domingo, 30 de diciembre de 2007

Te espero

Te espero en el correo, como siempre,
-memoria de tu ausencia-,
con mis ojos abiertos
y mis brazos tendidos
al infinito de tus soledades.

Entrelazado en el vaivén oscuro
de tu mar desbordado,
esa puerta que queda en la penumbra
cuando a la luz incierta te diriges,
siempre va a estar: camina

y olvida silabeando tu canción.
Es final de una etapa que al enfrentar desnudo
te hará más fuerte, irónico, lucido…

…yo entonces, hoy y siempre,
espero en el correo
noticia de tu ausencia.

pbernal/2007

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Empapelamos los vacíos con tus protestas

Melancolía en el país de las mañanas. La gente quiere cargarse la navidad a hachazos y no se cómo pedirles un poco de calma. Me refiero al vaso de leche que me acaban de servir mis manos. Miro a través del sueño y veo a un hombre nieve, hombre con gorro y un suave deje de amargura pero también de dignidad. Está solo. Pide su café y lo toma con gesto despacioso reconcentrándose en los bonitos ojos de la camarera. Bonitos ojos le dice con su sonrisa y ella, princesa del barro y el buen humor, le devuelve el gesto con una timidez supersónica en los labios. No se por qué, pero el hombre se empeña en duplicarse y se sienta cerca. Habla con su hijo, o no, es su hijo el que le comenta una incertidumbre y ese hombre está más contento que nunca. Contento de no ser un perdible y contento de que su nene padre acuda a su choza como si fuese un borges de barrio y su cabeza contuviese casi la mitad de las respuestas. Al menor descuido, me vuelcas negaciones sobre la falsedad y la fiebre que llena todas estas mareas. No hay espíritu. Lo hay, respondo sin mutarme. Pero quizá no en proporción supermercado. Revisa relatos, tus relatos, de estas semanas. Mira dentro: mineros pacientes de la alegría. Es novedad y estamos los dos solos en mitad de la calle. Sonríes y miras el cartel. O es el cielo. Los dos solos. Empiezas a cantar y nunca te había escuchado esa canción. Quiero todas tus (también protestas) para mí.
Es navidad dentro de tu cuerpo.

sábado, 22 de diciembre de 2007

El Gran Anfiteatro

Paz y Justicia para todos
Feliz Navidad


Señoras, señores, estamos ante el gran anfiteatro
seres sin protección lanzados al asfalto
donde la reflexión es pura pantomima.
Séneca dormido para siempre
y Nerón afinando su Lira.

La atención no se inventa, se aparece
en una esquina atravesando la noche.
Uno solo es suficiente público
estamos ante el puro espectáculo
buscando la aparición permanente.

No vale todo en la academia de la vida
que se pudre a cada momento en la ignorancia
engarzada a la vuelta de un telemando cualquiera
que salpica de brutalidad nuestros sofás
repetidos, vulgares, saldos de IKEA.

Casi no se oye nada nuevo
la sonrisa ha desaparecido con la estridencia.
Volvemos naciendo con imágenes aprehendidas
envueltos con vísceras trituradas y enlatados.
Un regalo en bello celofán.

Caminamos sin haber despertado nuestra piel
entre sombras que se pierden a lo lejos
donde Sócrates y Homero quizás
nos estén esperando...
agazapados.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Felices navidades a todos

Queridos compañeros y ya amigos:



Aunque hace poco que nos conocemos, el mágico trasiego de la poesía creo que nos ha unido de una forma cómplice y familiar a la vez. Y por eso no puedo dejar de desearos unas muy felices fiestas a todos y que el próximo año 2008 colme vuestras expectativas.



Amigos siempre:

campanadas de risa

cuando nos vemos.



En torno al verso

adiestramos acentos,

domamos verbos.


* * *


Espada fresca de palabras: labio.

Afluente humilde del poema: verso.

Ausencia pura de la esencia: luto.

Nostalgia, llanto, Hierro, José Hierro.



Pasión por Lope y por Quevedo: Hierro.

Puñal de luz en la palabra: Hierro.

Poeta ingente sobre todo: Hierro.

Silencio duro como piedra: Hierro.




¡Feliz Navidad y poético año 2008!

martes, 18 de diciembre de 2007

Crítica

Me convenciste, Gonzalo. Os deseo felices fiestas ahora porque no puedo ir el jueves (Siempre me pierdo las mejores fiestas).


Crítica pura

sólo para aludidos

y para los que guardan

en el tártaro sus retinas.

Crítica sencilla

y es más

dolor y sonrisas

panteones subrayados

manipulación de los labios

y el aliento

cuentacuentos sin final

ni principios

acusar a los astros

y recurrir a las aceras.


Crítica para el ustedes

más impersonal

sarna con gusto del poder

encerados

guillotinas

filias y novias

la maté porque era el día

o

si

quizás

hambre agónica

de los buitres.


Critico

a los que toman mi ejemplo

porque ellos serán

criticados

eufemismos y malsonancias

no es tan malo

y una cabeza enriquecida

y otra más

coronas y coronarias

azuladas.


Crítica

únicamente

para aludidos.



Clon Fdez

Poema perdido de Rimbaud

Revolviendo en la biblioteca de mi recuerdo, encontré este poema que firmaba un tal A. Rimbaud. Pero ¡vaya usted a saber! Si yo es otro igual pudiera ser que yo fuera él... ¿O no?

Pelé las palabras.
Me descubrí en el fondo,
trabado en un cieno pantanoso
minado con trampas colosales,
erizado de sables asustados,
matriarcado tiránico y clasista.

Huí despavorido hacia el abismo.
Apenas diecinueve otoños abrasados
en una combustión inacabable:
ardieron los filos de mis versos,
prendieron los hilos de mis sueños,
llovió un dolor universal, clarividente,
y caí en picado,
Ícaro escarnecido.


* * *

Pelé el silencio.
Lo ahogué en alcohol.
Mi contorno se desdibujó lento
y lo que fui se diluyó en el borde de mis ojos.
Aun así, en mi conciencia residual
seguía percutiendo insistente
un oráculo impenetrable y anónimo:

“Lo venidero es futuro imperfecto,
subjuntivo que sobrenada en la duda,
como tú y tu nada irreversible”.

Lo entendí en un súbito fogonazo
al buscarme en los posos de mí mismo.
La poesía agonizaba en mi interior
y tuve que extirparla, como hice antaño
con las verdades luminosas de la infancia,
para dejarla exenta e indefensa,
latiendo aún entre mis manos,
ante el cínico negocio de la vida.

Después les escupí en la cara
y me reí de sus ripios decadentes.
Luego se los devolví engastados
en la luz terrible de las nuevas palabras
recién traídas del infierno.

* * *

Al final no dejé títere con cabeza.
Otro con mi nombre y con mi cara
vivió dieciocho inviernos más
dando tumbos por el mundo,
pervirtiendo la conciencia con el lucro,
confundiendo poesía y desmesura,
aleando atrocidad y corazón.
Porque lo cierto es que yo tampoco sobreviví.

A. Rimbaud
Teniendo en cuenta la tremenda bronca de ayer por no colgar textos en el blog, ahí va otro, esta vez en prosa, sobre el proceso creador.




La muerte lenta
Fernando Lorente


La verdad es que la escultura es lo más parecido que conozco a una muerte lenta. Lentamente la piedra, sobre todo la piedra, entrega con un dolor morosamente destilado el secreto que guarda con celo. Parsimoniosamente el escultor lucha hendiendo con amorosa furia, con detallada conmiseración esa piedra que pugna, pasiva pero tozuda, por mantener su integridad... Yo lo veo en la dureza de las esquirlas que arranca cada golpe de cincel, de martillo, y lo siento en cada latido de mi corazón que, como un sofisticado dispositivo de escudriñamiento, pulsa, palpa, sondea con el eco de su torrente rojo, como un mensajero de mis inquietudes, como un heraldo de mi propia búsqueda.

Muchas veces me vence la piedra. Por más que penetro en ella, por más que conquisto golpe a golpe cada uno de sus baluartes, no alcanzo a contemplar otra cosa que un atisbo de la posibilidad que yo mismo he desmenuzado y destruido. Ya no hay vuelta atrás... Un escritor puede empezar de nuevo, un pintor también: la belleza, el horror o lo que quiera que persigan está dentro de ellos mismos, viven y duermen con el motivo de su devoción. Todos los folios en blanco son iguales, como lo son también todos los lienzos vírgenes.

Un escultor de piedras es distinto. Un escultor como yo, por lo menos. Cuando veo una piedra se desencadena de forma automática mi proceso "creador", entre comillas. Digo "entre comillas" porque opino que nadie crea, simplemente se limita a recibir multitud de mensajes más o menos explícitos a través de todo lo que le rodea, de todo lo que ve, oye, huele, toca... y de relacionarlos en un posterior proceso de análisis e interpretación. Yo, como escultor de piedras que soy, estoy más a merced de mi material de trabajo. No llevo conmigo más que un equipaje de sensaciones y experiencias, de conocimientos e ignorancias a medio hacer, que no adquieren cuerpo ni se manifiestan en toda su plenitud hasta que se ven enfrentados a la piedra. Es en esos precisos instantes cuando recibo la primera respuesta a mi primera pregunta, una de las muchas que enunciaré a partir de ella. Se basa en las impresiones iniciales que me produce la piedra... Puedo contar con los dedos de una mano las veces que una piedra me ha ofrecido la visión prácticamente final de la labor que debía realizar. En cada una de ellas me dije algo como: "Esto es lo que hay dentro de la piedra y es lo que debo de conseguir". En esos casos el trabajo fue rápido y fácil. La piedra era mera portadora de su contenido y tenía prisa por dejarse sacrificar para mostrármelo cuanto antes. Parecía que sintonizaba a la perfección con mis movimientos y estoy por afirmar, incluso, que más de una vez me murmuró dónde y cómo cincelar y qué zonas no debía de agredir... En contadas ocasiones, sin embargo, la piedra está definitivamente muerta, me doy cuenta de que en realidad siempre lo ha estado, que no esconde nada en su interior, y ella misma se encarga de decírmelo de forma inequívoca, como si fuera acompañada de un certificado de defunción o de un manual de instrucciones de perogrullo para la confección de un pedrusco con otro exactamente igual de inútil... Pero en la inmensa mayoría de las veces ocurre que, cuando me enfrento a una piedra por primera vez, recibo como respuesta a mi primera pregunta un enigma que he de desentrañar, un texto fragmentario que he de completar, una insinuación de lo que debo de lograr, un fogonazo que me permite vislumbrar durante unas milésimas de segundo la estatua que anida en su interior y de la que sólo acierto a percibir una silueta tan difusa como sugerente. Es entonces cuando comienzo a sufrir con cada pregunta que va cristalizando en mi boca, y he de expresarla con sumo cuidado para que sus aristas no me hieran y para que la roca me devuelva una respuesta simple e inequívoca: "¿Cómo he de mirarte?" ... "¿Cuál es la posición en la que he de desentrañar tu secreto?". Por regla general es a partir de este interrogante cuando la piedra se crece, se hace díscola y juguetona, y las vetas que me permite contemplar van escribiendo un acertijo que unas veces es charada y otras simple chascarrillo hasta que, en un momento mágico -si estoy inspirado y tengo la suerte de percibirlo-, la piedra por fin se doblega y confiesa una por una las maniobras de despiste que ha ejecutado para mantener a su prisionero en el más abstruso anonimato. Si el azar me sigue favoreciendo la piedra consiente dócilmente y rinde su mineral a un vertiginoso desbastado, casi tan sencillo como desmoldar una pieza previamente vaciada en su interior. Si, por contra, la piedra se encastilla en una defensa numantina y se niega a capitular, su obstinación me obliga a desistir, a veces definitivamente, y el bloque más o menos intacto, termina por engrosar mi museo de piezas fallidas, mi cementerio de obras malogradas... Por último, una o dos veces en toda mi vida me he encontrado con la piedra que ya es la obra de arte que yo jamás podré realizar. No hay lugar para maniobra alguna, salvo la de favorecer su exposición buscando la postura más adecuada, la separación más sugestiva de sus partes con el fin de realzar la expresividad de su contenido. Esta piedra es la más difícil de valorar... En el diálogo que entablo apenas caben las preguntas, porque se me muestra como una respuesta en sí misma, como un manifiesto a voces de su potencia expresiva que destierra lisa y llanamente el menor roce del cincel.

En realidad yo no soy un "creador". Todas las esculturas que he realizado ya estaban allí, aunque sólo las viera yo. Mi único mérito ha sido estar ojo avizor y hacer lo necesario para que los demás pudieran admirar lo que yo contemplaba. Mi trabajo con las piedras ha consistido en intentar desvelar el secreto que guardan. El gran público sabe de mis éxitos, pero desconoce los muchos fracasos que cargo a mis espaldas. Esperan que esculpa la piedra que me encargan, que satisfaga los deseos de los que pueden pagarme... Pero no siempre es posible. No se puede encargar lo que no se sabe que existe. Por eso lo primero es observar, abandonarse ante la roca con la esperanza de recibir la iluminación, de caer del caballo camino de Damasco. Una vez que acontece de forma inequívoca, sé que puedo tallar la peña a oscuras y con una mano atada a la espalda. Es cuestión de certeza, pero también de conciencia recta, y recta ante todo ante mí mismo. Si me engaño, si me miento diciendo que lo que veo no es verdad y busco otra cosa, o si me traiciono y veo lo que no es sabiendo que no lo es, ocurre que las piedras se desmoronan entre mis manos. Y yo también…

La piedra no hablaba y debí dejarla como estaba. Pero me equivoqué. Después del primer golpe supe con absoluta certeza que lo que se me ofrecía era lo mejor que contenía. Y me volvía a equivocar porque tuve miedo. Mi error fue creer que esculpiendo me acercaba a lo que me pedían. Pero sólo es cierta la piedra y sólo importa lo que me diga. Insistí, pero ya no había nada. Estaba vacía de forma irreversible. Y yo era el culpable.

Poema perdido de Rimbaud

Revolviendo papeles en la biblioteca de mi recuerdo, encontré este poema de uno que firmaba como A. Rimbaud. Pero, claro, yo es otro, así que, ¿él es yo por ejemplo?


Pelé las palabras.
Me descubrí en el fondo,
trabado en un cieno pantanoso
minado con trampas colosales,
erizado de sables asustados,
matriarcado tiránico y clasista.

Huí despavorido hacia el abismo.
Apenas diecinueve otoños abrasados
en una combustión inacabable:
ardieron los filos de mis versos,
prendieron los hilos de mis sueños,
llovió un dolor universal, clarividente,
y caí en picado,
Ícaro escarnecido.


* * *

Pelé el silencio.
Lo ahogué en alcohol.
Mi contorno se desdibujó lento
y lo que fui se diluyó en el borde de mis ojos.
Aun así, en mi conciencia residual
seguía percutiendo insistente
un oráculo impenetrable y anónimo:

“Lo venidero es futuro imperfecto,
subjuntivo que sobrenada en la duda,
como tú y tu nada irreversible”.

Lo entendí en un súbito fogonazo
al buscarme en los posos de mí mismo.
La poesía agonizaba en mi interior
y tuve que extirparla, como hice antaño
con las verdades luminosas de la infancia,
para dejarla exenta e indefensa,
latiendo aún entre mis manos,
ante el cínico negocio de la vida.

Después les escupí en la cara
y me reí de sus ripios decadentes.
Luego se los devolví engastados
en la luz terrible de las nuevas palabras
recién traídas del infierno.
* * *

Al final no dejé títere con cabeza.
Otro con mi nombre y con mi cara
vivió dieciocho inviernos más
dando tumbos por el mundo,
pervirtiendo la conciencia con el lucro,
confundiendo poesía y desmesura,
aleando atrocidad y corazón.
Porque lo cierto es que yo tampoco sobreviví.

A. Rimbaud

lunes, 17 de diciembre de 2007

seguimos

el 3 de diciembre llegué tarde. un tren quiso parar el tiempo del mundo, y al no lograrlo no dudó en robarme el reloj y atraparme durante unos instantes. hacía frío.
el día 10 del mismo mes viajamos hasta la casa encendida para visitar la exposición de rimbaud, el hombre de las suelas de viento. hablamos después en un bar sobre juventud y barbarie, sobre talento y suerte, sobre el único libro publicado por el niño arthur y su despedida y su peregrinaje africano.
bien. ahora nos toca repasar, antes de que termine 2007. tenemos poemas llenos de viejos tópicos, mariposas y velas. tenemos ganas de leer y escribir y visitar museos. otras veces lo que nos gustaría sería quemar esos museos.
todo bien.
podemos hacer exactamente lo que nos venga en gana. ésa es la suerte del creador. inventar no tiene nada que ver con vivir o con revivir, sino más bien con anticiparse.

no os perdáis, por favor, la obra de teatro 'el año de ricardo', de angélica liddell, que se estrena la próxima semana en el centro dramático nacional de lavapiés.

hoy tenemos que revisar en clase todos los ejercicios atrasados. leer nuestros anagramas, darle la vuelta al nombre de las cosas y mudarnos a vivir a una isla. no es demasiado difícil.

recorréis un camino de cuestas y bajadas vertiginosas. no miréis al suelo. las instrucciones son las mismas que en las montañas rusas.

vamos a seguir leyendo a rimbaud. vamos a ser absolutamente modernos. vamos a promover el desorden de todos los sentidos. vamos a afeitarnos, a beber agua, a tropezar con los muebles, a correr para coger el autobús, a recibir un sms, a plantar una flor de pascua, a salir al balcón.
vamos a vivir como si fuera lo único que tenemos que hacer. vamos a olvidar la vanidad. la humildad es tan repugnante como la soberbia. vamos a mirar al sol a los ojos como si todos los días fuera a haber un eclipse. vamos a ser nosotros el eclipse.

salud. felices fiestas, no sólo en navidad. feliz viaje.

gonzalo e.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Imagina

Imagina tu vida en un momento
una pizca de luz en la mirada
una brizna de azul que lleva el viento
a tu lado, mejor de madrugada.

Se descubre ante ti, un mundo nuevo
un espacio sin fin, donde la nada
queda llena de voces y sucesos
que pelean por salir de tu garganta.

Revuelves el pasado en la penumbra
conviertes la verdad en pura suerte
y esperas un abrigo que te cubra.

Las lágrimas se asoman hoy a verte.
¡Despierta ya del sueño! No descubras
que pasa, ante ti, tu propia muerte.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

las horas tristes

Querida amiga:

Un poema de amor se me presenta
en este juego eterno de la suerte,
débil, sumida en pensamiento fuerte,
miedosa de que me pasen la cuenta.

Las horas se resisten, y en la venta
de mi persona sólo quiero verte
aparecer; con mi querer quererte
sin pensar en tus prisas; siempre lenta.

Cuando la puerta se abre, tu sonrisa
llena mi habitación, cálida risa,
del aroma entrañable de la leña

crepitando en un fuego delicioso
- mágico, tierno, amable y amoroso -
por mi persona, dulce Carmen Peña.

cordialmente, Luisa

(pbernal, diciembre de 2007)

domingo, 9 de diciembre de 2007

Balada de otoño

¿Quién eres tú? Mecida por la brisa
has poseído el tiempo al sol de la mañana.

El céfiro cantaba tu hermosura
en el abrazo de tu mediodía.

Ahora es por la tarde. Hoy es tarde.

La senda está vestida de hojas muertas.

DESDE EL EXILIO

Saludos y besitos.
Aunque no os veo, os sigo leyendo y le pongo vuestra voz a lo que colgáis aquí. Por la nueva organización de este curso aparecí en poética los jueves con Eva. Sus clases están bien, Eva es como un chocolate caliente detrás de los cristales una tarde lluviosa; Gonzalo, todos lo sabemos, es una paella en la playa y una botella de vino detrás de otra... Echo de menos vuestras burbujas y creo que la calefacción de la nueva sede aún no calienta, ya lo hará...
Mi lado etílico os echa de menos.
Ánimo, la Navidad está a punto de acabar.
Más besitos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El mejor poema tiene 37 años


Bebo tus cantos y blasfemias
y me sientan como una carcajada de cartón.
Este envase, tu envase está lleno de grumos poéticos,
versos blancos medidos con el esmero de un estraperlista.
Blasfemias que today son un ídolo rock estadounidense.
En mi mundo ya no hay provocación, bucanero, por eso tus maldiciones
me provocan ternura.
Y una sonrisa.
También de admiración porque
en tu tiempo cazaste bisontes con un frasco de absenta.
No, amigo, ni siquiera, aunque sean lo mejor, tus colores
gastan fascinación
(aunque me gustan).

Toda tu
mejor inmemorial la viviste
recibiendo balas de amantes diabólicos
y creando catedrales de espuma.

Esa tarjeta postal de un adolescente cambiando la energía.
¿Después cómo?

copiado como un beatle.

Todo tu
también
tiempo para
traficar con cuerpos y armas

Y no se por qué pero gracias quiero gracias
por mearte en el catálogo de temblores oficiales
y llenar los labios con frutas prohibidas.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Ese libro viejo

Déjate de bobadas.
No miraré más esas putas mariposas.
Me marea hojear de nuevo
ese libro viejo.
Me marea el simple hecho
de encontrar otra nueva mariposa
al volver las páginas ajadas y amarillas
que tantas veces vi mojar al abuelo
con su saliva espesa
y su dedo tembloroso.

Déjame pudrirme.
Y apagarme como esta vela
que malamente nos alumbra.

Deja de acosarme
con tus idas y venidas
con tus palabras rotas e inacabadas
con tus pesadillas infantiles
sin final.

Y vuelve a guardar ese viejo libro
ajado y amarillo
en el armario que nunca debiste abrir.
Donde han de quedar, para siempre
encerrados los fantasmas.