martes, 25 de septiembre de 2018

UNA LECCIÓN MAGISTRAL


arte del pantano

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UNA LECCIÓN MAGISTRAL

Pocas veces surge la oportunidad de recibir una lección magistral de un maestro incuestionable. Esta es una de ellas, y no puedo por menos de mostrarla. Espero que lo disfrutéis…
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“Uno de los más hermosos sonetos de amor -y de vejez, y de triste alegría- que conozco es el 138 de don Guillermo Shakespeare. Me he atrevido -y ruego al alma de su autor que me perdone- a traducirlo al castellano, que ya es bastante y además, luego, a intentar una adaptación al endecasílabo castellano con rima en consonante lo más cercano que he sabido al original. Os pongo los tres: Original, traducción y adaptación. Que sea de vuestro agrado ya es un triunfo.
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William Shakespeare
Sonnet 138


When my love swears that she is made of truth,
I do believe her, though I know she lies,
That she might think me some untutored youth,
Unlearnèd in the world’s false subtleties.

Thus vainly thinking that she thinks me young,
Although she knows my days are past the best,
Simply I credit her false-speaking tongue:
On both sides thus is simple truth suppressed.

But wherefore says she not she is unjust?
And wherefore say not I that I am old?
Oh, love’s best habit is in seeming trust,

And age in love loves not to have years told.
Therefore I lie with her and she with me,
And in our faults by lies we flattered be.
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Traducción a verso libre blanco
Soneto 138 de William Shakespeare


Cuando mi amada jura que es sincera
yo, la creo, aunque sé que me miente
y así piensa que soy como un joven ingenuo
que desconoce las falsas sutilezas del mundo.

Por lo tanto, creyendo en vano que ella me cree un muchacho,
si bien sabe que mis días pasaron a mejor vida,
como un simple, doy crédito a su engaño
y así cada uno se limita a ocultar la verdad.

Pero, ¿por qué ella no admite que es infiel
y yo por qué no admito que soy viejo?
Oh, el mejor disfraz del amor es fingir la verdad

pues a los amantes no les complace calcular sus años.
Por lo tanto yo miento con ella y ella miente conmigo
y las dulces mentiras que nos contamos enmascaran nuestros defectos
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Adaptación a endecasílabo en consonante
Soneto 138 de William Shakespeare


Cuando mi amada jura que es sincera
aunque sé que me miente yo la creo
y que soy como un joven que no veo
la falsedad sutil que el mundo diera.

Por lo tanto, creyendo que ella viera
en mi triste vejez tan bellos años,
doy crédito sin más a esos engaños
que oculta esta mentira verdadera.

Pero, ¿por qué ella niega que es infiel
y yo por qué no admito que soy viejo?
El disfraz del amor es ese espejo

falso donde la edad cambia la piel.
Si yo miento con ella, ella también
y endulza esta mentira nuestro bien.


Traducciones /adaptaciones:
Jesús Urceloy / sep 2018
(Tomado de fb)
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XXXI

“Siempre”. La palabra
en su inmensidad.
“Nunca” es ese siempre
que niega la paz.
Palabras tajantes
para sancionar
dulzuras, problemas,
amores, verdad.
Pero son sinceras:
¡No mienten “jamás”!

de apuntes, 2001
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POR DONDE PISO

Por donde piso, antes cagaron las palomas… Es por eso que soy consciente del decurso de mis pasos, de dónde vengo y hacia dónde voy… Es por eso que sé que cada paso va a dejarme trazado por ese guano primigenio que me hizo hombre y que va a deshacerme.
Ser consciente de estar ocupando el espacio defecativo de las aves me hace más vitalmente mortal y me otorga cierta serenidad de ánimo para acometer el paso siguiente. Y es que no somos mucho más que parte del detritus, pero sobre todo no somos las absurdas normas que nos autoimponemos, la moral que nos aprieta ni las ridículas obligaciones a las que nos sentimos atados.
Y es que nunca podremos ser engranaje, porque somos azar puro, un azar marcado por el empecinamiento de ser más y mejor siendo menos y peor.
Por donde piso, antes cagaron las palomas… Y seguirán haciéndolo después de mi paso.
También después del tuyo.
En el entretanto, no se me ocurre una opción mejor que el humanismo y la sonrisa.

de Luis Felipe Comendador (diario de un Savonarola)
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martes, 18 de septiembre de 2018

Me he vestido de mí



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prometedora
iluminas la senda
bajo la zarza

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ME HE VESTIDO DE MÍ

Me he vestido de mí,
salgo a la calle
con un sueño
prendido en la solapa,
y siento que me miran
extrañados
porque el sueño
ha rasgado mi camisa
como un tenue
papel
o sutil gasa,
se va empapando
lenta,
hasta que caigo,
¡La camisa
es mi piel!
por eso sangra
al abrirme un ojal
donde prenderme
esa rosa de sueño
ya marchita.

De M. Sáez García, 2013
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XXX

Las voces inundan la sala.
Ancianos. Adultos. Chiquillos…
Los acompañantes

La espera, tomiza.

(Y nadie cuestiona
que sea ceniza.)

de apuntes, 2001
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QUE NO TE LO CUENTO YO, QUE ES ADAM SMITH

En «La riqueza de las naciones» Adam Smith afirma que es difícil ganarse la vida con profesiones que mucha gente está dispuesta a llevarlas a cabo por diversión, y ponía el ejemplo de los cazadores. Yo inmediatamente pensé en la escritura: mucha gente está dispuesta a escribir sin pensar en una recompensa económica inmediata. Expresado en términos económicos: existe un exceso de oferta de escritores. Lo raro, el material realmente escaso y valioso son los lectores. Los escritores (o al menos los que me buscan a mí) ofrecen algo devaluado (la escritura) y demandan de mí algo escaso y valioso (la lectura).
De esto aún no he hablado: también me escribe gente que quiere enviarme una reseña que alguien ha escrito sobre su libro. A estos les contesto que claro, que me envíen su reseña y entonces yo les enviaré alguna reseña que alguien ha escrito sobre mis libros. Entonces se produce el silencio. En términos económicos: el escritor quiere demostrar que existe una demanda de su trabajo (alguien le ha leído) y por eso es valioso. De lo que se desprende, como corolario económico, que el negocio no está en ofrecer libros sino en ofrecer horas de lectura. El negocio está en tasar un precio competitivo.
Creo que, al fin, están calando en mí las teorías sobre el emprendimiento. Mis profesores de la facultad de Empresariales de la Carlos III pueden estar hoy muy orgullosos. Ahí va un emprendedor por el pasillo, camino de abrir la nevera o algo.

De David Pérez Vega
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miércoles, 12 de septiembre de 2018

HE COMETIDO EL PEOR DE LOS PECADOS



El observatorio de las víboras
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HE COMETIDO EL PEOR DE LOS PECADOS...

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

de Jorge Luis Borges
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XXIX

Sé que mandas en el cuento.
Respeto tu señorío,
y admito tu desvarío:
lo digo como lo siento.
Una y otra vez, y ciento,
penaré tus veleidades.
Pero deja las maldades
que causan antipatía.
¿Por qué romper armonía
preso de tus soledades?

de apuntes, 2001
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Historias de Iruelas

OLA DE CALOR

En la parcela de enfrente sorprende el silencio. Solo queda la tienda grande; tres, más pequeñas, desaparecieron con el domingo, mientras salí al monte, y con ellas una nube de adolescentes que mantenían distraída a toda la calle. Vinieron invitados por los de la parcela de arriba, y se les veía un poco abochornados. A todos. El silencio de la parcela de enfrente, entre dos vacías, viene de la tarde de la desbandada. Quedó una pareja... Supongo que tampoco hoy han madrugado; no los vi el lunes, cuando salí al amanecer, y cuando regresé a media mañana aún estaba cerrada la tienda. Luego me fui al pueblo; volví al mediodía, y sólo después los vi salir a la sombra protectora de un toldo improvisado. Se abrazaron junto a la cremallera, se besaron, y volvieron a desaparecer en la tienda. Hacía un sol de justicia. No se oía ni el vuelo de una mosca. Solo el zumbido de un ventilador, quizá un pingüino. A veces un susurro..., gemidos de orfebrería...
Cuando cedía el calor, ella salía. Se sentaba ante una mesa; sacaba algo de beber, de picar. Se le unía él. Charlaban bajito. Los anfitriones pasaban y los miraban comprensivos. Al poco ya no estaban. Creo haber escuchado el siseo de la cremallera, y el ventilador, quizá el pingüino.
Cae la tarde. Un farolillo de camping derrama luz sobre la mesa. Ella pone algo de picar. Sale él y la acompaña. Poco después ya no están. Pasan los anfitriones, miran la tienda, cerrada; sonrien... Más tarde, lucen las estrellas, escucho a la chica en la parcela de arriba, con los anfitriones. Ríen. Recuerdo los gritos y las llamadas al orden de otros días... Él descansa sentado bajo el toldo improvisado, relajado, pasivo... Poco después sube arrastrando los pies, con una beatífica sonrisa iluminandole el rostro. Los días pasan. Sigue el silencio...
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