martes, 17 de marzo de 2020

NADA




Animales de compañía
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NADA

Nieva en la galería del olvido:
algunas gotas se deshielan, van
desnudando las vigas y el desván.
Aquí no queda nadie. ¿A qué has venido?

de jesús urceloy
en “Berenice” y "Piedra vuelta"
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NO PASA NADA

Parecen razonables las señales
del halo estroboscópico,
y entramos al camino
sin darnos cuenta en un mundo distópico.

El paso que ahora damos
bajo la luz de sombras de un candil
¿cómo saber si un día
nos va a llevar afuera del redil?

Tememos el engaño de que el juego
dependa del ahínco del testigo
y, una vez dentro,
ya nadie pueda abrirnos el postigo.

Son suaves las palabras que halagan los sentidos:
Letanía.
Amarga desazón, y en la memoria
esas historias de la distopía...

pb
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DATE A VOLAR

Anda, date a volar, hazte una abeja,
en el jardín florecen amapolas,
y el néctar fino colma las corolas;
mañana el alma tuya estará vieja.

Anda, suelta a volar, hazte paloma,
recorre el bosque y picotea granos,
come migajas en distintas manos,
la pulpa muerde de fragante poma.

Anda, date a volar, sé golondrina,
busca la playa de los soles de oro,
gusta la primavera y su tesoro,
la primavera es única y divina.

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
anda, camina por el mundo, sabe;
dispuesta sobre el mar está tu nave:
date a bogar hacia el mejor encanto.

Corre, camina más, es poco aquéllo...
aún quedan cosas que tu mano anhela,
corre, camina, gira, sube y vuela:
gústalo todo porque todo es bello.

Echa a volar... mi amor no te detiene.
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
date a volar, Amor, yo te comprendo.

Callada el alma... el corazón partido,
suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.

Para que tanta sed bebiendo cures
hay numerosas sendas para ti...
pero se hace la noche; no te apures...
todas traen a mí...

de Alfonsina Storni
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BATALLA ACAMPAL

Ya cansada,
agarrada a la aldaba,
llamaba a la sala banal.

A Lara, la gran dama,
la más alta daga dará
vasta nada fatal.

Varada, lasa, -Parca-
la casta, mansa Lara, vagará.

¡Mátala, Vasa! Al alba, ¡mátala!

de Juana Rivas Fernández
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NECESITO

Necesito tu nombre y tu apellido,
tu ausencia, tus palabras,
tus pequeñas mentiras,
tus preguntas, tus dudas,
tu número de móvil, tu silencio,
tus idas y venidas, tu desorden,
los tiques de tus compras,
el olor a loewe.

El ruido de la puerta cuando llegas.

de Marisol Perales Morillas
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23

La parcela de enfrente

En la parcela de enfrente sorprende el silencio. Sobre todo después de un fin de semana tumultuoso de bulla y jarana, en donde las voces predominaban durante el día, y el cante y las palmas atronaban hasta altas horas de la noche. Ahora tenía que notarse el rebullir y las carreras de los chicos, y las voces de los mayores intentando inculcar un comportamiento al que no están acostumbrados. Pero solo queda la tienda grande; varias más pequeñas debieron desaparecer ayer, mientras salí al monte, y con ellas una nube de adolescentes que mantenían distraídos a todos los campistas. Eran bulliciosos: esa adolescencia de la edad cubría una escala descendente contaminada con la sabiduría de los mayores y replicada con los pequeños con una audacia imprevisible. Había hermanos y primos, quizá algún amigo, y analizaron el camping como depredadores de sensaciones y descubrimientos ante el abandono de sus mayores, que parecían considerar la incursión como una liberación de responsabilidades en campo abierto sin leyes perentorias que obligaran a un comportamiento concreto. Entraban en los avances, preguntaban inconveniencias, vulneraban intimidades y comprometían las relaciones tocando y amenazando los bienes que en circunstancias normales se respetan aunque parezcan abandonados. Llegaron invitados por los de la parcela de arriba, a los que se les veía un poco abochornados. Ellos fueron quienes intentaron poner un poco de cordura e insinuaron que no debían seguir en el camping; aunque cabe la posibilidad de que estuviera prevista su estancia hasta esa última noche en la que lo dieron todo. Sí, es más probable. Pero me sorprende el silencio de la parcela de enfrente. Recuerdo la euforia de la tarde de ayer, cuando la desbandada: la euforia de los campistas cuando vieron llegar un par de coches y los evacuaron. Yo no coincidí con el momento: mi estancia en el recinto suele ser puntual, sobre todo los fines de semana, porque me agobia el ajetreo de las visitas y la afluencia de gente dispuesta a darlo todo en el monte. Pero surgió la calma y, como una bandada de pajarillos que levanta el vuelo y se aleja formando nubes cambiantes en una impresionante coreografía, así desaparecieron los cánticos, trinos y peleas llevados en las alas de dos bugas quizá un poco ostentosos, y al tiempo sucios y magullados, atronando la calle principal hasta que se perdieron por las curvas hacia el puente de la garganta junto con un goteo de los campistas que regresaban a casa por motivos de trabajo u otros planes. Queda la tienda grande. Sus telas ocupan el fondo de la parcela, pero no hay signos de vida. Puede que no hayan madrugado. No reparé en ellos cuando salí al amanecer, y tampoco cuando regresé a media mañana: aún estaban cerradas sus cremalleras. Nada hacía suponer que estuvieran o no. Era lunes y, en mis ocupaciones habituales, sentía esa tranquilidad perdida como una carencia subliminal. Ordené algo en la parcela, me aseé y bajé al pueblo, lo que me ocupó gran parte del resto de la mañana. Siempre hay compras que hacer, reponer suministros, alguna visita… Regresé a mediodía y, sólo después de distribuir las compras y preparar la comida, los sorprendí dubitativos entre las telas, a la sombra protectora de un toldo de rafia que habían improvisado cruzando, con cierta torpeza, unas cuerdas, a todas luces inadecuadas, entre los troncos linderos de la parcela, ampliando la cobertura íntima de la habitación de lona. Se han abrazado junto a la cremallera, a la sombra, y han vuelto a desaparecer dentro de la tienda. No se oye ni el vuelo de una mosca. Ha sido como un relámpago. No sé si ha sido cierta su presencia, o se trata de una percepción onírica. Hace un sol de justicia. Noto el zumbido de un ventilador, quizá de un pingüino. A veces un susurro. Cuando cede el calor, ella sale. Su bikini negro resalta el moreno bajo una camisola abierta. El sol horada sombras troqueladas por las ramas de los álamos. Discretamente, él se ha unido a ella, se han sentado ante la mesa de camping, sobre la que ella había puesto algo fresco de beber, y un bol con algo para picar. Charlan bajito. Se miran. Se sonríen. Los anfitriones pasan y los observan comprensivos. Yo, respetuoso, intento pasar desapercibido y me esfuerzo por ignorarlos. Y lo consigo: ya no están. Quiero pensar que oí el quedo retirar de sillas, los medidos pasos hacia la penumbra posterior, el siseante susurro de la cremallera... Las parcelas contiguas están vacías, y el silencio casi se mastica. Un zumbido sordo de ventilador, quizá un pingüino, es la única señal de vida. Hubo un instante que me alarmó: un sollozo, un quejido, algo parecido, pero insignificante y efímero. No le di importancia. Cae la tarde. Un farolillo de camping cuelga tembloroso de la cuerda que sujeta la rafia. Proyecta luz sobre la mesa. Ella ha sacado algo de picar a su luz difusa; algo de beber. Sale él de entre las telas, y la acompaña con un mohín de cariño. Poco después ya no están. Pasan los anfitriones, miran la tienda cerrada; sonríen...
      Es tarde: lucen las estrellas. Escucho la voz suave de la chica. Está en la parcela de arriba, con los anfitriones. Ríen. Recuerdo los gritos y las llamadas al orden de otros días... es el mismo timbre meloso.
      Él está sentado enfrente, en su parcela, bajo el improvisado toldo de rafia; la luz del farolillo de camping alumbra una cara relajada, pasiva... Poco después se incorpora y sube arrastrando los pies, con una beatífica sonrisa iluminándole el rostro...
      Sorprende el silencio de la parcela de enfrente.
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COSAS DE POCA IMPORTANCIA
(caótico índice de “poemas robados”, 2009)

 …cosas de poca importancia.
León Felipe

JULIO CÉSAR NAVARRO se diluye
sobre los sentimientos más profundos.
RAQUEL se desdibuja: cuando llega
ESTHER está sumida en los exámenes,
ADELA en la memoria de su pueblo,
MARISOL con su escuela,
y ALICIA NAYA boga
por las aguas etéreas de Internet.
Igual que ANA ISABEL.
ÁNGELES CHOZAS
pelea con las letras y el bolígrafo,
sacándole partido
a su imaginación de niña grande,
y CRISTINA, (Doal), respetuosa,
rezonga por sus múltiples tareas.
ESTRELLA mira todo como estrella.
PEPE CARRANQUE lucha
por entender su más hondo suspiro
pendiente de que no se le adivine.
TONI rompe los moldes, los esquemas
con su mirada crítica cortante.
MANUELA SOLA trae ecos de fuera,
(su voz de miel, su acento de nostalgia…)
LOLA MENDOZA busca… entender, entender
en pasos, risas, ojos infantiles.
PERALES, -Marisol-, con sus asuntos.
Frágil, torpe, molido y entrañable,
Don MIGUEL DE FRANCISCO nos inunda
con la disparatada condición
de su imaginación,
y TIRSA CAJA
buce los caminos de la red.
MERCEDES recupera sus ansias de futuro
con un presente triste, doloroso.
HELENA compagina su entusiasmo
desconcertada por sus compromisos,
con su dedicación gratificante.
CONCHI nos trae miradas:
el aire de la calle, la sombra de la esquina…
MARÍA JESÚS, callada, silenciosa,
divulga lo que importa
con su grano de blog.
JOSÉ ANTONIO GARCÍA lucha en frentes
dispares, elevados, con la cabeza alta;
JUANI RIVAS derrocha humor y rima
para ocultar lo que ella sólo sabe,
y CARMELO se fue por un trabajo
a la espera de nuevas perspectivas.

Ya ves, poeta, qué te has encontrado:
cosas de poca importancia.
Hasta JESÚS, cumplido caballero,
antes que profesor fue compañero.
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