martes, 22 de julio de 2014

DESDE LA PENUMBRA


conflicto

ROMANCE DEL CRIMEN (1937)

(A ti, en Vizna, cerca de la fuente grande,
hecho ya tierra y rumor de agua eterna y oculta)

Al acordeón del puerto
le han estrangulado el cante.

En Argel y Alejandría,
en Melbourne y Buenos Aires.

Se han secado las espitas
en el cristal de los bares.

La policía ha prohibido
cierta música en los bailes.

Los niños llevan a casa
pistolas, bombones, guantes.

La sombra quedó cosida
con el cuchillo, a la carne.

Por el asfalto resbalan
serpientes de verde sangre.

En Tokío y en Marsella,
en Liverpool y en el Havre.

Y en todo el mundo la prensa
llevará con gran detalle

a los hogares honrados
cinco columnas de sangre.


© Romero Murube

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DESDE LA PENUMBRA

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Las noches a tu lado
son ecos de penumbra,
fantástica sustancia
difícil de domar.

El sol, cuando repica
su luz en la ventana,
no quiere saludarla:
la quiere eliminar.

Evita sus reflejos
que lanza como dardos;
entorna los postigos:
impídelos entrar,

que no desaparezca
la leve telaraña
velando tu desnudo.
Y déjame mirar.


©pbaediciones

martes, 15 de julio de 2014

DESDE LA PENUMBRA



ÁNGELES

Cuando bajaban ángeles
a la tierra y decían esas cosas,
esas cosas que sólo eran capaces
de proclamar los ángeles,
y anunciaban sucesos, catástrofes, diluvios,
mágicos embarazos, destinos imperiales o fatídicos,
castigos celestiales, plagas, pestes,
incendios, terremotos…

Cuando exhibían su plumaje extraterrestre
los ángeles, ambiguos, ambidextros,
mientras sonaban músicas de arpa,
flauta, chelo, bandurria,
teclados electrónicos,
y olía a humo de incienso, a nardo, a pachulí,
y entre nubes blanquísimas surgían
y desaparecían
los enviados celestes
y alelados dejaban a los pobres
humanos, torpes, feos
y privados de efectos especiales…

En aquellas calendas
prodigiosas,
cuando los más hermosos travestidos
brindaban su imposible envergadura
a los ojos mortales…

En los felices siglos de la fe,
cuando pasaba un ángel
por tu frente
y ya te iluminaba para siempre…

Había ángeles con copas,
había ángeles con peces,
ángeles con espadas, con lirios, con trompetas,
ángeles con antorchas,
ángeles con pinceles…

Y eran de tal dulzura aquellos seres
que hasta de su cabello
se hizo dulce…

Había también ángeles con ojos de serpiente,
con ojos de los que brotaban rayos,
con ojos de esmeralda
y con ojos de fuego…

Terribles los llamaba aquel poeta,
todo ángel es terrible, dejó escrito
y fue felicitado
y aclamado
y leído en la parte más culta del planeta,
y aún seguimos leyéndolo.

Pero otros son los tiempos, los sistemas,
las costumbres,
los ángeles
ahora.

Los ángeles ahora pueden ir en vaqueros, deportivas,
camiseta sin mangas,
con piercing en la ceja, tatuajes en los bíceps,
tener ojos azules
y muy malos modales…

Los ángeles ahora
pueden cobrar por exhibirse,
trapichear con su imagen, alquilarse
y anunciar no prodigios, prodigiosos
productos…

Los ángeles ahora pueden venderse caros,
insertarse en la prensa,
lucirse ante los focos
y vivir de su sexo,
ese secreto
tan bien guardado como cotizado…

Los ángeles ahora ya no son lo que eran,
han sido desplumados,
se atrofiaron sus alas,
perdieron sus poderes
y los hay hasta seropositivos…

Los ángeles
ahora
ya son sólo
terrestres,
y es muy escaso el crédito
que les prestan
los fieles…

Los ángeles auténticos son ya
como los dinosaurios,
una especie
extinguida.


©Jesús Munárriz
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DESDE LA PENUMBRA

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Eternidad de contemplar tu cuerpo
tan cerca de mi piel, mientras palpita
despreocupadamente.

La levedad de tu respiración,
vaporosa, trivial,
como si no quisieras herir a los vecinos;
tu silueta velada; los murmullos
del sueño transparente;
huir sin avanzar al borde del abismo;
la lenta brusquedad de la caída;
esos amagos de querer hablar
volviendo la mirada;
los miedos reprimidos desatados
por alguien que se ha ido;
la flor que se dibuja en tu semblante…

La penumbra concede
toda la eternidad de contemplarte.


©pbaediciones

martes, 8 de julio de 2014

DESDE LA PENUMBRA




CANCION PARA UN NIÑO DE LA CALLE - MERCEDES SOSA

Calle13 ft. Mercedes Sosa – René Pérez
Para un niño de la calle


A esta hora exactamente,
hay un niño en la calle.
¡Hay un niño en la calle!

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate
poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
ensayar en la tierra la alegría y el canto,
porque de nada vale si hay un niño en la calle.

Todo lo toxico de mi país a mi me entra por la nariz:
lavo autos, limpio zapatos, huelo pega y también huelo paco,
robo billeteras pero soy buena gente, soy una sonrisa sin dientes,
lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobro de la guerra,
un estomago vacío, soy un golpe en la rodilla que se cura con el frío,
el mejor guía turístico del arrabal, por tres pesos te paseo por la capital,
no necesito visa pa volar por el redondel, porque yo juego con aviones de papel.
arroz con piedra, fango con vino, y lo que me falta me lo imagino.

No debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada.
No debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez arriesgada a una estrecha ganancia
porque entonces las manos son inútiles fardos
y el corazón, apenas, una mala palabra.

Cuando cae la noche duermo despierto, un ojo cerrado y el otro abierto
por si los tigres me escupen un balazo, mi vida es como un circo pero sin payaso,
voy caminando por la zanja haciendo malabares con 5 naranjas,
pidiendo plata a todos los que pueda en una bicicleta en una sola rueda,
soy oxigeno para este continente, soy lo que descuido el presidente,
no te asustes si tengo mal aliento, si me ves sin camisa con las tetillas al viento,
yo soy un elemento más del paisaje, los residuos de la calle son mi camuflaje,
como algo que existe que parece de mentira, algo sin vida pero que respira,

Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños que viven en la calle
y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todas con fábula en los ojos.
Un relámpago trunco les cruza la mirada,

Sobre el poema de
©Armando Tejada Gómez
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DESDE LA PENUMBRA

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Igual que la raposa merodea,
yo no soy yo.

La calle me deprime:
empuja mis caminos, cautelosa,
en obras y tareas que obligan el diario:

saludos, discusiones, compromisos…

Escapo como nube deshecha por el viento
y anido en tu paisaje.

Entonces, ¡qué regalo!,
cuando tu cuerpo brilla en la penumbra.


©pbaediciones

martes, 1 de julio de 2014

DESDE LA PENUMBRA




HAY UN NIÑO EN LA CALLE

A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.
Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
una oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
diarios,
porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores, asco,
cuando subo a la vida juntando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.
Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.
Dónde andarán los niños que venían conmigo
ganándose la vida por los cuatro costados,
porque en este camino de lo hostil ferozmente
cayó el Toto de frente con su poquita sangre,
con sus ropas de fe, su dolor a pedazos
y ahora necesito saber cuáles sonríen
mi canción necesita saber si se han salvado,
porque sino es inútil mi juventud de música
y ha de dolerme mucho la primavera este año.
Importan dos maneras de concebir el mundo,
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle.
Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,
si desciende la niebla como un sapo del aire
y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
no debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano,
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son dos fardos inútiles
y el corazón, apenas una mala palabra.
Cuando uno anda en los pueblos del país
o va en trenes por su geografía de silencio,
la patria
sale a mirar al hombre con los niños desnudos
y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre
que historia les concierne, qué lugar en el mapa,
porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra
la espalda escandalosa de las grandes ciudades
nutriéndose de trigo, vides, cañaverales
donde el azúcar sube como un junco en el aire,
uno encuentra la gente, los jornales escasos,
una sorda tarea de madres con horarios
y padres silenciosos molidos en la fábricas,
hay días que uno andando de madrugada encuentra
la intemperie dormida con un niño en los brazos.
Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores
que en París han bebido
por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario,
en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian
de amantes esta noche, de médico esta tarde,
porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
y ellos son los accionistas de los niños descalzos.
Ellos han olvidado
que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle.
A esta hora, exactamente,
hay un niño creciendo.
Yo lo veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
un relámpago trunco le cruza la mirada,
porque nadie protege esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle...

©Armando Tejada Gómez
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DESDE LA PENUMBRA

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Te miro cuando duermes. Yo vigilo
esa ternura con la que reposa
tu cabeza en la almohada. La serena
respiración desliza tu semblante
en deriva de sueños, y sigo vigilante
para que las canciones que te llevan
no turben la dulzura
de tu presente ausencia.

Y espero la mañana. Quiero ser
quien descubra en la luz de tu mirada
el aroma de un beso.


©pbaediciones