domingo, 27 de julio de 2008

10. Juego de seducción

(Este blog es muy cerrado. Como nadie lo mira (excepto tú), voy a tener que apropiármelo; mientras dure. Con este juego de seducción, décimas de un diálogo de verano, inauguro la veda; ¿o no?)

(Él)

¿Que no quieres? ¡No me digas!
Dime que sí, te lo ruego.
Como una rosa de fuego.
Como un manojo de ortigas.
Haremos muy buenas migas.
Tú eres mujer. Yo soy hombre
de palabra. No te asombre
si yo te propongo un trato.
Pasaremos un buen rato.
Pero…, dime ya tu nombre.

(Ella)

Mira que eres mamarracho.
Déjame en paz, por favor.
Si no aguantas un hervor
aunque presumas de macho.
Escucha: cualquier muchacho
de la calle, sí, cualquiera,
seguro que más valiera
de mi brazo que un orate
como tú, so escaparate.
Anda y busca quien te quiera.

(Él)

Tú me pides que te diga
lo que quieres escuchar.
El murmullo de la mar.
Pretendes que te persiga
del cabello hasta la liga
modelando tu figura
delicada. Con finura.
Verso a verso recortada…
No me mires enfadada.
Solo canto tu hermosura.

(Ella)

Palabra, solo palabra
en busca de tu capricho.
Eres la clase de bicho
que me suplica que abra
la puerta que firme labra
mi honradez. Y mi nobleza.
Que reclama la flaqueza
por donde puedas entrar
al misterioso lugar…
Donde guardo mi pureza.

(Él)

No me vengas con el cuento
de los secretos sutiles
a la sombra de candiles
que nacen del pensamiento.
Mira que pongo el acento
en el halago. Cortejo
con cantares tu… reflejo.
Enaltezco tu alegría
buscando tu sintonía.
No me digas que soy viejo.

(Ella)

Mírate. Desesperado
por la conquista del día.
Si pretendes sintonía
busca una vaca en un prado.
O acércate a ese mercado
donde puedes consolarte
con la vista y el descarte.
Yo no soy de esa manera.
¡Yo no soy una cualquiera!
¡Yo no soy tu baluarte!

(Él)

Mira, mujer, como miro
con mis ojos de inocencia
tu fragancia y tu decencia.
Que por ellas yo suspiro,
no como urraca o vampiro.
Que soy un enamorado
por tu ser abandonado
en el polvo de la calle.
Arráncame de este valle.
No me dejes condenado.

(Ella)

Tu mentira y añagaza
no me van a convencer.
Sé que pretendes arder
con la presa de tu caza.
Pero dura está esta plaza
de conquista y rendición.
Yo no pongo condición
alguna. No me interesa
ser tuya lánguida presa.
Esa es la pura cuestión.

(Él)

Tu persona y mi persona
necesitan entenderse.
Hablar. Dialogar. Beberse
bajo la misma corona.
Ese recelo abandona.
Ven a buscar en la luz
lo que ves a contraluz
embozado entre la sombra.
Oye la voz que te nombra.
En la cara, y en la cruz.

(Ella)

En la cruz de la moneda
es donde yo te veía
retozando tu agonía.
Voy a poner lo que pueda
para cortar esa veda
que me impedía pensar.
Pero no quiero dudar.
Dame la mano. Charlamos.
Tranquilos zanganeamos.
Y hasta me puedes gustar…

(Ella)

(Caramba con el muchacho…
¿Y si la suerte me cambia?
Me moriría de rabia
si lo pierdo. Y es un cacho
de pan. No es tan mamarracho.
Y no es que me importe un bledo
su terquedad, su denuedo;
su figura desgarbada;
ese parecer ser nada…
Mira. ¡Mejor me lo quedo!)


pbernal
del cuaderno "variaciones sobre el ocaso"
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