miércoles, 13 de julio de 2022

El petirrojo

Desde Iruelas




El petirrojo hembra gorjea su fina melodía, salta en el jardín de una ramita a otra, extiende sus alas, parece levantar el vuelo, pero retrocede y repite el juego ajeno a mi presencia, pero no a la de una culebra de escalera, a la que corteja con su baile y canción, tan inclinado el reptil a la actuación que no me advierte, y avanza hacia el ave en un lentísimo rastreo entre las plantas y adornos del lado de la parcela, a dos metros y medio de la casita.

  El petirrojo hembra desprecia el peligro; la culebra, taimada e inexorable, avanza; y yo, mudo e inmóvil, espero el ataque del ofidio en un descuido macabro del pajarito.

  Llegan al final de la parcela, y el petirrojo hembra levanta el vuelo y se encarama en la valla, al lado del petirrojo macho, que lo ha seguido todo sin moverse, temblando, supongo, porque deseaba que la maniobra de distracción de su pareja funcionara, como así ha sido, pues ha conseguido alejar a la culebra de escalera del nido que tienen bajo la casita de papel. 

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