sábado, 27 de noviembre de 2021

 

Susana y los Viejos

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EL POETA

I

                               Jaime Gil de Biedma
                                             In memoriam

Veyrat está de pie
frente al paisaje.

Ya sabe que no sabe
y casi no presiente.

Tuvo sueños y poco tiene
que no haya profanado.

Palabras ofrecidas
como putas, cansadas
frases que un día
pudiera unir un muchacho
en versos verdaderos.

Sólo le queda resignarse a morir,
como un hecho ineludible de la especie.

Querría salir de la barbarie
e iniciarse en la noche temblorosa,
al aire limpio, al frágil tallo.

Quién sabe, tras cruzar la sombra o el amor.
Ha perdido a su hermano.

 II

Unificó el poeta
el mundo
que en cada uno
se dispersa
o aniquila -oculto
hasta la gloria
de la noche
final
celebrada
ruina o simetría. Halló
también
la lengua donde
terminan
todos
los lenguajes -en
la vertiente
oculta
inhabitable del aire.

 ©Miguel Veyrat (Valencia, 1938)

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EL NIÑO Y LA LUNA

La luna y el niño juegan
un juego que nadie ve;
se ven sin mirarse, hablan
lengua de pura mudez.


¿Qué se dicen, qué se callan,
quién cuenta una, dos y tres,
y quién, tres, y dos, y uno
y vuelve a empezar después?

¿Quién se quedó en el espejo,
luna, para todo ver?
Está el niño alegre y solo:
la luna tiende a sus pies

nieve de la madrugada,
azul del amanecer;
en las dos caras del mundo
—la que oye y la que ve—

se parte en dos el silencio,
la luz se vuelve al revés,
y sin manos, van las manos
a buscar quién sabe qué,

y en el minuto de nadie
pasa lo que nunca fue...
El niño está solo y juega
un juego que nadie ve.

©Mariano Brull (poeta cubano, 1891-1956)

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LOS BUENOS DÍAS

Con una mirada franca, golosa y observadora, camina como una diva, igual que si fuera por la alfombra roja de un gran evento.

Es la dueña de la situación; no se le pasa nada desapercibido, y dice ¡aquí estoy yo! a cualquiera que se le pase por delante.

Olfatea sin parar y de lejos descubre donde está su pequeño premio: ya no mira nada ni a nadie, va directa al grano y con impaciencia exige el tributo.

Fátima señala con el dedo y le dice: ¡siéntate! Ella obedece y recibe su golosina.

Así son los buenos días de Rita, la perrita que anda como Marilyn Monroe.

©Fabián López (Club La Sonrisa)

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martes, 16 de noviembre de 2021

 


Mercado de esclavos

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¿Quién fue quien me compró, para empezar?


En el mercado de esclavos azotado por el viento del norte aquel día, yo
con cadenas en pies y cuello
fui comprado solo
y luego llevado al confín de la tierra
donde ni siquiera florecían las dalias negras
comprado por esos hombres
cantores de cristianos himnos
que gobiernan este vasto mundo civilizado.

Soy un esclavo
y los huesos del esclavo vitalicio
tienen que moverse
como pesadas ruedas oxidadas
en esta alba civilización cristiana.

Sea perro o
buey
puede darle alimento para gallinas.

Era, para mí, una larga
larga ruptura con la humanidad.


Acostumbrada a habitar la tierra tenebrosa

mi cabeza
quedó seca como el trigo.

De noche me acosté en el heno
y conté las estrellas del mundo
una por una.

Eran más dulces que las cañas del azúcar
liberadas del dolor, del vocerío y los látigos de cuero.

Contemplé aquellas estrellitas
remotas piedras frías
hasta que se desvanecieron.

Oh, esclavos
para los hombres amarillos, tan diferentes
esta civilización cristiana
es demasiado cruel para nosotros.

Cuando me desperté
de repente un zapato enorme
pisoteó mi cara como si fuera grava.
“Ya está muerto...
Compra otro”.

Oh, amigos, oh cristianos himnos.
Oh, Merry Christmas.
Compra otro esclavo nuevo.

 Miyoshi Nagashima (Japón, 1917-2011)

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Estás ahí

Está ahí, en el móvil. Nunca lo había usado. Y es tan simple… Busco un número, y lo vinculo. Salgo a pasear en la franja correspondiente, sin intención alguna, pero, quizá por aburrimiento, por un cierto acaso…, por un a ver qué pasa, abro la aplicación. Una infinidad de puntos pululan en la pantalla. Identifico al mío, distante, porque estoy en campo abierto y tiene una coloración distinta. Entre los puntos de la pantalla hay otro que brilla ligeramente más. No le doy importancia, hasta que advierto que se separa del mogollón. Es entonces cuando reparo en él, y lo sigo. Sale hacia mi posición. Cruza la avenida, sube hacia los depósitos... Su movimiento es pausado, de modo que no va haciendo deporte o corriendo. Como he elegido el número al azar, no sé de quien se trata, pero intuyo que debe ser conocido. El punto se acerca y, a lo lejos, una persona viene en mi dirección. Bueno -me digo-, me voy, sigo mi paseo… pero remoloneo en el altozano hasta que, por la proximidad, identifico a la persona que se acerca. La conozco. Me parece mal irme, y la espero. Ella me había visto de lejos, y luego, de cerca, me llama por mi nombre mientras yo escondo mi teléfono en el bolsillo. Hablamos, a una distancia prudente, durante casi media hora: nos ponemos al día, nos deseamos suerte y esas cosas. No menciono nada de la App… Ahora ronda en mi cabeza: ¡que no lea esto!, ¡que no se acuerde…! Cuando nos despedimos, dice: 

    -Me alegra mucho verte, hablar...; es tarde, y he olvidado en casa el móvil; adiós, hasta otro día...

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TORTUOSO CAMINO

 

Transito por sendas y veredas. Arroyos, animales y plantas me observan.

Intento procrastinar, aplazar mi farragoso y confuso estado mental.

Un ruido ex profeso me persigue, un rebaño de 155 ovejas balan al unísono, y en coro me repiten 155 veces ¡¡A por ellos oeoeoe…!!

Acelero la marcha, de reojo veo cómo, en un estricto gesto marcial, se agrupan disciplinadamente en corro. Intercalan cabezas y culos  unos contra otros hasta confundir una cosa con otra, llegando a pensar si no serían lo mismo…

Agilizo el paso, siempre anhelé ser autónomo, autosuficiente y libre; independiente no me atrevo a pronunciar en los tiempos que corren de posverdad.

Ahora me persigue un grupo uniformado de jóvenes excursionistas (niños vestidos de gilipoyas mandados por gilipoyas vestidos de niños) con atuendos patrios, que nunca adoctrinados, quede claro.

Acarrados corean el “Vamos a contar mentiras tralará”, que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas…

Entonces ya sí que me pongo a correr. La pureza del oxígeno dopa mi cerebro y mi pensamiento.

Cuánto daño sufrido, cuánto miedo y resignación nos dejó nuestro sátrapa.

Cuarenta años de franquismo, más cuarenta años de posfranquismo son ochenta años, muchos, demasiados años.

Agotado, me siento en una piedra al borde de mi querida fuente, y cierro los ojos.

Transustancialmente veo a cientos, miles, millones de idiotas en paro, con un trapo en sus ventanas, y al mismo tiempo 29.000 delincuentes fiscales brindando en sus yates. Milagros de la vida.

Entonces, despierto y atento, conscientemente ahora, decido echarme al monte.  

 

©Pedro García

sábado, 6 de noviembre de 2021

 


más allá del espejo


PANDEMIA

 

“La salud no puede ser un negocio”, sentimiento que se cuelga de la balconada de Casa García.

Recogimiento y silencio de todo el pueblo.

Es la ausencia de ruidos donde veo tanta belleza.

Son las 20:00 horas, unimos las manos en apoyo a los que curran y velan por la higiene de todos, por el bien común.

Largos paseos clandestinos con Rita.

Emociones de soledad, temor.

Le recordamos a Blas que la siesta se acaba, y que no se preocupe, que tenemos papel higiénico para todos.

La diarrea mental y el agobio lo aliviamos con sobredosis de mascarillas.

¡Sorpresa!, nos visita la Filo.

Brazos abiertos de bienvenida.

Nunca nieva a gusto de todos.

Con el Almeida y la Ayuso ya somos zona catastrófica.

Pacientemente valoro el tiempo y la compañía de mis amores.

Con poco, cuánto.

La tecnología hace su función: nos entretiene y nos (des) informa.

Ahora más que nunca sé que el verdadero negocio no está en nuestra salud, y sí en la ignorancia y el miedo.

La pandemia perfecta.

Lo sospechaba.

 

© Pedro García, “Perico”

Club escritura “sonrisas”

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PENSAR LA REVOLUCIÓN

 

      El gobierno no reside en el gobierno, sino que está incorporado en los objetos y las infraestructuras que organizan nuestra vida cotidiana (y de los que dependemos completamente). Toda Constitución es papel mojado, la verdadera Constitución es técnica, física, material. La escriben quienes diseñan, construyen, controlan y gestionan la infraestructura técnica de la vida, las condiciones materiales de existencia. Un poder silencioso, sin discurso, sin explicaciones, sin representantes, sin tertulias en la tele (y al cual es del todo inútil oponerle una contrahegemonía discursiva).

      Según explica el brillante y contradictorio autor italiano Curzio Malaparte en su libro clásico y maldito Técnica del golpe de Estado, aquí mismo estaba el corazón de la discusión entre Lenin y Trotsky la víspera de la revolución rusa. Para Lenin, se trataba de suscitar y organizar un levantamiento general de las masas proletarias que desembocase en el asalto al Palacio de Invierno. Para Trotsky, por el contrario, la revolución no pasaba por combatir a pecho descubierto al gobierno y a sus ametralladoras, ni por tomar palacios o ministerios, sino por adueñarse de la organización técnica de la sociedad: centrales eléctricas, ferrocarriles, teléfonos, telégrafos, puertos, gasómetros, acueductos, etc. Para ello, no se necesitaban masas proletarias algunas, sino una tropa de asalto de “mil técnicos”: obreros especializados, mecánicos, electricistas, telegrafistas, radiotelegrafistas, etc. A las órdenes de un ingeniero-jefe de la revolución: el mismo Trotsky.

 ©C.I.

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