martes, 5 de agosto de 2014

DESDE LA PENUMBRA



COMERTE CON LOS OJOS

Comerte con los ojos
porque me están saliendo los dientes de leche
y aún no son cuchillos, pero son incisivos
y alumbran el marfil del proboscídeo
que voy a ser en poco tiempo,
ese proyecto anfibio que abre sendas
y no sabe cerrarlas,
que pasta en los paisajes de la carne
siendo herbívoro y amo de su huella.

Comerte con los ojos porque hay hambre
y los pastos escasean por la falta de lluvias,
porque hay necesidad
y aún me resta energía en estos músculos ciegos
que son como pistones o murciélagos.

Comerte con los ojos porque hay un no sé qué de acantilado
justo entre las pestañas,
y también hay almendras y tarde y noche y senos.

Comerte con los ojos porque hay que morir solo
y una nostalgia verde se hace trama en las uñas como un viento.

Comerte con los ojos y ser delirio o calma,
esqueleto o razones, muérdago o contrapunto.

Comerte con los ojos y sentirme capaz de la próxima caza,
y colgar en las perchas
las piezas que se cobren mis fauces
como una voz o un lirio,
y esperar apostado a que las trampas salten y comience el banquete.

Comerte con los ojos
y dibujar el plano de tu coreografía,
y escarbar y engañarme con cierto ardid eterno sobre la hierba fresca,
y verte de perfil con el filtro ultramar,
y cruzarte los brazos como si fueran humo,
y fingirte en la arena con trazos impecables.

Comerte con los ojos porque debo asombrarme antes de merecerte…
y cribarme la voz
y espantar a los pulpos que duermen en el pozo,
y limpiarme de muertos,
y hacer eucaristía pagana del reflejo.

Comerte con los ojos porque persistes en enfrentarte a ellos,
como recién nacida
para ser comulgada por mi iris hambriento.

Comerte con los ojos
y buscar que me ignores para saberte cierta,
y mirarte yaciendo con un candor de hormigas,
y sentir tu doblez como un impedimento de jabón y de agujas.

Comerte con los ojos
dejando que el instinto tome caudal abajo para tornarse ayuno,
que el sabor del milagro me hinque de rodillas entre tus dos pezones…
y humillarme sea dulce,
y llagarme sea insomnio,
y tenerte sea impúdico.

Comerte con los ojos,
y luego con las manos,
y luego con la boca cansada de vigilias.

Comerte en mil posturas,
con raíces y almenas,
con la garganta espesa y reincidente,
con la piel abismada como en un exterminio.

Comerte…
ensalivarte…
masticarte…
y roer tu columna vertebral hasta que sea la mía


© Luis Felipe Comendador
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DESDE LA PENUMBRA

37


En esta tensa y larga duermevela
solo tu sombra y yo…

Una estrella fugaz. Pido un deseo
que se diluye azul, con la mirada
en la tranquilidad de tu abandono.

En la linde nocturna, mi capricho
como vilano tiro en un rincón
donde reposan vanas otras irrealidades.

Pero yo sigo cerca,
hilvanando el placer de recrearte,
de reinventar la curva de tu espalda,

y te recito cuentos de misterio
vividos a deshora, cuando la madrugada;
de locuras cumplidas,
doloroso recuerdo.



©pbaediciones

viernes, 1 de agosto de 2014

DESDE LA PENUMBRA



¿POR QUÉ NO DESNUDA?


¿Por qué no desnuda?...

sin los engaños en el pecho,
sin las presiones de la muda
y sin el vuelo del vestido
para ocultar tus posturas...

enséñate a los ojos como eres,
sin el musgo de las cosas cubriendo tu piel,
sin el truco en las colinas
y en las blondas del cuerpo...

sé el tapir en los juncos
y deja que mis ojos sean manos...

que me admire de todo tu desastre
y te contradiga,
que me deje goloso el caucho que derramas
y me mate todo lo pálido...

Gústate hasta que te ciña tu desnudo
y se desate...

gústate de la nube que eres
hasta en la borrasca...

gústate en la porcelana
que levanta polvaredas en tus iris...
en el brío de tus gestos,
en el aire que agotas al girarte...

y quiérete comer a dentelladas
como en un adulterio con tus formas...

y luego ese olor a mandarina de tu vientre,
la desazón que lleva...
que entre por tu nariz
y te deje agotada.


viernes, abril 23, 2010
© Luis Felipe Comendador
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DESDE LA PENUMBRA

36


Licantropía bajo el sol.

Busco la sombra. De la luz escapo,
ardiente de bullicio en el silencio.

Añoro,
como la desnudez y la vergüenza,
huellas
de aquella intimidad lejos del mundo,
que nos oprime con anhelo falso,
rastro de madriguera en la penumbra.


©pbaediciones