias a todas tus virtudes;
y te relegas a sufrir la sombra
a la que te conduce
tu amarga decepción,:¡vete a la mierda!

De “espejos rotos” 2005