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dicen tus ojos
fragancia de mil flores
alborotando
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HE BUSCADO
He buscado en las cosas de
mi entorno;
en mi sombra, en mi voz,
en cada espejo,
en las notas ocultas de la
caja
de música, que guarda mi
niñez.
Me he buscado en los
ángulos y vértices
de todos los espacios
donde vivo
y en todas las preguntas y
respuestas
sin hallarme absolutamente
en nada.
Tal vez sea, porque me fui
perdiendo
en caminos que nunca
fueron míos.
Ahora es tarde, lo sé,
pues cuando llamo,
nada acude, ni nadie, ni
siquiera
palabras que den vida a
los recuerdos.
Sé que es tarde, lo sé,
pero yo sigo
a la espera del último
milagro,
un algo que me impida ver
el fuego
donde
todas mis naves sean ceniza.
Adela Corsino Carretero
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ERRATA FUNDAMENTAL
Méquina dalicada
máquina delicada
lo infernal celestial
el arúspice el nilo
de donde viene todo
adonde corre todo
el error el milagro
la espuma esa simiente
Justamente lo justo
la poesía siembra
cien mil niños un viejo
Sal la sal esa gracia
¡Dos erratas! ¿Edén?
un azul esa noche
el sembrado el barbecho
¡Máquina delicada!
el punto el corazón
redondez esa mota
el polvo y el ombligo
¡Méquina dalicada!
Francisco Pino (España, 1910-2002)
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TODO SOBRE BLANCA, CON PERDÓN
Si no fuera trágico,
doloroso, etc, cabría hablar de Escopeta Nacional 3, del magno
Berlanga. Los hechos son los siguientes:
Que se desplegó el mayor dispositivo policial y de
rescate jamás habido en la Comunidad de Madrid.
Que habiendo una información que situaba a la
presunta víctima en un lugar determinado, se buscó en otros.
Que ese lugar, sin embargo, apenas sufrió la
visita de unos voluntarios encabezados por cuatro agentes que no sabían nada de
protocolos de búsqueda en montaña. Dos de ellos enseguida acusaron las arduas
pendientes y se filtraron a la parte baja. Otro, dicen, se hacía selfis continuamente.
Los voluntarios que iban con ellos se disolvieron en el bosque porque nadie les
había indicado cómo se hace una búsqueda efectiva. La búsqueda fue, por tanto,
inefectiva.
Que se desdeñó la ayuda de profesionales de la
montaña sin ningún argumento inteligible.
Que ni el Ayuntamiento de Cercedilla, que fue
quien convocó a los voluntarios mediante el bando correspondiente, ni ninguna
otra entidad, realizaron un filtro de los voluntarios al objeto de utilizar ese
recurso de la manera más idónea posible, en beneficio del objetivo común.
Que se infrautilizó a los rescatadores
profesionales de montaña: Greim y Gera.
Que se trajo a cuerpos especializados en
intervención armada, nadie sabe la razón. Quizá querían abatir a los buitres,
las grajas y los cuervos.
Que había dos helicópteros que durante días
sobrevolaron la zona sin ver nada. Al mismo tiempo, nadie hizo caso de los buitres
que merodeaban por el lugar donde finalmente se encontró a la víctima,
información siempre valiosa y gratuita.
Que, según dicen otros testigos, muchos agentes no
conocían el terreno y que ellos mismos acabaron perdidos en él.
Que, cuentan otros testimonios, algunos agentes no
sabían leer mapas y los cogían al revés.
Que había muchos agentes aburridos pero con el
gesto y los músculos tensos, y que nadie sabía cuál era su misión. Ellos quizá
tampoco. Eran agentes de las unidades antidisturbios.
Que había grandes vehículos, Hummer y de ese tipo,
que no sirven para nada en la montaña, quizá sí en las guerras del desierto,
pero que montan mucho espectáculo y hacen exhibición de músculo y de autoridad.
Que la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de
Policía están desde siempre a la greña y en esta ocasión lo volvieron a
demostrar ante el mundo mundial.
Que la víctima la encontró alguien ajeno al
dispositivo. Exitazo.
Que el ministro dijo que la coordinación había
sido perfecta. Olé.
Que los medios dieron muestra de un sublime
amarillismo y una ignorancia desconcertante. Decían, entre otras muchas cosas,
que Cercedilla lindaba con el término municipal de Fuenfría, inexistente salvó
quizá en alguna saga de literatura juvenil. O que el alcalde de Cercedilla se
llamaba Eugenio Romero. Ejemplos en todo caso benignos. Los hubo también
malignos y que se alimentaban de una rumorología innecesariamente venenosa y de
la banalidad del morbo.
Que nadie dimitió, quizá porque la víctima estaba
muerta desde el principio, hecho que nos absuelve de todos los pecados, ya que,
si llega a estar viva, nunca hubiera recibido la ayuda necesaria en tiempo y
modo, habiendo muerto de todas formas.
Que necesitamos un Berlanga que lo cuente, que nos
cuente, si no fuera porque es trágico y doloroso y no queremos ver reflejada
nuestra cara b.
Que deseamos que descanse en paz la campeona
Blanca Fernández Ochoa, que tuvo el coraje de irse mirando a los ojos a la
muerte y a Cercedilla, lo que más quería, probablemente, tal como quiso siempre
haber muerto el poeta Luis Rosales, sin conseguirlo, ya que murió en el
hospital Puerta de Hierro de Madrid. Blanca lo hizo en el aire diáfano y libre
de las montañas.
TESTAMENTO
Las noches de Cercedilla
las llevo en mi soledad,
y son la última linde
que yo quisiera mirar.
las llevo en mi soledad,
y son la última linde
que yo quisiera mirar.
Quisiera morir un día
mirando este cielo, y dar
mi cuerpo a esta tierra que
me ha dado libertad.
mirando este cielo, y dar
mi cuerpo a esta tierra que
me ha dado libertad.
Quisiera morir un día
y ser tierra que pisar,
tierra en la tierra que sueño
ya para siempre jamás.
y ser tierra que pisar,
tierra en la tierra que sueño
ya para siempre jamás.
Luis Rosales
(Artículo elaborado con testimonios de voluntarios que participaron en la
búsqueda, incluido el propio autor)
Pedro Saez
GUÍA DE MONTAÑA Y
ESCRITOR.
PUBLICADO
2019-09-09 12:00
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