
una cueva en el valle
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entre dos rocas
la penumbra protege
intimidades
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CUANDO EL HOMBRE SE EXTINGA
Cuando el hombre se extinga,
cuando la estirpe humana al fin se acabe,
todo lo que ha creado
comenzará a agitarse,
a ser de nuevo,
a comportarse libremente
como
los niños que se quedan
solos en casa
cuando sus padres salen por la noche.
Héctor conseguirá humillar a Aquiles,
Luzbel volverá a ser lo que era antes,
fornicará Susana con los viejos,
avanzará un gran monte hacia Mahoma.
Cuando el hombre se acabe
cualquier día,
un crepitar de polvo y de papeles
proclamará al silencio
la frágil realidad de sus mentiras.
©Ángel González.
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EL HOMBRE DE LA SILLA
El hombre de la silla – los ojos como lanzas –
aviva desvaríos prendido de la puerta:
cristales oxidados cerrados a la calle
por donde se desangra la soledad más yerta.
La pulcra galería de tonos agradables
se puebla de fantasmas de blanca vestimenta;
abrigos y bufandas ocultan desolados
deshechos de persona; ceniza macilenta.
La sala resplandece, y una voz sin historia
se apodera del aire: llama con un suspiro
a cruzar a otra sala; a enfrentar una mesa;
a descubrir un brazo y entregarlo al vampiro.
El hombre de la silla clava sus esperanzas
en el sol de la calle; en el tráfico–río
que lo devuelva pronto a su tierra de nadie,
a rondar el paseo con su silla y su frío.
de “espejos rotos”, 2005
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