martes, 15 de enero de 2019

LA CRÍTICA SOBRE LA CRÍTICA


Pintura de Damián Retamar
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EL DISCURSO DEL MÉTODO

Las palabras sencillas
calle silencio anillo pan ternura

las acciones sencillas

besar tocar las manos que nos tocan
ponerse serio cuando algunos gritan
conjugar algún verbo fingidamente dulce

por ejemplo bañarse
yo me baño
ella se bañará
vosotros nos bañaréis

los actos de crueldad

voy a cerrarte el libro
me has gastado el amor
vendrán para reírse de nosotros

y los actos de suma inteligencia

ellos tienen la culpa
nunca has llegado a tiempo
desde esta casa no vemos el mar

las palabras
lo explican bien repito

las palabras sencillas
se creerá el idiota ya no duele
empecemos de nuevo las palabras
ayer sencillas próxima estación
me dijo algunas hojas se han caído
tú ternura silencio pan ahora

Jesús Urceloy
enero de 2018
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A VECES


Yo sé que ya no estás, pero lo ignoro.

Te busco en los confines del recuerdo
y hablamos. Tú te ríes. Yo te hablo de la vida,
historias que me vienen sucediendo.

A veces me contestas. O me miras
desafiándome con tu silencio
colgada la sonrisa
en la confusa sombra del invierno.

No es justo que te fueras.
A veces compartimos un secreto.
A veces te presumo confiado
y busco cada guiño de tu sueño,
y te tomo la mano,
y te acaricio el pelo,
guedejas cenicientas
en tu rostro rendido contra el viento.
Y te miro, sobre los adoquines,
desmesurados tus ojillos negros,
tomado por sorpresa
en un abril idílico y eterno,
en la vieja estación, en la avenida,
detrás de los muchachos, corriendo,
tus pasos temblorosos,
juguetones, inquietos…

Un horizonte, al fondo,
preñado de promesas y misterios,
ansiaba conquistarte
enamorado de tus sueños.

Y yo todo lo mido paso a paso,
en el final del día, hundido en el silencio
donde se agolpan como nubarrones
tus minutos postreros.

Yo sé que ya no estás, pero lo ignoro.
No quiero sucumbir al desconsuelo.
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LA CRÍTICA SOBRE LA CRÍTICA

Todo empezó tachando Misery, todo empezó tachando Misery.
Yo quería una historia de amor. Del terror puede salir una historia de amor. Así que destrocé Misery.
Ese debió de ser el día en el que acabé con la poesía.
Después un diario, después azúcar al diario. El diario es muy dulce, el diario es mentira. Azufre al diario. Y llegó internet y nos dijo: compartid. Y muchos lo hicimos. Primero llegaron los foros, todos teníamos el nombre que no querían ver nuestros padres. Pronto llegaron los blogs y ya no estábamos tan solos. Eran otros tiempos, eran otros tiempos. Alternábamos las tapas negras, las antologías, los libros añejos de padre, todo; queríamos saberlo todo y queríamos leernos todo. Y también a todos.
Muchos blogs. No estábamos solos. ¡Bendita emoción! ¡Fulanita ha vuelto a escribir!, y te ponías cómoda. No era para menos, querías disfrutar la nueva entrada de Fulanita. Si de paso Menganito tenía dos nuevas, podía ser la gran noche. Qué conexión, qué empatía. Qué daño decir: qué recuerdos.
Y ENTONCES LLEGÓ TWITTER
Tarde o temprano todos caímos en él. ¡Anda, pero si tú eres Fulanita! ¡Y está aquí Menganito! Joder, qué alegría. Aquí no me pierdo una entrada. Estoy conociendo a gente con la que he pasado ratos estupendos más de una noche. Estoy conociendo a MÁS. Cuántos blogs, cuántos espacios. Esto mola, yo me quedo.
Y ENTONCES LLEGARON LAS CIFRAS
Ah, esta red social tiene un contador. ¿Hay que hincharlo? ¿Qué mide exactamente? Nada, no mide nada. Oye, pero en el internet dicen que si tienes muchos seguidores eres… Nadie, no eres nadie. Publiqué mi primer libro con 900, el número cambió. Duermo con el mismo pijama, mi depresión crónica es cierto que fue a peor, la ansiedad también, la agorafobia también. Si tienes muchos seguidores eres… UNA PRESA FÁCIL. Y si te crees otra cosa tienes que ir a recoger un pin donde hay un calificativo negativo allí donde se reúnen los que ya lo llevan puesto.
Y ENTONCES LLEGARON LAS GRANDES EDITORIALES (y las no tan grandes con caras muy)
Y dijeron: captar a todo ser dispuesto a querer ver su nombre impreso en un papel, siempre y cuando su cuantía de seguidores sea significativa. Captar a toda cara conocida: Que recicle y si no… Siempre puede escribir otro el libro.
También está la de: captar a cualquiera, total; aquí no va a cobrar nadie. No buscamos letras, buscamos cifras.
Un buen decorado, extenso jardín que no huela; pero no todos habíamos perdido el olfato.
Ni la memoria.
Y ENTONCES LLEGÓ LA CRÍTICA
Y al principio vimos a grandes profesionales opinar duramente y por separado.
Los que sabíamos nuestro papel nos lo leímos una vez más porque recordar es darse cuerda. Los que no: se lo aprendieron. Los que menos: son lo de menos. Y al final vimos a grandes expertos en otros, ceñidos a argumentos escasos y hastiados. Tan vistos ya en tantos sitios. Cansados de alegatos a su favor, llenar un saco de piedras.
La crítica ya no era del crítico, era del ofendido.
El ofendido mostraba un plumaje desgastado de ser expuesto y no contemplado. Y del mismo saco lanzaba una piedra. Y así otra y otra.
Hace escasos días me escribió mi amiga Paquita que, obviamente, no se llama así. La conversación no fue muy extensa, sólo tenía una pregunta.
Desconcertada por varias publicaciones me preguntaba: tengo 27 años, ¿soy una adolescente consumiendo cursilería barata? Irene, no entiendo nada.
Paquita, no tienes que entender nada cuando el mensajero y el receptor del artículo son el mismo individuo.
Una oda contra la decepción propia defendida bajo la bandera del ‘yo sé más que tú’ puede pretender ofender, pero su finalidad a fin de cuentas es rescatar lo resquebrajado de quien firma el mismo. No tienes que entender nada. Lee lo que te apetezca, Paquita.
La pobre ignorante, adolescente a los 27, borreguito del consumismo, aquella iletrada que apoya los codos diez horas al día en una mesa para dirigir una institución penitenciaria de mujeres es cebo más en esta pesca de ofensa gratuita a lectores y autores.
‘Porque yo he leído’ y ‘Porque yo he escrito’ y ‘Porque yo sé’ y ‘Porque tú no’ y ‘Porque yo más’ y ‘borriquito como tú, no te sabes ni la u‘ de la vida. No tienes nada que contarnos de la tuya. No puedes aportarnos nada que no tengamos al alcance. ‘Todo está en los libros‘ que no has escrito. Los usarás como escudo contra el fracaso y proclamarás IGNORANTE TODO AQUEL QUE, qué. ¿Qué nos puedes ofrecer?
Estamos heridos y no somos nuestros padres. Quisimos cambiar las cosas y las cosas nos cambiaron a nosotros y no cesamos en invertir el orden. Nos apuñalaron y no somos nuestros abuelos. Nosotros vimos al asesino colgar el cadáver en Instagram. Nosotros derribamos muros de Facebook donde el dolor se extendía. Cuando llegaron las bombas, no las oímos; recibimos una notificación. No pasamos hambre, nos lo quitaron.
Autores y pequeñas editoriales se fijarían como objetivo de la crítica. Nos metemos con los débiles, pensarán ingenuos. Una vez más – citando a Víctor González – desde su humilde verdad absoluta.
No queremos cerrarnos puertas (que tanto esfuerzo y lametón al pastor nos costó) musitarán de forma elíptica.

A día de hoy, veo mi cara extendida por internet como cabeza de un cuerpo que desprecia al adolescente y lo define cabeza hueca, adolescente que no piensa, adolescente basura. Desprecia al adolescente que lee. Montañas de adolescentes (y no tan adolescentes) denigrados sin justificación más allá que la cura frívola de una herida enlodada.
Mi cara extendida por internet como cabeza de un cuerpo que desprecia a quienes aceptaron el caramelo de editoriales nefastas que se libran de la piedra que golpea la sien de la niña de diecisiete años que quiso ayudar a la de quince escribiendo un cuaderno. Maldita sea, ¡lo vendió! Arrojada a la hoguera sea, ¡ayudó a aquella otra niña!
Mi cara extendida por internet como cabeza de un cuerpo que desprecia a editoriales que apuestan sus 24 horas, su labor y su vida a mantener un catálogo puro desde el amor y no la cifra en el mismo saco donde editoriales redactan antes un contrato que un correo sincero donde no cabe la mentira o un todo empieza por la palabra, el trabajo conjunto, aquella tontería de… ¿leerse la obra que se va a publicar? Eran otros tiempos…
Hoy nos levantan en masa como a un edificio donde sus vecinos nunca se han saludado, desde los cimientos de la más absoluta ignorancia de aquel que cree saberlo todo.
A día de hoy veo mi cara extendida por internet como cabeza de un cuerpo donde se desprecia por igual a una selección de autores agrupados cuyas obras nada parecido narran. Cuyas trayectorias nada parecido dicen. Cuya historia nada mismo tiene que ver. Y tenemos que verlo.
La desinformación manda, la crítica aburrida de ser constructiva es ridícula.
Hemos perdido a una hermana y se aplaude su desaparición para que nadie nos escuche gritar: ahora eres más necesaria que nunca.
A día de hoy veo mi cara extendida por internet como cabeza de un cuerpo de onanismo lacrimógeno, un ego ya demasiado roído como para recuperarlo y pienso: nunca tuvimos tanta importancia.
Algunos ni siquiera la quisimos, devolvednos la crítica.

Irene X es escritora. Ha publicado los libros ‘El sexo de la risa’, ‘Grecia’, ‘No me llores’ y ‘Fe ciega’. Puedes conocerla en https://twitter.com/ireneequis
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