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LA
CONTEMPLACIÓN VIVA
I
Estos
ojos seguros,
ojos nunca traidores,
esta mirada provechosa que hace
pura la vida, aquí en febrero
con misteriosa cercanía. Pasa
esta mujer, y se me encara, y yo tengo el secreto,
no el placer, de su vida,
a través de la más
arriesgada y entera
aventura: la contemplación viva.
Y veo su mirada
que transfigura; y no sé, no sabe ella,
y la ignorancia es nuestro apetito.
Bien veo que es morena,
baja, floja de carnes,
pero ahora no da tiempo
a fijar el color, la dimensión,
ni siquiera la edad de la mirada,
mas sí la intensidad de este momento.
Y la fertilidad de lo que huye
y lo que me destruye:
este pasar, este mirar
en esta calle de Ávila con luz de mediodía
entre gris y cobriza,
hace crecer mi libertad, mi rebeldía,
mi gratitud.
ojos nunca traidores,
esta mirada provechosa que hace
pura la vida, aquí en febrero
con misteriosa cercanía. Pasa
esta mujer, y se me encara, y yo tengo el secreto,
no el placer, de su vida,
a través de la más
arriesgada y entera
aventura: la contemplación viva.
Y veo su mirada
que transfigura; y no sé, no sabe ella,
y la ignorancia es nuestro apetito.
Bien veo que es morena,
baja, floja de carnes,
pero ahora no da tiempo
a fijar el color, la dimensión,
ni siquiera la edad de la mirada,
mas sí la intensidad de este momento.
Y la fertilidad de lo que huye
y lo que me destruye:
este pasar, este mirar
en esta calle de Ávila con luz de mediodía
entre gris y cobriza,
hace crecer mi libertad, mi rebeldía,
mi gratitud.
II
Hay
quien toca el mantel, mas no la mesa;
el vaso, mas no el agua.
Quien pisa muchas tierras,
nunca la suya.
Pero ante esta mirada que ha pasado
y que me ha herido bien con su limpia quietud,
con tanta sencillez emocionada
que me deja y me da
alegría y asombro,
y, sobre todo, realidad,
quedo vencido. Y veo, veo, y sé
lo que se espera, que es lo que se sueña.
el vaso, mas no el agua.
Quien pisa muchas tierras,
nunca la suya.
Pero ante esta mirada que ha pasado
y que me ha herido bien con su limpia quietud,
con tanta sencillez emocionada
que me deja y me da
alegría y asombro,
y, sobre todo, realidad,
quedo vencido. Y veo, veo, y sé
lo que se espera, que es lo que se sueña.
Lástima
de saber en estos ojos
tan pasajeros, en vez de en los labios,
porque los labios roban
y los ojos imploran.
tan pasajeros, en vez de en los labios,
porque los labios roban
y los ojos imploran.
Se
fue.
Cuando
todo se vaya, cuando yo me haya ido
quedará esta mirada
que pidió, y dio, sin tiempo.
quedará esta mirada
que pidió, y dio, sin tiempo.
de
Claudio Rodríguez)
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LAMENTO
DE LOS PATIOS
Hay
una luz que habita en el secreto, una huella
tras
los labios: la moneda que no di,
Ahora
el cemento, un suelo
tan
desnudo.
Los
patios de la casa
donde
no crecen los tilos
ni
los cerezos, donde un niño no juega nunca
ni
observa una hormiga con boca de asombro.
Los
patios que perdí por esperar el columpio.
Ahora
los contemplo desde una celosía,
pues
el cuervo me recuerda que no queda nada
de
este lugar.
de Ana Isabel Trigo
Cáceres
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VI MI CUERPO EN LA CALLE
Vi
mi cuerpo en la calle.
Un
espectro sin rostro
guiado
por cartas de despido,
cundas,
comisarías y condenas.
Por
luces de neón que confundían
caricias
con magreos.
Que
arrastraba filas de botellines
en
la barra de un bar,
mientras
se tiraba de un puente.
Me
aparté de él, transportaba
bacterias
y parásitos
de
un hombre en hora punta
en
la cola del metro.
La
mirada ante un coche que no para
en
un paso de cebra.
Los
ojos encendidos
frente
al escaparate de un mercedes,
mientras
pide un mendigo.
Dejé
atrás las pastillas, los somníferos,
e
interminables horas frente al televisor.
Y
volví a sonreír,
volví
a abrazar a los amigos,
a
escuchar la voz de mis padres,
a
sentir el calor de los besos,
a
solucionar mis asuntos estrechando la mano.
de
José Antonio García
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19
La Puerta de Tannhauser
Pongo el
pie fuera del camping. Una sinfonía brujulea en mi cabeza. Me muevo en la
irrealidad. Vibra el aire como cuerda de guitarra. Tambores redoblan. La
sinfonía en descenso se insinúa, se repite; pasan escalas de piano hacia ningún
lugar, cruzan con el silbido de un cohete o de una bala, todo como en segundo
plano, leve, lejano; insistente. Lucho por bajar a la realidad, por medir mis
pasos, por identificar el paisaje antes de la salida del sol. Un abejorro
obsesionado con mis cristales, eso es la musiquilla: por más que lo espanto con
la mano, el bicho insiste, zumba en mi oído, se aleja, redobla el tambor, flota
la sinfonía. Busco la cueva oculta en la bajada. Observo la roca sobresaliente
de la cresta: el sol dora su cima. Cantos de tórtola suenan lejanos. La
sinfonía sigue, dudo si no serán acúfenos...; me pregunto cuándo irrumpió en mi
camino, y no lo recuerdo; presto atención a su cadencia, trato de identificar
la composición; se me escapa, no logro captar imágenes, debe ser de algo vivido
durante la noche, supongo; tal vez un sueño, en cuyo caso, nada que hacer. Paso
la Depuradora. Subo hacia Las Abejas. Creo que es de un film, se me representa
como un pasadizo a lo desconocido: las notas flotan en el espacio como humo de cigarro, me llevan a otra dimensión, a
otro mundo; a un lugar inexplorado. Siento su presencia de inmediato. De forma
inconsciente, me vuelvo a uno y otro lado, buscándolo. Caigo en la cuenta. No
podía ser otra la causa. Atenúa la música. No sé cómo lo hace, pero un susurro
musita palabras a mi oído. Es mi Amigo Fiel:
“Yo he visto cosas que vosotros no
creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del Hombro de Orión. He visto
rayos –C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser. Todos esos
momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de
morir”.
Estoy impresionado. Se trata de la banda
sonora de Blade Runner, de Vangelis. No sé cómo puede insinuar una obra musical
de esa manera. Cada día me sorprende. Nunca reparé en su significado, y le provoco
pensando que se trata de palabras vacías: no hay otro modo de conectar con él.
Luego analizo el párrafo, y advierto que se trata de un texto poético: tiene todas
las claves: magia, metáforas, engaño… incluso le insinúo que podría explicárselo.
Él replica de inmediato con un silencio espectral, truco aprendido en las
soledades del monte para evadirse. Luego dice:
“La desaparición de una persona, además de
la fractura sentimental, representa para toda la humanidad la pérdida de una
forma de ver el mundo imposible de recuperar.”
Esa cita, respondo, es del contemporáneo
JM Muñoz Aguirre. Como no rompe el silencio, ahondo en su laberinto y desmenuzo
a su altura las falsedades del texto de “Lágrimas en la lluvia”. Quiero fustigarle:
"El androide no ha salido de la Tierra,
Amigo Fiel, porque Orión solo existe visto desde la perspectiva del nuestro planeta:
la constelación desaparece si es contemplada desde cualquier otro punto del
espacio, en cuyo caso Orión deja de existir como algo tangible, identificable…
“La Puerta de Tannhauser es una hermosa
leyenda germana sobre el monte Harselberg, en donde se ubica la Morada de Venus.
Quien encuentre la Puerta de entrada, pasará su existencia gozando de sus
favores.”
Creo que no le ha gustado. He sobrepasado
la senda del Búho, las calas de la Madera, y estoy a punto de alcanzar la cima
de Colmeneros. Y guarda silencio. Tal vez se siente ofendido, o se ha marchado…
La música se fue con él. Contemplo el vuelo en círculos de los Buitres Negros
esculpidos contra el azul del Valle. El sol está en su apogeo, y decido volver.
Tiro por el Barranco, subo hasta el Prado de las Abejas, cruzo la carretera de
La Rinconada y tomo el último tramo de la Senda de las Víboras, por la ladera
del Cerro. A unos cien metros del camping, una bandada de palomas torcaces
levanta pesadamente el vuelo. Desde la Senda domino gran parte del camping, y
curioseo con la impunidad de mi posición privilegiada el movimiento de los
campistas. El aparcamiento va ocupándose, aunque aun queda espacio para
visitantes. No digo que fue un tropiezo, pero de improviso advierto su
presencia. Su aliento junto a mi oído grita ¡alerta!, y, por un instante, miro
alrededor deslocalizándome, porque su presencia me apabulla. Me pregunto si pretende
hacer las paces, y cómo lo llevará a cabo. Hay días que uno no está para tonterías…
Dejo que mis pasos avancen ociosos. Cruza lagartija Colaquebrada, y, más allá,
veo a lo lejos un par de ciervas en retirada, trotando entre pinos y rocas
después de ventearme.
De una forma difusa, como la huida de la
lagartija o la estampida de las ciervas, recrimina mi falta de sensibilidad, mi
escasa paciencia para meditar sobre temas de fondo, y defiende que el Androide
se va ufano de este mundo por haber conseguido el mayor logro jamás imaginado
por un ser no humano: las tres Fortunas que definen al hombre:
“El éxito en la guerra, expresado por el Hombro
de Orión, el cazador celeste con el carcaj lleno de flechas.
“La conquista del placer, al mencionar su
proximidad a la Puerta de Tannhauser…
“Y la muerte”.
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