martes, 31 de marzo de 2020

¿ES QUE NO LO VES?




 Valle del Jerte
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¿ES QUE NO LO VES?

¿No ves que la justicia se esconde entre los muslos de los que nos gobiernan?
¿No ves que día a día aumentan los harapos, los desahucios?
¿No ves que las jaurías atacan a quienes sólo llevan quejas como armas?
¿No ves que se empuñan leyes que nos convierten en apenas nada?
¿Es que no lo ves?

¿No ves que nuestro futuro hace aguas,
que nos dejan con las sobras?
¿No te basta con saber esta verdad?
¿No sabes que se te deforman las rodillas de tanto clavarlas en la tierra,
que tus manos están atadas,
que deshuesaron tu vida?

¿Es que no lo ves?
¿Es que no ves que te caes a pedazos mientras bostezas,
que tu silencio es un castigo para los hijos,
que si te encoges de hombros el golpe, el plomo aumenta?
¿No ves que nos patean las entrañas,
qué la libertad está postrada,
que es para volverse loca tanta rapiña?

¿Es que no ves que hay ríos de niños sin pan,
y cráneos partidos y un mundo de espejismos?
¿Es que no ves que este es un vivir amargo,
que estorbamos?
¿Es que no ves, imbécil, que mientras nosotros soñamos
tú te mueres mansamente a los pies de la codicia?

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LLAMADA VIVA

Ponerse al margen
asistir a un pan
cantar un himno
menoscabarse en vano
abrogar voluntades
refrendar cataclismos
acompañar la soledad
no negarse a las quimeras
remansarse en el tomado
ir de lo ceñido a lo vasto
desde lo opaco a la centella
de comisión al sueño libre
ofrecerse a lo parco del día
si morir una hora tras otra
volver a comenzar cada noche
volar de lo distinto a lo idéntico
admirar miradores y sótanos
infligirse penarse concernirse
estar en busca de alma diferida
preparar un milagro entre la sombra
y llamar vida a lo que sabe a muerte.

Ida Vitale, Premio Cervantes 2018.
De "Reducción del infinito" 2002
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ÍTACA

Cuando emprendas el viaje a Ítaca,
desea que el camino sea largo,
que esté repleto de aventuras y experiencias.
No temas a los lestrigones, ni a los cíclopes,
ni al encolerizado Poseidón.
Nunca encontrarás en tu camino nada semejante,
si tu pensamiento es elevado, si una emoción
selecta roza tu espíritu y tu cuerpo.
No encontrarás a los lestrigones, ni a los cíclopes.
ni al feroz Poseidón,
si no los llevas en tu alma,
si tu alma no los erige ante ti.

Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de estío
en las que entres -¡con qué placer y con qué alegría!-
en puertos nunca vistos.
Que te detengas en los mercados fenicios
y compres excelentes mercancías,
nácar, corales, ámbar, ébano
y todo tipo de perfumes voluptuosos,
la mayor cantidad posible de perfumes voluptuosos.
Que visites muchas ciudades de Egipto.
Que aprendas y aprendas de los sabios.

Lleva siempre a Ítaca en tu mente.
Tu destino es llegar a ella.
Sin embargo, no realices el viaje con prisa alguna.
Es mejor que dure muchos años
y que, anciano al fin, arribes a la isla,
rico por todo lo que conseguiste en el camino,
sin esperar que Ítaca te conceda riquezas.

Ítaca te concedió el hermoso viaje.
Sin ella, no te hubieras puesto en camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la encuentres pobre, Ítaca no te engañó.
Con lo sabio que te has hecho, con tanta experiencia,
habrás comprendido, al fin, qué significan las Ítacas.

de Constantino Cavafis (Grecia, 1863-1933)
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25

El hombre lobo

Hoy he recordado el día en el que creí ver a lo lejos un fugaz zorro. Ignoro qué sinapsis da lugar a que esa evocación despierte en mí la búsqueda del origen del mito o existencia del hombre lobo. Antes de que instintivamente rechace ese pensamiento y otra sinapsis lo sustituya, noto un velado torrente que fluye incontenible junto a mi oído:
      “-Existe,” –afirma-. “El mito es real, y persiste. La causa es compleja, pero puede definirse como un problema de educación: de una educación errónea en los albores de la humanidad.”
      Fue en uno de mis primeros paseos del año por el monte. Me hablaron de alguien muy unido al Valle, en cuyas últimas voluntades había incluido que se le incinerara, y que sus cenizas se dispersaran en cierto lugar cercano al pino centenario, al que llaman “El Abuelo”. Tal vez influido por esa historia, cada vez que salgo al monte me siento acompañado por alguien, al que percibo como un Amigo Fiel por su asiduidad, pero que no veo. Sin embargo, no sé de qué forma, consigue transmitirme pensamientos que sé que no son míos, aunque generalmente se relacionen con temas que tengo en mente, estableciéndose de ese modo una especie de diálogo, de comunicación. Hay algo en el ambiente… es como… si me insinuara que me repito. ¿Lo dije ya?
      “-Sí. Pues el humano” –sigue- “tiene en común con los animales dos necesidades básicas: la comida y el sexo.
      “La ocupación fundamental del ser vivo, sea humano o animal, es la búsqueda de comida para subsistir, y lo hace de forma natural, con la premura de apropiación, consumo y expulsión de restos, asumiendo el riesgo de poder ser, asimismo, alimento para otros depredadores.
      “La diferencia entre el humano y el animal reside en el desarrollo de su cerebro que, en éste, consiste en un sentido de la supervivencia muy básico y efectivo; y en el humano, además, en el desarrollo de la capacidad de previsión; y siembra, recolecta y procesa los alimentos, minimizando la angustia de la inmediatez para saciar su hambre.
      “En el aspecto de la perpetuación de la especie sucede algo parecido: el impulso sexual en los animales coincide con determinadas épocas del año: así es desde que somos conscientes, desde que sabemos. El humano también se ve influido por ellas, con la diferencia de que, en él, el impulso viene condicionado por su cerebro, cuya evolución le permite mantener una asiduidad en sus contactos sexuales en cualquier momento independientemente de las estaciones, e incluso de la procreación, por el simple deleite de su voluntad. Siendo necesarios estos impulsos en los dos sexos, en el humano no solo depende de la necesidad de satisfacer el instinto, sino que, tanto en el macho como en la hembra, en su libertad común para decidir llevarlo a cabo.
      “Ese órgano maravilloso que llamamos cerebro, desde muy pronto empezó a buscar la razón de cada nuevo suceso y, cuando no la encontraba, se la inventaba relacionando una causa-efecto que, en la realidad, podría no tener correspondencia.
      “Relacionó la lluvia y la sequía con la voluntad de seres invisibles que llamó Dioses, y las primitivas tribus llenaron de patrones la vida de los individuos; las normas se convirtieron en costumbres y, posteriormente, en Leyes. Así nació la Religión. Una tormenta destructiva era un castigo divino. Un sol esplendido, regalo de los dioses. El mortífero rayo, sentencia por un acto equivocado…
      “Los ancianos, con la administración de las normas heredadas, descubrieron el Poder: las Leyes, además de controlar a los descontentos, proporcionaban Poder. Y el Poder, en caso de conflicto, eludía el cumplimiento de las propias Leyes si su violación les beneficiaba. Y nació la Política.
      “Para ejercer el Poder tenían que limitar el Libre Albedrío, el Conocimiento, la Educación de los ciudadanos. Tenían que detentar la hegemonía en el Pensamiento. Así fue como la Sabiduría se hizo patrimonio de unos pocos, y la represión se cebó en controlar los derechos básicos: el alimento y el sexo. Establecieron el tabú que bloqueaba la libertad demonizando al sexo.
      “El impulso sexual, común al ser vivo, necesario para una vida plena, formó parte de las medidas más restrictivas y represivas de la Religión y de la Ley, patrimonio del Poder, dando lugar a una motivación de la Política para someter al pueblo llano; y lo hizo mediante la Prohibición, el Miedo, la Represión, apoyándose en las más absurdas razones religiosas. Esa férrea disciplina sobre el sexo dio lugar a la aparición del Hombre-Lobo.
      “Es difícil poner fecha a la época en la que nacieron las leyendas sobre el hombre-lobo. Aunque los Hermanos Grimm, en tiempos relativamente cercanos compilaron una serie de cuentos en donde estas fieras cobraron entidad, el mito original parece ser contemporáneo al nacimiento de las Religiones y de las Leyes, con épocas de desenfreno sexual e incluso de incitación a la violación en casos de guerra o necesidad de repoblación.
      “El impulso sexual, como el hambre o la sed, necesitan ser reparados en la forma y posibilidades en que se manifiesten. La educación recibida hace que sigamos diversas pautas para satisfacer estas necesidades de forma ordenada, pero su postergación indefinida compromete la salud y la vida; y, en el sexo, la exteriorización de las emociones. Se enseña aseo, economía, urbanidad, ciencia, respeto, prudencia, palabras…; pero no se enseña sexo.
      “Es ancestral la consideración del sexo por el patriarcado como una forma de dominación, de poder sobre la mujer; y la mujer no es una propiedad, no es una cosa…
      “En casos extremos, cuando un humano se ve limitado para satisfacer sus impulsos sexuales, puede convertirse en un forajido dispuesto a conseguirlo a cualquier precio, fechoría o crimen, y entonces se deshumaniza, se convierte en depredador, en fiera: en Hombre-Lobo.
      “Ésta transformación se agrava si coincide con el engaño del cerebro digestivo, que tergiversa los sentimientos con desconcierto e impotencia: entonces aparece el más feroz Hombre-Lobo.”

      Lagartija Colaquebrada cruza veloz la vereda. Deseo imitarle en su huída, pero el súbito silencio del bosque resuena con el estruendo de mis pasos. Mastico el discurso con el desasosiego de que ese alguien que me acompaña sin dejarse ver expone un motivo para exculpar criminales.
      Tal vez cruzó por mi mente una pregunta: “¿fue su caso…?” Pero no debió gustarle, pues inmediatamente dejé de sentir su presencia.
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martes, 24 de marzo de 2020

KILÓMETRO 0




Foto de P.G.G. Playa da Traba, Galicia.
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Incomparable capacidad de sintetizar lo que está sucediendo ahora mismo en el mundo: en cada continente; país; ciudad; pueblo; comunidad de vecinos; familia; grupo de amigos…

KILÓMETRO 0

Todo es empezar.
Estoy viendo fotos, y me reencuentro con las vacaciones que compartimos en Galicia.
“Camiño dos faros”: senda por acantilados golpeados por el océano. Naturaleza salvaje. Paisajes sobrecogedores y playas solitarias.
Unos preciosos y diminutos pies verdes pintados en las rocas son hitos que nos guían por estrechos senderos, invadidos por “toxos” (tojos) puntiagudos que siempre nos dejan algún recuerdo.
Atardeceres inolvidables desde Monte Blanco y mágicas puestas de sol en el faro Roncudo. “La cabeza non para”, exquisito orujo casero que nos ofreció el amigo Isidro en su tasca de Traba. Otra vez bajo la sombra de una amable parra.
Indómito mar gallego.
Seremos pacientes. Volveremos a empezar desde el Kilómetro 0.

De Pedro García García
23/marzo/2020
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Mi madre fue madre soltera de mellizos a principios de los años ochenta.

Por eso yo no tengo un libro de familia.

Tengo un libro de filiación con suena a enfermedad mortal del medievo.

Porque, al parecer, sin un padre es imposible la familia.

Por eso en mi Documento Nacional de Identidad aparece que soy hijo de mi madre y de un tal José.

No sé quién es José pero tenían que poner un nombre a efectos de notificaciones.

Mi madre fue madre soltera y a los cinco años nos fuimos a vivir con su novia que se convirtió en mi segunda madre.

Del hecho de tener dos madres lo que siempre me preguntan es si nunca he tenido la necesidad de conocer a un padre.

Yo respondo que cómo se va a echar de menos algo que no has tenido.

Sería como decir que necesito escuchar una canción que no sé que existe.

Tan ridículo como anhelar volver a un país que nunca he pisado.

Al final parece que el único modelo que lo ordena todo es el de la familia tradicional.

Y que todo lo que no encaja en ese parámetro es desestructurado.

Tiene algún tipo de carencia.

Le falta algo.

Podríamos empezar a aceptar que hay familias en las que no existe una figura paterna.

Y no pasa absolutamente nada.

Familias en las que son las madres las que han tenido que asumir absolutamente todas las responsabilidades porque los padres se desentendieron, las abandonaron o que al separarse los padres no asumieron las cargas económicas y emocionales que la paternidad conlleva.

Familias en las que las madres enviudan y tiran para delante.

Familias como la mía en la que dos mujeres lesbianas que se aman nos enseñan lo diverso y hermoso que es el mundo.

Igual que deberíamos dejar de dar por sentada la orientación sexual de las personas y presuponer su heterosexualidad.

Igual que deberíamos de dejar de asumir la identidad de las personas antes de preguntarles a ellas quiénes son.

Deberíamos dejar de educar en la falsa creencia que una familia es una única cosa que viene determinada externamente.

Porque nadie puede decirnos qué es familia.

Nadie puede darle "otro nombre" a nuestras familias porque no somos familias de segunda o disfuncionales o menos familias.

Porque para que haya una familia lo que tiene que haber es afecto y cuidados.

Y para que eso se dé.

Para que el amor se conjure.

No hace falta un padre.

de Roy Galán
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En el paisaje penumbra, y asomado al abismo el vértigo que confunde una puesta de sol con la deflagración de una bomba.

Para qué tanta matemática, si la respuesta a tanta pregunta se encuentra en la taza del Water y la solución al problema está en el agua que limpia tanta inmundicia.

Tras el paisaje el dibujo de un niño, la espiral que se repite y los carnívoros que se comen a los herbívoros.

Quizá fuese el agua el principio, pero es que ahora el petróleo en la bolsa tiene un valor añadido.

Las mujeres y los hombres se atraen para crear una nueva vida, aunque después, con los años, esa atracción los destruye.

Algunos no temen perecer ahogados en el agua la vida, ni adquirir en la selva la malaria o acabar en el desierto sus días sepultados por una tormenta de arena.

Esos son los que no se amedrentan un día de huelga, cuando cargan los antidisturbios.

Hay una mujer que se arrastra hasta formar parte del suelo, es un peón derrotado que ya no teme cual será el resultado de la partida.

Una figura en la sombra puede mostrarnos los temores que habíamos olvidado cuando nos hicimos adultos.

De Josef Antoni en lucha
“El poeta que perturba la calma”
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Palabras para un encierro

hay una torre
invisible
un laberinto de monedas
que sube hasta el cielo
una red de fibra óptica
-tejida con el sudor
hambriento de los pueblos-
por ella circula
este abrazo del nunca

hay una torre
invisible

arriba del todo
los obispos del dólar
teclean sus cifras de muertos
y el decimal
infinito
de sus beneficios

abajo de la torre
sujetando
están los desheredados

se miran
se dan la mano
se levantan

y, entonces,
la torre tiembla

de Mar Benegas
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24

La vida de las abejas

“…las abejas son imprescindibles para la vida de la humanidad.” –Había concluido la profe, y con un plagio a Maurice Maeterlinck en mente, en un tono cómplice, continuó:- “Y ahora os voy a contar un aspecto sorprendente de la vida secreta de las abejas…”
   Una niña de unos seis años, desde las mesas del fondo, mantiene de forma intermitente la mano levantada agitándola con viveza. Luego pone los codos sobre el tablero del pupitre, los puños cerrados bajo la barbilla y, con un gesto enfurruñado y los ojos como platos, mira fijamente al frente a la espera de una pausa de la maestra, que se esfuerza por mantener la clase bajo control, pide silencio, llama al orden a un par de niños y reclamaba la atención a todos los demás, que hablan entre ellos como gárrulos, momento en el que la niña repite el gesto: levanta la manita y la agita acompañándose de su cuerpecillo, no como un saludo o despedida, sino más bien como si se lanzara flecos al viento como reclamo para ser vista y atendida en su demanda. Hace caso omiso la profe a todo lo que no sea su idea, y retoma sus explicaciones con disuasoria seguridad para conseguir que todo el alumnado escuche y entienda la importancia de su exposición:
      “…son tres los tipos de abeja que forman el enjambre: la reina, que es única en cada colmena y provee de individuos a la colectividad: de ella nacen las nuevas reinas que formarán otras colonias a su tiempo; las obreras, que recolectan el néctar de las plantas en la época de floración, fabrican los panales y la cera; producen la miel, construyen y cuidan de los nidos para depositar los huevos, y dirigen, gobiernan y protegen la vida del enjambre; y los zánganos (macho de la reina), cuya misión es fecundarla para dotar de individuos a la colmena…
      “La posición que ocupa la reina en el enjambre está cuidadosamente codificada en la naturaleza de las abejas, pues de ella depende la existencia de la colonia: vive en un palacio construido solo para ella; disfruta de la mejor alimentación elaborada por las obreras (jalea real); la cuidan y la protegen con las más altas medidas de seguridad, y dispone de todas las comodidades para desarrollar su cometido. En toda la temporada sólo sale de la colmena una vez, y es para cumplir con el mandado objeto de su preparación: aparearse y dotar a su comunidad de ciudadanos. Para ello, después de fortalecer su salud con los mejores alimentos que le proporcionan las obreras, decide el momento de la cópula para ser fecundada y convoca a los zánganos al palacio real. Y comienza el cortejo. La reina sale por primera y única vez de la colmena en el vuelo nupcial seguida por los zánganos, vuela hacia arriba en una carrera por alcanzar las más altas cotas posibles, y los zánganos la siguen frenéticos ascendiendo en su persecución: para ello también se han preparado alimentados por las obreras, a la espera de la llamada real. En la carrera nupcial van desistiendo los más débiles, que caen desfallecidos al suelo; luego van cediendo los que se agotan por el esfuerzo y no soportan la presión ni el ritmo del ascenso en la persecución de la reina, hasta que solo queda uno: el más fuerte.”
      La niña aprovecha el instante en que la profe toma aliento, y levanta y agita una vez más la mano como si un gorrión revoloteara por encima de las cabezas del aula, pero sin éxito.
      “En ese momento, -sigue la profe,- a una enorme altura, tiene lugar el encuentro. La reina, fresca y lozana, y el zángano ganador, agotado y feliz, se unen en el abrazo sexual, en el que la reina queda fecundada.
      “Luego del abrazo, al desacoplarse, el zángano se descompone como un muñeco de trapo, y cae al vacío desintegrándose.”
      La profe hace un silencio que aprovecha otra vez la niña, levanta el brazo, lo agita sin esperanza y lo baja en un puño que acompaña al otro para amasar sus mofletes, y recibe el discurso con su enfurruñamiento acodado al pupitre.
      “La reina,” –prosigue la profe-, “en un gracioso vuelo, regresa a su colmena sin dudar ni un momento en la ruta, se aposenta en su palacio e inmediatamente se dispone a poner huevos sin descanso, ya que las obreras lo han dispuesto todo para la esperada ocasión.
      “Unos dos o tres mil pone al día.
      “Y eso es lo que deseaba contaros. ¿Alguien quiere hacer alguna pregunta? ¿Nadie? A ver, Anita, ¿tú querías decir algo¿”
      La niña se levanta de un brinco sobre sus piernecitas como movida por un resorte, empieza a gesticular, se le arruga la frente en un esfuerzo por ordenar las palabras que tiene manoseadas para la ocasión, se le abre una sonrisa de oreja a oreja, se pone seria y, con una voz vacilante, pero decidida, sin dejar de moverse y retorcerse ante el pupitre, interroga a la maestra y a toda la clase:
      -Pueees… puees que noooo… que no entiendo… no entiendo por quéeee… por quée mi papá llama reina a mi mamaaaa, yyy mi mamá dice queee…, que mi papá es uun… un zángano
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martes, 17 de marzo de 2020

NADA




Animales de compañía
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NADA

Nieva en la galería del olvido:
algunas gotas se deshielan, van
desnudando las vigas y el desván.
Aquí no queda nadie. ¿A qué has venido?

de jesús urceloy
en “Berenice” y "Piedra vuelta"
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NO PASA NADA

Parecen razonables las señales
del halo estroboscópico,
y entramos al camino
sin darnos cuenta en un mundo distópico.

El paso que ahora damos
bajo la luz de sombras de un candil
¿cómo saber si un día
nos va a llevar afuera del redil?

Tememos el engaño de que el juego
dependa del ahínco del testigo
y, una vez dentro,
ya nadie pueda abrirnos el postigo.

Son suaves las palabras que halagan los sentidos:
Letanía.
Amarga desazón, y en la memoria
esas historias de la distopía...

pb
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DATE A VOLAR

Anda, date a volar, hazte una abeja,
en el jardín florecen amapolas,
y el néctar fino colma las corolas;
mañana el alma tuya estará vieja.

Anda, suelta a volar, hazte paloma,
recorre el bosque y picotea granos,
come migajas en distintas manos,
la pulpa muerde de fragante poma.

Anda, date a volar, sé golondrina,
busca la playa de los soles de oro,
gusta la primavera y su tesoro,
la primavera es única y divina.

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
anda, camina por el mundo, sabe;
dispuesta sobre el mar está tu nave:
date a bogar hacia el mejor encanto.

Corre, camina más, es poco aquéllo...
aún quedan cosas que tu mano anhela,
corre, camina, gira, sube y vuela:
gústalo todo porque todo es bello.

Echa a volar... mi amor no te detiene.
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
date a volar, Amor, yo te comprendo.

Callada el alma... el corazón partido,
suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.

Para que tanta sed bebiendo cures
hay numerosas sendas para ti...
pero se hace la noche; no te apures...
todas traen a mí...

de Alfonsina Storni
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BATALLA ACAMPAL

Ya cansada,
agarrada a la aldaba,
llamaba a la sala banal.

A Lara, la gran dama,
la más alta daga dará
vasta nada fatal.

Varada, lasa, -Parca-
la casta, mansa Lara, vagará.

¡Mátala, Vasa! Al alba, ¡mátala!

de Juana Rivas Fernández
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NECESITO

Necesito tu nombre y tu apellido,
tu ausencia, tus palabras,
tus pequeñas mentiras,
tus preguntas, tus dudas,
tu número de móvil, tu silencio,
tus idas y venidas, tu desorden,
los tiques de tus compras,
el olor a loewe.

El ruido de la puerta cuando llegas.

de Marisol Perales Morillas
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23

La parcela de enfrente

En la parcela de enfrente sorprende el silencio. Sobre todo después de un fin de semana tumultuoso de bulla y jarana, en donde las voces predominaban durante el día, y el cante y las palmas atronaban hasta altas horas de la noche. Ahora tenía que notarse el rebullir y las carreras de los chicos, y las voces de los mayores intentando inculcar un comportamiento al que no están acostumbrados. Pero solo queda la tienda grande; varias más pequeñas debieron desaparecer ayer, mientras salí al monte, y con ellas una nube de adolescentes que mantenían distraídos a todos los campistas. Eran bulliciosos: esa adolescencia de la edad cubría una escala descendente contaminada con la sabiduría de los mayores y replicada con los pequeños con una audacia imprevisible. Había hermanos y primos, quizá algún amigo, y analizaron el camping como depredadores de sensaciones y descubrimientos ante el abandono de sus mayores, que parecían considerar la incursión como una liberación de responsabilidades en campo abierto sin leyes perentorias que obligaran a un comportamiento concreto. Entraban en los avances, preguntaban inconveniencias, vulneraban intimidades y comprometían las relaciones tocando y amenazando los bienes que en circunstancias normales se respetan aunque parezcan abandonados. Llegaron invitados por los de la parcela de arriba, a los que se les veía un poco abochornados. Ellos fueron quienes intentaron poner un poco de cordura e insinuaron que no debían seguir en el camping; aunque cabe la posibilidad de que estuviera prevista su estancia hasta esa última noche en la que lo dieron todo. Sí, es más probable. Pero me sorprende el silencio de la parcela de enfrente. Recuerdo la euforia de la tarde de ayer, cuando la desbandada: la euforia de los campistas cuando vieron llegar un par de coches y los evacuaron. Yo no coincidí con el momento: mi estancia en el recinto suele ser puntual, sobre todo los fines de semana, porque me agobia el ajetreo de las visitas y la afluencia de gente dispuesta a darlo todo en el monte. Pero surgió la calma y, como una bandada de pajarillos que levanta el vuelo y se aleja formando nubes cambiantes en una impresionante coreografía, así desaparecieron los cánticos, trinos y peleas llevados en las alas de dos bugas quizá un poco ostentosos, y al tiempo sucios y magullados, atronando la calle principal hasta que se perdieron por las curvas hacia el puente de la garganta junto con un goteo de los campistas que regresaban a casa por motivos de trabajo u otros planes. Queda la tienda grande. Sus telas ocupan el fondo de la parcela, pero no hay signos de vida. Puede que no hayan madrugado. No reparé en ellos cuando salí al amanecer, y tampoco cuando regresé a media mañana: aún estaban cerradas sus cremalleras. Nada hacía suponer que estuvieran o no. Era lunes y, en mis ocupaciones habituales, sentía esa tranquilidad perdida como una carencia subliminal. Ordené algo en la parcela, me aseé y bajé al pueblo, lo que me ocupó gran parte del resto de la mañana. Siempre hay compras que hacer, reponer suministros, alguna visita… Regresé a mediodía y, sólo después de distribuir las compras y preparar la comida, los sorprendí dubitativos entre las telas, a la sombra protectora de un toldo de rafia que habían improvisado cruzando, con cierta torpeza, unas cuerdas, a todas luces inadecuadas, entre los troncos linderos de la parcela, ampliando la cobertura íntima de la habitación de lona. Se han abrazado junto a la cremallera, a la sombra, y han vuelto a desaparecer dentro de la tienda. No se oye ni el vuelo de una mosca. Ha sido como un relámpago. No sé si ha sido cierta su presencia, o se trata de una percepción onírica. Hace un sol de justicia. Noto el zumbido de un ventilador, quizá de un pingüino. A veces un susurro. Cuando cede el calor, ella sale. Su bikini negro resalta el moreno bajo una camisola abierta. El sol horada sombras troqueladas por las ramas de los álamos. Discretamente, él se ha unido a ella, se han sentado ante la mesa de camping, sobre la que ella había puesto algo fresco de beber, y un bol con algo para picar. Charlan bajito. Se miran. Se sonríen. Los anfitriones pasan y los observan comprensivos. Yo, respetuoso, intento pasar desapercibido y me esfuerzo por ignorarlos. Y lo consigo: ya no están. Quiero pensar que oí el quedo retirar de sillas, los medidos pasos hacia la penumbra posterior, el siseante susurro de la cremallera... Las parcelas contiguas están vacías, y el silencio casi se mastica. Un zumbido sordo de ventilador, quizá un pingüino, es la única señal de vida. Hubo un instante que me alarmó: un sollozo, un quejido, algo parecido, pero insignificante y efímero. No le di importancia. Cae la tarde. Un farolillo de camping cuelga tembloroso de la cuerda que sujeta la rafia. Proyecta luz sobre la mesa. Ella ha sacado algo de picar a su luz difusa; algo de beber. Sale él de entre las telas, y la acompaña con un mohín de cariño. Poco después ya no están. Pasan los anfitriones, miran la tienda cerrada; sonríen...
      Es tarde: lucen las estrellas. Escucho la voz suave de la chica. Está en la parcela de arriba, con los anfitriones. Ríen. Recuerdo los gritos y las llamadas al orden de otros días... es el mismo timbre meloso.
      Él está sentado enfrente, en su parcela, bajo el improvisado toldo de rafia; la luz del farolillo de camping alumbra una cara relajada, pasiva... Poco después se incorpora y sube arrastrando los pies, con una beatífica sonrisa iluminándole el rostro...
      Sorprende el silencio de la parcela de enfrente.
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COSAS DE POCA IMPORTANCIA
(caótico índice de “poemas robados”, 2009)

 …cosas de poca importancia.
León Felipe

JULIO CÉSAR NAVARRO se diluye
sobre los sentimientos más profundos.
RAQUEL se desdibuja: cuando llega
ESTHER está sumida en los exámenes,
ADELA en la memoria de su pueblo,
MARISOL con su escuela,
y ALICIA NAYA boga
por las aguas etéreas de Internet.
Igual que ANA ISABEL.
ÁNGELES CHOZAS
pelea con las letras y el bolígrafo,
sacándole partido
a su imaginación de niña grande,
y CRISTINA, (Doal), respetuosa,
rezonga por sus múltiples tareas.
ESTRELLA mira todo como estrella.
PEPE CARRANQUE lucha
por entender su más hondo suspiro
pendiente de que no se le adivine.
TONI rompe los moldes, los esquemas
con su mirada crítica cortante.
MANUELA SOLA trae ecos de fuera,
(su voz de miel, su acento de nostalgia…)
LOLA MENDOZA busca… entender, entender
en pasos, risas, ojos infantiles.
PERALES, -Marisol-, con sus asuntos.
Frágil, torpe, molido y entrañable,
Don MIGUEL DE FRANCISCO nos inunda
con la disparatada condición
de su imaginación,
y TIRSA CAJA
buce los caminos de la red.
MERCEDES recupera sus ansias de futuro
con un presente triste, doloroso.
HELENA compagina su entusiasmo
desconcertada por sus compromisos,
con su dedicación gratificante.
CONCHI nos trae miradas:
el aire de la calle, la sombra de la esquina…
MARÍA JESÚS, callada, silenciosa,
divulga lo que importa
con su grano de blog.
JOSÉ ANTONIO GARCÍA lucha en frentes
dispares, elevados, con la cabeza alta;
JUANI RIVAS derrocha humor y rima
para ocultar lo que ella sólo sabe,
y CARMELO se fue por un trabajo
a la espera de nuevas perspectivas.

Ya ves, poeta, qué te has encontrado:
cosas de poca importancia.
Hasta JESÚS, cumplido caballero,
antes que profesor fue compañero.
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martes, 10 de marzo de 2020

DE AMICITIA



Casa del Burguillo
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DE AMICITIA

Precisamente por amor
las bibliotecas, el país, las salas
de espera, los bares,
los dioses que entre labios se despiden
y el pulcro caminar ante un convencimiento
hacen de este poema esencia tuya y mía.

Por el odio,
el rasgar indecible de unas uñas pintadas
sobre un torso masculino,
la verdad y sus nombres,
la miseria y sus rostros,
te contaré que has de sentir un golpe
que te obligue hacia un cuerpo y su lectura.

Por el cuchillo
que en un plato distancia a un hombre
de otro hombre, la certeza
fingida de un anciano al descifrar
entre basura cartas, versos
para su propia muerte, imploro
que me escribas,
amigo del siglo venidero.

Yo, por la palabra desoída,
el viento, la escritura
y el dolor que almacenan los años
juro leerte,
aunque por mi transcurran
las imprecisas palabras y los días de ocio.

de jesús urceloy / piedra vuelta (2014)

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FRONTERAS

Tenía un amigo árabe
que escribía versos
en las paredes enteladas de un hotel.

Viajaba de madrugada
con un mono azul,
transportaba jaulas de ropa sucia
desde Madrid a Cracovia,
hacía parada en París y en Roma,
a mediodía comía en Amsterdan
y si le daba tiempo
merendaba en Copenhague.

Por la noche,
era aparca coches de traje gris con levita,
entonces
dejaba sus versos en los parasoles de los mercedes,
esperaba
que sus palabras derribasen las fronteras
por las que él pasaba
a lo largo de los días.

Sus palabras, mi viaje.

de María Jesús Silva
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DEL TIEMPO Y LA SALUD
  
el clima es un hábito del cielo
que a todos da que hablar
podemos añadirle
una trompeta al sol y vínculos al viento
se extiende en una nube la querella
que abre el apetito de vocablos
qué frío hace este invierno
qué mal que se acostumbra la raíz
cómo envidio el letargo de los osos
y la respiración pausada en cuevas
de ayuno y argamasa
y luego en el recinto del verano
de vuelta a la sustancia del ardor
si te contara yo y supieras
      la rosa que peleo en esta duda
y cada uno insiste en sus escombros
y cada cual se pliega en su corbata
y qué le vas a hacer
si de esa enfermedad nadie se ha muerto
si el tiempo no acompaña a sus raíces
si somos como humo en este himno
y en un balcón del rostro
quisieras encontrar perenne atuendo
vestirse con escarchas las más nítidas
no andar siempre mudando de escafandra
mañana es otro día de perplejas
intenciones que huyen cuando nacen
y como no hay tejados
      donde esperar sin miedo
      vuelves a tus ventanas para ser
      que te mejores gracias

de Helena Rodríguez
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DEBO IRME

No me quiero quedar en este sitio
mucho tiempo.
No quiero que me atrape este mar
de palmeras,
este ramo de luz, que me despierta
y me llena de sueños imposibles.
Debo ir a otro lugar, donde el aire no cante,
donde las olas no abracen
con su ritmo de tango enamorado.
Donde el oro macizo de la tarde
no encienda las violetas.
Debo irme de aquí,
debo irme,
debo ir mar adentro.

de Marisol Perales Morillas
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22

Casas del Burguillo

Una pantalla anuncia el desvío hacia la Reserva de Iruelas. Levanto el pie del acelerador y freno para tomar la curva. El coche dibuja la parábola, cruza la carretera por debajo y se interna en el Valle por una sinuosa vía que baja hacia la presa. A la izquierda se hunde el barranco del Alberche. A la derecha el monte escamotea las Casas del Burguillo. Antes de llegar a la presa un pequeño torreón marca la entrada de Las Casas. Herrumbroso, un portón cierra el paso. Dejó ante él el coche, y lo cruzo por un roto. Son tres calles; forman una espiga que se une al fondo. Tramos de escaleras de piedra las unen en la ladera. Las casas son de dos plantas, de sólidos sillares, todas iguales, amplias, con un patio en donde se encuentra el lavadero y el gallinero. Hay un templo con una torre cuadrada; un salón social donde se celebraban fiestas, ágapes y proyectaban cine; una plaza con un pedestal de busto ausente; un dispensario médico y una escuela; y una zona recreativa con piscinas. Al fondo, donde se juntan las calles, construyeron pistas deportivas; más arriba está el transformador de la energía y, junto a la carretera, el depósito de agua. El poblado se construyó para alojar a personal directivo de las obras del pantano. Más tarde cambió de usos, y lo ocupó la comandancia de la Guardia Civil de la zona: es probable que de esa época sean las reformas. Posteriormente se utilizó como campamento de verano durante algunos años, hasta que sus deficiencias cuestionaron la viabilidad de su mantenimiento.
El abandono ha hecho presa del poblado, y el monte, poco a poco, va adueñándose de las escaleras, de las calles, de la plaza… algunos cielos rasos se han venido al suelo, y la curiosidad y el pillaje han hecho presa en él. La espadaña vacía sobresale triste, y en los rincones oscuros cuelgan racimos de murciélagos…

He visitado el pueblo. El pueblo abandonado.
Abandonado yace al viento y al fracaso.
En sus calles semillas vigorosas brotaron
embozando las piedras que sudores crearon…
Los techos no resisten el paso de los años.
Los ventanales crujen. Se agrietan los tejados;
hay puertas que no abren, o que han descerrajado
y enseñan sus vergüenzas y enseres olvidados:
armarios de dos puertas sin nada en su regazo;
camas desarboladas de hierros oxidados;
somieres estridentes de muelles estirados,
o de tenaces lamas al agua y al desánimo;
cocinas amuebladas; fogones apagados…

Faroles en las calles muestran el desencanto
con sus cristales rotos a un mástil encumbrados,
o en una esquina pétrea firmes apontocados,
inútiles en sendas por las que voy andando
con la congoja huella del tiempo mancillado…
Espinas de zarzales rodean pasamanos
de calles en ascenso, de piedra y de peldaños,
con troncos retorcidos fantasmas del pasado.
Papeles de un archivo ponen fecha al engaño
de que antes hubo vida: había un dispensario…,
y una piscina nueva, hoy su fondo quebrado;
e iglesia y sacristía, sus muebles arruinados;
y un hueco de escalera que sube al campanario…
ni los herrajes quedan, que ya se los llevaron…

Castillos en la escuela; rotos sus encerados;
las aulas destrozadas sin mesas y sin bancos,
añoran regocijos, recreos…, los dictados…
carreras en la plaza desierta, sin un banco,
el pedestal desnudo y una inscripción en blanco
borrada por el tiempo de un tiempo ya pasado.
Hay un salón social con cine, para el amo;
y zona de deportes. Y corrales pensados
para criar gallinas, cerdos, conejos, patos…

Toco la puerta y entro. Brilla un suelo encerado.
Las hojas, entreabiertas, documentan un cuadro:
enfrente un hombre escribe; hay flores en el patio
y niños que salpican de risas los espacios.
Una mujer morena de soles y de abrazos,
quizá la que me abrió, delante va mostrando
la sala de los niños, la cocina y un cuarto
donde la ropa limpia espera su planchado…
Y subo la escalera, pues me ha cedido el paso
para que en la otra planta admire… De un portazo
como de catacumba, que el viento ha provocado,
se ha levantado polvo de muchos, muchos años,
y el suelo de ha vestido de telaraña y guano.
Del marco y de las jambas astillas han saltado;
un vidrio de ventana con suerte se ha salvado,
y nubes de murciélagos el vuelo han levantado:
colgaban del carrizo de techos quebrantados,
chillan su algarabía sombras sobrevolando,
y en su galimatías mi ensueño han despertado.
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