Foto de P.G.G. Playa da Traba, Galicia.
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Incomparable capacidad de sintetizar lo
que está sucediendo ahora mismo en el mundo: en cada continente; país; ciudad; pueblo; comunidad de vecinos; familia; grupo de amigos…
KILÓMETRO 0
Todo es empezar.
Estoy viendo fotos, y me reencuentro con
las vacaciones que compartimos en Galicia.
“Camiño dos faros”: senda por acantilados
golpeados por el océano. Naturaleza salvaje. Paisajes sobrecogedores y playas
solitarias.
Unos preciosos y diminutos pies verdes
pintados en las rocas son hitos que nos guían por estrechos senderos, invadidos
por “toxos” (tojos) puntiagudos que siempre nos dejan algún recuerdo.
Atardeceres inolvidables desde Monte
Blanco y mágicas puestas de sol en el faro Roncudo. “La cabeza non para”,
exquisito orujo casero que nos ofreció el amigo Isidro en su tasca de Traba.
Otra vez bajo la sombra de una amable parra.
Indómito mar gallego.
Seremos pacientes. Volveremos a empezar
desde el Kilómetro 0.
De Pedro García García
23/marzo/2020
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Mi madre fue madre soltera de mellizos a
principios de los años ochenta.
Por eso yo no tengo un libro de familia.
Tengo un libro de filiación con suena a
enfermedad mortal del medievo.
Porque, al parecer, sin un padre es
imposible la familia.
Por eso en mi Documento Nacional de
Identidad aparece que soy hijo de mi madre y de un tal José.
No sé quién es José pero tenían que poner
un nombre a efectos de notificaciones.
Mi madre fue madre soltera y a los cinco
años nos fuimos a vivir con su novia que se convirtió en mi segunda madre.
Del hecho de tener dos madres lo que
siempre me preguntan es si nunca he tenido la necesidad de conocer a un padre.
Yo respondo que cómo se va a echar de
menos algo que no has tenido.
Sería como decir que necesito escuchar
una canción que no sé que existe.
Tan ridículo como anhelar volver a un
país que nunca he pisado.
Al final parece que el único modelo que
lo ordena todo es el de la familia tradicional.
Y que todo lo que no encaja en ese
parámetro es desestructurado.
Tiene algún tipo de carencia.
Le falta algo.
Podríamos empezar a aceptar que hay
familias en las que no existe una figura paterna.
Y no pasa absolutamente nada.
Familias en las que son las madres las
que han tenido que asumir absolutamente todas las responsabilidades porque los
padres se desentendieron, las abandonaron o que al separarse los padres no
asumieron las cargas económicas y emocionales que la paternidad conlleva.
Familias en las que las madres enviudan y
tiran para delante.
Familias como la mía en la que dos
mujeres lesbianas que se aman nos enseñan lo diverso y hermoso que es el mundo.
Igual que deberíamos dejar de dar por
sentada la orientación sexual de las personas y presuponer su heterosexualidad.
Igual que deberíamos de dejar de asumir
la identidad de las personas antes de preguntarles a ellas quiénes son.
Deberíamos dejar de educar en la falsa
creencia que una familia es una única cosa que viene determinada externamente.
Porque nadie puede decirnos qué es
familia.
Nadie puede darle "otro nombre"
a nuestras familias porque no somos familias de segunda o disfuncionales o
menos familias.
Porque para que haya una familia lo que
tiene que haber es afecto y cuidados.
Y para que eso se dé.
Para que el amor se conjure.
No hace falta un padre.
de Roy Galán
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En el paisaje penumbra, y asomado al
abismo el vértigo que confunde una puesta de sol con la deflagración de una
bomba.
Para qué tanta matemática, si la
respuesta a tanta pregunta se encuentra en la taza del Water y la solución
al problema está en el agua que limpia tanta inmundicia.
Tras el paisaje el dibujo de un niño, la
espiral que se repite y los carnívoros que se comen a los herbívoros.
Quizá fuese el agua el principio, pero es
que ahora el petróleo en la bolsa tiene un valor añadido.
Las mujeres y los hombres se atraen para
crear una nueva vida, aunque después, con los años, esa atracción los destruye.
Algunos no temen perecer ahogados en el
agua la vida, ni adquirir en la selva la malaria o acabar en el desierto sus
días sepultados por una tormenta de arena.
Esos son los que no se amedrentan un día
de huelga, cuando cargan los antidisturbios.
Hay una mujer que se arrastra hasta
formar parte del suelo, es un peón derrotado que ya no teme cual será el
resultado de la partida.
Una figura en la sombra puede mostrarnos
los temores que habíamos olvidado cuando nos hicimos adultos.
De Josef
Antoni en lucha
“El
poeta que perturba la calma”
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Palabras para un encierro
hay una torre
invisible
un laberinto de monedas
que sube hasta el cielo
una red de fibra óptica
-tejida con el sudor
hambriento de los pueblos-
por ella circula
este abrazo del nunca
invisible
un laberinto de monedas
que sube hasta el cielo
una red de fibra óptica
-tejida con el sudor
hambriento de los pueblos-
por ella circula
este abrazo del nunca
hay una torre
invisible
invisible
arriba del todo
los obispos del dólar
teclean sus cifras de muertos
y el decimal
infinito
de sus beneficios
los obispos del dólar
teclean sus cifras de muertos
y el decimal
infinito
de sus beneficios
abajo de la torre
sujetando
están los desheredados
sujetando
están los desheredados
se miran
se dan la mano
se levantan
se dan la mano
se levantan
y, entonces,
la torre tiembla
la torre tiembla
de Mar Benegas
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24
La vida de las abejas
“…las
abejas son imprescindibles para la vida de la humanidad.” –Había concluido la profe, y con un plagio a Maurice
Maeterlinck en mente, en un tono cómplice, continuó:- “Y ahora os voy a contar
un aspecto sorprendente de la vida secreta de las abejas…”
Una niña de unos seis años, desde las mesas
del fondo, mantiene de forma intermitente la mano levantada agitándola con
viveza. Luego pone los codos sobre el tablero del pupitre, los puños cerrados
bajo la barbilla y, con un gesto enfurruñado y los ojos como platos, mira
fijamente al frente a la espera de una pausa de la maestra, que se esfuerza por
mantener la clase bajo control, pide silencio, llama al orden a un par de niños
y reclamaba la atención a todos los demás, que hablan entre ellos como
gárrulos, momento en el que la niña repite el gesto: levanta la manita y la
agita acompañándose de su cuerpecillo, no como un saludo o despedida, sino más
bien como si se lanzara flecos al viento como reclamo para ser vista y atendida
en su demanda. Hace caso omiso la profe
a todo lo que no sea su idea, y retoma sus explicaciones con disuasoria
seguridad para conseguir que todo el alumnado escuche y entienda la importancia
de su exposición:
“…son tres los tipos de abeja que forman el enjambre: la reina, que es única en cada colmena
y provee de individuos a la colectividad: de ella nacen las nuevas reinas que
formarán otras colonias a su tiempo; las obreras,
que recolectan el néctar de las plantas en la época de floración, fabrican los
panales y la cera; producen la miel, construyen y cuidan de los nidos para
depositar los huevos, y dirigen, gobiernan y protegen la vida del enjambre; y los zánganos (macho de la reina), cuya misión es fecundarla para dotar
de individuos a la colmena…
“La posición que ocupa la reina en el
enjambre está cuidadosamente codificada en la naturaleza de las abejas, pues de
ella depende la existencia de la colonia: vive en un palacio construido solo
para ella; disfruta de la mejor alimentación elaborada por las obreras (jalea
real); la cuidan y la protegen con las más altas medidas de seguridad, y
dispone de todas las comodidades para desarrollar su cometido. En toda la
temporada sólo sale de la colmena una vez, y es para cumplir con el mandado
objeto de su preparación: aparearse y dotar a su comunidad de ciudadanos. Para
ello, después de fortalecer su salud con los mejores alimentos que le
proporcionan las obreras, decide el momento de la cópula para ser fecundada y
convoca a los zánganos al palacio real. Y comienza el cortejo. La reina sale
por primera y única vez de la colmena en el vuelo nupcial seguida por los zánganos,
vuela hacia arriba en una carrera por alcanzar las más altas cotas posibles, y
los zánganos la siguen frenéticos ascendiendo en su persecución: para ello
también se han preparado alimentados por las obreras, a la espera de la llamada
real. En la carrera nupcial van desistiendo los más débiles, que caen
desfallecidos al suelo; luego van cediendo los que se agotan por el esfuerzo y
no soportan la presión ni el ritmo del ascenso en la persecución de la reina,
hasta que solo queda uno: el más fuerte.”
La niña aprovecha el instante en que la profe toma aliento, y levanta y agita
una vez más la mano como si un gorrión revoloteara por encima de las cabezas
del aula, pero sin éxito.
“En ese momento, -sigue la profe,- a una enorme altura, tiene lugar
el encuentro. La reina, fresca y lozana, y el zángano ganador, agotado y feliz,
se unen en el abrazo sexual, en el que la reina queda fecundada.
“Luego del abrazo, al desacoplarse, el
zángano se descompone como un muñeco de trapo, y cae al vacío desintegrándose.”
La profe
hace un silencio que aprovecha otra vez la niña, levanta el brazo, lo agita sin
esperanza y lo baja en un puño que acompaña al otro para amasar sus mofletes, y
recibe el discurso con su enfurruñamiento acodado al pupitre.
“La reina,” –prosigue la profe-, “en un gracioso vuelo, regresa a
su colmena sin dudar ni un momento en la ruta, se aposenta en su palacio e
inmediatamente se dispone a poner huevos sin descanso, ya que las obreras lo
han dispuesto todo para la esperada ocasión.
“Unos dos o tres mil pone al día.
“Y eso es lo que deseaba contaros. ¿Alguien
quiere hacer alguna pregunta? ¿Nadie? A ver, Anita, ¿tú querías decir algo¿”
La niña se levanta de un brinco sobre sus
piernecitas como movida por un resorte, empieza a gesticular, se le arruga la
frente en un esfuerzo por ordenar las palabras que tiene manoseadas para la
ocasión, se le abre una sonrisa de oreja a oreja, se pone seria y, con una voz
vacilante, pero decidida, sin dejar de moverse y retorcerse ante el pupitre, interroga
a la maestra y a toda la clase:
-Pueees… puees que noooo… que no entiendo…
no entiendo por quéeee… por quée mi papá llama reina a mi mamaaaa, yyy mi mamá dice queee…, que mi papá es uun… un
zángano…
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