martes, 10 de marzo de 2020

DE AMICITIA



Casa del Burguillo
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DE AMICITIA

Precisamente por amor
las bibliotecas, el país, las salas
de espera, los bares,
los dioses que entre labios se despiden
y el pulcro caminar ante un convencimiento
hacen de este poema esencia tuya y mía.

Por el odio,
el rasgar indecible de unas uñas pintadas
sobre un torso masculino,
la verdad y sus nombres,
la miseria y sus rostros,
te contaré que has de sentir un golpe
que te obligue hacia un cuerpo y su lectura.

Por el cuchillo
que en un plato distancia a un hombre
de otro hombre, la certeza
fingida de un anciano al descifrar
entre basura cartas, versos
para su propia muerte, imploro
que me escribas,
amigo del siglo venidero.

Yo, por la palabra desoída,
el viento, la escritura
y el dolor que almacenan los años
juro leerte,
aunque por mi transcurran
las imprecisas palabras y los días de ocio.

de jesús urceloy / piedra vuelta (2014)

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FRONTERAS

Tenía un amigo árabe
que escribía versos
en las paredes enteladas de un hotel.

Viajaba de madrugada
con un mono azul,
transportaba jaulas de ropa sucia
desde Madrid a Cracovia,
hacía parada en París y en Roma,
a mediodía comía en Amsterdan
y si le daba tiempo
merendaba en Copenhague.

Por la noche,
era aparca coches de traje gris con levita,
entonces
dejaba sus versos en los parasoles de los mercedes,
esperaba
que sus palabras derribasen las fronteras
por las que él pasaba
a lo largo de los días.

Sus palabras, mi viaje.

de María Jesús Silva
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DEL TIEMPO Y LA SALUD
  
el clima es un hábito del cielo
que a todos da que hablar
podemos añadirle
una trompeta al sol y vínculos al viento
se extiende en una nube la querella
que abre el apetito de vocablos
qué frío hace este invierno
qué mal que se acostumbra la raíz
cómo envidio el letargo de los osos
y la respiración pausada en cuevas
de ayuno y argamasa
y luego en el recinto del verano
de vuelta a la sustancia del ardor
si te contara yo y supieras
      la rosa que peleo en esta duda
y cada uno insiste en sus escombros
y cada cual se pliega en su corbata
y qué le vas a hacer
si de esa enfermedad nadie se ha muerto
si el tiempo no acompaña a sus raíces
si somos como humo en este himno
y en un balcón del rostro
quisieras encontrar perenne atuendo
vestirse con escarchas las más nítidas
no andar siempre mudando de escafandra
mañana es otro día de perplejas
intenciones que huyen cuando nacen
y como no hay tejados
      donde esperar sin miedo
      vuelves a tus ventanas para ser
      que te mejores gracias

de Helena Rodríguez
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DEBO IRME

No me quiero quedar en este sitio
mucho tiempo.
No quiero que me atrape este mar
de palmeras,
este ramo de luz, que me despierta
y me llena de sueños imposibles.
Debo ir a otro lugar, donde el aire no cante,
donde las olas no abracen
con su ritmo de tango enamorado.
Donde el oro macizo de la tarde
no encienda las violetas.
Debo irme de aquí,
debo irme,
debo ir mar adentro.

de Marisol Perales Morillas
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22

Casas del Burguillo

Una pantalla anuncia el desvío hacia la Reserva de Iruelas. Levanto el pie del acelerador y freno para tomar la curva. El coche dibuja la parábola, cruza la carretera por debajo y se interna en el Valle por una sinuosa vía que baja hacia la presa. A la izquierda se hunde el barranco del Alberche. A la derecha el monte escamotea las Casas del Burguillo. Antes de llegar a la presa un pequeño torreón marca la entrada de Las Casas. Herrumbroso, un portón cierra el paso. Dejó ante él el coche, y lo cruzo por un roto. Son tres calles; forman una espiga que se une al fondo. Tramos de escaleras de piedra las unen en la ladera. Las casas son de dos plantas, de sólidos sillares, todas iguales, amplias, con un patio en donde se encuentra el lavadero y el gallinero. Hay un templo con una torre cuadrada; un salón social donde se celebraban fiestas, ágapes y proyectaban cine; una plaza con un pedestal de busto ausente; un dispensario médico y una escuela; y una zona recreativa con piscinas. Al fondo, donde se juntan las calles, construyeron pistas deportivas; más arriba está el transformador de la energía y, junto a la carretera, el depósito de agua. El poblado se construyó para alojar a personal directivo de las obras del pantano. Más tarde cambió de usos, y lo ocupó la comandancia de la Guardia Civil de la zona: es probable que de esa época sean las reformas. Posteriormente se utilizó como campamento de verano durante algunos años, hasta que sus deficiencias cuestionaron la viabilidad de su mantenimiento.
El abandono ha hecho presa del poblado, y el monte, poco a poco, va adueñándose de las escaleras, de las calles, de la plaza… algunos cielos rasos se han venido al suelo, y la curiosidad y el pillaje han hecho presa en él. La espadaña vacía sobresale triste, y en los rincones oscuros cuelgan racimos de murciélagos…

He visitado el pueblo. El pueblo abandonado.
Abandonado yace al viento y al fracaso.
En sus calles semillas vigorosas brotaron
embozando las piedras que sudores crearon…
Los techos no resisten el paso de los años.
Los ventanales crujen. Se agrietan los tejados;
hay puertas que no abren, o que han descerrajado
y enseñan sus vergüenzas y enseres olvidados:
armarios de dos puertas sin nada en su regazo;
camas desarboladas de hierros oxidados;
somieres estridentes de muelles estirados,
o de tenaces lamas al agua y al desánimo;
cocinas amuebladas; fogones apagados…

Faroles en las calles muestran el desencanto
con sus cristales rotos a un mástil encumbrados,
o en una esquina pétrea firmes apontocados,
inútiles en sendas por las que voy andando
con la congoja huella del tiempo mancillado…
Espinas de zarzales rodean pasamanos
de calles en ascenso, de piedra y de peldaños,
con troncos retorcidos fantasmas del pasado.
Papeles de un archivo ponen fecha al engaño
de que antes hubo vida: había un dispensario…,
y una piscina nueva, hoy su fondo quebrado;
e iglesia y sacristía, sus muebles arruinados;
y un hueco de escalera que sube al campanario…
ni los herrajes quedan, que ya se los llevaron…

Castillos en la escuela; rotos sus encerados;
las aulas destrozadas sin mesas y sin bancos,
añoran regocijos, recreos…, los dictados…
carreras en la plaza desierta, sin un banco,
el pedestal desnudo y una inscripción en blanco
borrada por el tiempo de un tiempo ya pasado.
Hay un salón social con cine, para el amo;
y zona de deportes. Y corrales pensados
para criar gallinas, cerdos, conejos, patos…

Toco la puerta y entro. Brilla un suelo encerado.
Las hojas, entreabiertas, documentan un cuadro:
enfrente un hombre escribe; hay flores en el patio
y niños que salpican de risas los espacios.
Una mujer morena de soles y de abrazos,
quizá la que me abrió, delante va mostrando
la sala de los niños, la cocina y un cuarto
donde la ropa limpia espera su planchado…
Y subo la escalera, pues me ha cedido el paso
para que en la otra planta admire… De un portazo
como de catacumba, que el viento ha provocado,
se ha levantado polvo de muchos, muchos años,
y el suelo de ha vestido de telaraña y guano.
Del marco y de las jambas astillas han saltado;
un vidrio de ventana con suerte se ha salvado,
y nubes de murciélagos el vuelo han levantado:
colgaban del carrizo de techos quebrantados,
chillan su algarabía sombras sobrevolando,
y en su galimatías mi ensueño han despertado.
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