lunes, 24 de diciembre de 2012



SOY (IV)

21/12/12


Soy la que no tiene voz,
la que está siempre callada,
la que escribe con los ojos,
la de la intensa mirada.

La que no puede y desea
ser un cuerpo en movimiento
solo mi mente pasea
cual hoja, bailando al viento. 

Soy la que lleva trazada
en la palma de la mano
sombras de la madrugada
perfumes del oceano.

Soy la que vive soñando
la de las mil fantasías
con las que voy superando
pasito a paso los días.

Soy la que pasa en la cama
la mayor parte del tiempo.
Hasta que se ahogue la llama
divaga mi pensamiento.


Adilia Aires
21/12/2012



Villancico del perrito de Urceloy

“Para Holmes, que lo ladra muy bien”.


Mi perrito ha hecho pis
mi perrito ha hecho caca
y le ha dicho a María
que Urceloy no le saca:
- No me saca, María,
no me saca, José,
y me meo, me meo
y otras cosas que sé.

Mi perrito ¡Ay que pena!
se ha quejado al Antipas
que le salen ruiditos
por allende las tripas:
por allende y adentro,
por la cola y los pies,
y un olorcillo viene
y otro se va, ya ves.

Mi perrito a los Magos
que han venido de Oriente
les pide que le saquen
un poquito ahí enfrente:
no al portón del Congreso,
ni al portal de Belén,
que a la plaza de Tirso
ya le parece bien.

A las seis se levanta
Urceloy de la siesta
y el perrito le mira
con ojillos de fiesta:
el rabito se agita
de alegría y bondad:
- Vamos, perrito, al parque,
vamos, que es Navidad.

Urceloy / 2012



miércoles, 19 de diciembre de 2012



ÁNGELES DE CABECERA
(Equipo de Soporte de Atención Domiciliaria)

Aunque la intuición me anticipara la terrible  noticia, cuando llega, el tiempo se detiene (o acelera), frente a un muro al final de un precipicio.
Todo mi pensamiento se concentra en frenar la carrera, en conservar la calma, en perpetuar el tiempo como… si no pasara nada.
Temo dar ese paso que nadie sabe a dónde llevará. Me balanceo en el umbral inmenso del vacío con una carga emocional desconocida que puede deslizarme por la pendiente de la autocompasión, o el abandono a la indolencia, a mirar a otro lado y escapar.
Una llamada basta. Vienen a visitarme.
Llegan con la mochila repleta de presentes, dispuestos a ayudar, y para todos traen un gesto confortante, una sonrisa abierta de luz, de comprensión, una mano tendida en el anhelo de servir de puente entre la realidad y la verdad desnuda.
Pasan los días. Sé bien que están ahí. Siento que con sus alas me protegen limando las aristas que van erosionando mi camino de regresión a un punto sin retorno. Y dejan que les hable sin pudor de tantas inquietudes que me asaltan, para las que prodigan sus respuestas sinceras, sus certezas sin falsas esperanzas.
Ocupo mi lugar en sus proyectos. Comparten mi dolor y mi desesperanza, y me animan a ser como yo soy, ofreciendo el consuelo del silencio cómplice, de la razón discreta, de la palabra justa sin ánimo moral que empañe mi conciencia.
Con su rico bagaje de recursos medidos, hacen milagros prodigando bienes que despliegan humildes, sin falsas alharacas: con sola su presencia reconfortan el ánimo, y al escuchar las quejas que inundan mis sentidos, alivian de asperezas las sempiternas horas que me atan sobre el lecho del dolor. Y llenan en mi entorno los huecos que la vida rompió con sus caprichos: los sueños no cumplidos, las promesas de la inocencia para siempre, los lazos rotos, la marcha holgada hacia la eternidad…
No sé de mi existencia qué sería sin mis custodios ángeles de cabecera.

Pbernal / Elia Pérez
(20/12/2012)