martes, 26 de mayo de 2020

LLEGARÁN LOS PERROS


Estampa de Getafe

PRIMAVERA

Abril, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.

Eres la primavera verdadera;
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.

¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!

Mi corazón recojerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa,
tu luz se dormirá sobre mi frente...

de Juan Ramón Jiménez
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¡SI AYER MISMO ESTUVIMOS CON ÉL!
A Constantino Bértolo

Un lugar indicado para viejos…
Son las redes sociales
refugio de nostálgicos.
Leo el noble mensaje con el que se despide
al luchador leal
que ha entregado sus días a la causa.
Un centenar de seguidores
representan al pueblo.
Razón de historia y vida:
pasar de la estrategia hasta la necrológica.
Así vamos muriendo de forma moderada,
y las innovaciones
de la memoria y la tecnología
cobran solemnidad de cementerio.
Estoy bien… ya no es una respuesta,
pero tampoco pienso
comunicar mi muerte.

de Luis García Montero
Inédito (mayo de 2020)
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LLEGARÁN LOS PERROS

llegarán los perros y tendrán
tus mismos ojos
tus mismas manos
tu misma sangre y tu misma boca
más no tu misma
voz

vendrán
porque siempre vienen
cuando huelen sangre
porque siempre vienen
cuando hay penurias
porque siempre vienen
cuando hay dolor

vendrán los perros y llenarán
las calles de banderas de odio
teñirán los mares de sangre caliente
y de mujeres rotas los cementerios, vendrán
con crucifijos y mártires
con caudillos y flechas vendrán
para atravesarnos las gargantas
con hogueras viejas

los perros vendrán, llegarán
con camisa azul y a pecho descubierto
a salvarnos de anticristos
con sotanas vendrán
con capirotes vendrán
con arcabuces y al amparo de las noches de lluvia ácida
vendrán
a hacernos comulgar con los estigmas
de dios
patria
y rey

vendrán, los perros, vendrán
con los miedos
de la justicia divina, vendrán armados con cruces de cuatro filos
los perros
y en sus dientes traerán
carne de cuneta aún caliente y en sus ojos
de perro
espinelas inyectadas de odio y resentimiento, vendrán

y esconderemos el rostro
y bajaremos la mirada
y ocultaremos los libros en el temor
y la queja de tiempos de rosas
rojas
amarillas
y moradas

vendrán los perros, vendrán, y no habrá otra voz
que más gima y menos valga.

de pablo otero
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POBREZA NEGRA

El negrito tiene sueño,
¿quién lo arrullará?

Tíralo en cualquier petate
o en esa estera de allá
que el negro se duerme solo
y nadie lo va a arrullar.

Cuélgalo de aquella hamaca,
él solo se dormirá
que la mamá cogió el potro
y se embarco pa’la má,
dicen que a pescá cangrejo
o jaiba será quizá.

Cuando el negrito dispierte,
¿quién lo alimentará?

Mi comadre la vecina
que esta randa’e mamá.
El negro no tie compota
ni tetero pa’chupá.
Lo que tiene es un pellejo
que es la teta’e la mamá.

Jala jala mi negrito
la teta’e tu mamá,
el negrito jala y llora
porque na le bajará.

La mamá no tiene leche
porque en ayunas está
pero baja gota a gota
la sangre’e la mamá.

de Mary Grueso (Colombia, 1947
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EL AERÓDROMO DE LA CONSTANCIA

El 7 de septiembre de 2010 un Tupolev 154, con 81 pasajeros a bordo, que cubría la ruta regular entre Yakutia, en Siberia oriental, y Moscú sufrió un colapso total de sus mecanismos eléctricos. El avión sobrevolaba la República de Komi, cerca del círculo polar. Tras los primeros fallos, y antes del apagón completo, los pilotos recabaron información a la torre de control sobre la posible existencia de algún aeropuerto cercano donde realizar un aterrizaje de emergencia. Les informaron de que no había ninguno. Solo se tenía conocimiento de un viejo aeródromo abandonado hacía más de 30 años, y que en su momento había servido para dar cobertura a una expedición de geólogos. Era una pista pequeña, de unos 1.000 metros, la mitad de lo necesario a un aparato de las características del Tupolev 154. Probablemente era inservible.
Pero no había otra alternativa. Los pilotos, tras descender a 3.000 metros de altitud, se encaminaron hacia las coordenadas indicadas, en plena taiga del Gran Norte. Durante varios minutos no divisaron nada en la espesura de colores casi otoñales. Debido a la avería las operaciones eran manuales, de manera que cualquier error implicaba la pérdida de toda opción. Después de un largo y angustioso intervalo divisaron un minúsculo rectángulo en el seno de la taiga. Era el viejo aeródromo. La primera impresión fue muy negativa pues, en efecto, aquella explanada parecía terriblemente pequeña como para tener alguna garantía en el aterrizaje. Pero, de pronto, los dos pilotos tuvieron al unísono la misma pincelada de esperanza: aquel rectángulo estaba curiosamente bien recortado en medio de la vegetación. Era sorprendente que la taiga no se hubiera tragado el aeródromo tras 30 años de abandono humano. Aunque la extraña pulcritud de la pista no aseguraba, ni de lejos, el éxito, sí, al menos, invitaba a la tentativa. En cualquier caso, las cartas estaban echadas.
El Tupolev empezó a dar vueltas alrededor del rectángulo, y a cada vuelta descendía un par de centenares de metros. Era una danza extravagante, no exenta de majestuosidad, a través de la cual los pilotos trataban de averiguar el flanco más aconsejable para lanzar el aparato hacia tierra. Decidido el lugar y la orientación llegó el delicado momento de informar al pasaje. No es que los pasajeros fueran ajenos a lo que sucedía pero, hasta entonces, junto a la noticia de la avería se había prometido un aeropuerto en condiciones para realizar el aterrizaje de emergencia. Ahora había llegado el momento de decir la verdad: no era un fiable aeropuerto, sino un pobre aeródromo olvidado el que tenía que recibirles para acoger la prueba más dramática. Como los dos pilotos estaban enteramente concentrados en las maniobras fue una azafata la que explicó la situación a los pasajeros. Nadie replicó. Un silencio abrumador se apoderó de una atmósfera que había estado cargada de susurros y de algún llanto. Con poco tiempo a su disposición, la azafata solo dio dos consejos: uno concerniente a la posición del cuerpo para paliar el choque que supondría el brusco frenado, y el otro dirigido a asegurar la rapidez de evacuación. La azafata que había dado la información y sus compañeros de tripulación se quedaron junto al pasaje. Los pilotos descendieron a menos de 50 metros. Las cartas estaban echadas.
Todo fue muy rápido e infinitamente lento. El aparato saltó varias veces sobre el rectángulo, con violentas sacudidas debido a la acción de los frenos. En cualquier momento se podía producir un giro catastrófico. Y sin embargo, el firme del aeródromo, milagrosamente bien conservado, actuó como un colchón que amortiguaba el golpe. A media carrera por la pista los pilotos ya sabían que conseguirían frenar el avión lo suficiente como para llegar muy lentamente a la emboscada de árboles que aguardaba en el límite de la pista. Y en efecto así sucedió: el Tupolev metió su cabeza en la arboleda como un pájaro que alcanza el nido tras su vuelo laborioso. Quedó detenido, con las alas reposando en las copas verdes y amarillas de los árboles del Gran Norte. La evacuación fue veloz y precisa, de modo que se salvaron los 81 pasajeros, además de la tripulación. Cuando ya se habían alejado del aparato, agrupados en el centro del rectángulo, todos, al expresar la alegría por la salvación, manifestaron su extrañeza por el perfecto estado de la pista de un aeródromo perdido de la mano de Dios.
Y entonces ocurrió algo insólito. Desde el margen contrario apareció un anciano que caminaba muy lentamente. Cuando se acercó al grupo de supervivientes advirtieron que llevaba en su mano derecha un barrilito de vodka y que cantaba con gozo indisimulado. Pronto les contó el secreto: tras la marcha de los geólogos y durante 30 años él continuó preservando el aeródromo, tal como le habían encargado. No hubo día en que no limpiara la pista, incluso durante el crudo invierno. A menudo, soñaba que algún avión necesitaría el aeródromo en un aterrizaje de emergencia. El sueño se había cumplido y el vodka era para celebrarlo.

de Rafael Argullol Murgadas
Publicado en El País, 09/10/2011
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(El 7 de septiembre de 2010, un Tu-154M de la aerolínea Alrosa Mirny Air Enterprise tuvo una falla eléctrica general en pleno vuelo. El avión se dirigía hacia el Aeropuerto Internacional de Moscú-Domodedovo. La falla eléctrica dejó al avión sin instrumentos ni motores, obligando a la tripulación a aterrizar en el aeropuerto más cercano, que era el Aeropuerto de Izhma. El aterrizaje de emergencia fue exitoso y todos los pasajeros salieron ilesos. Luego se determinó que la falla eléctrica fue ocasionada por la falta de mantenimiento del sistema eléctrico. Posteriormente la tripulación fue premiada con el título de Héroe de la Federación Rusa.)


martes, 19 de mayo de 2020

LA CARICIA ADORMECE



el abandono / naturaleza viva / y la escalera

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LA CARICIA ADORMECE

La caricia adormece,
y a una región conduce
más cercana a la tierra,
a su silencio y sueño,
bien tendidos, dichosos.

Y tu cuerpo está ahí, remoto y mío,
inmóvil, invisible, descuidado,
y mientras me abandono a su nostalgia,
la oscuridad absorbe en su sosiego
de gran remanso nuestro amor flotante.

de Jorge Guillén
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DICHOSA ELLA A QUIEN NO AUGURARON

Dichosa ella a quien no auguraron
pelos en la palma de la mano
ni locura precoz
ni envejecimiento prematuro.

La destinaron
teatralmente
como si no fuera eso algo natural
a parir hijos

Y en ese menester aprendió el placer:

su destino.

de Ana María Rodas (Guatemala, 1937)
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CANTO DE PRIMAVERA

En la casa de las pinturas
comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.

Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.
Derrama flores,
alegra el canto.

Sobre las flores canta
el hermoso faisán,
su canto despliega
en el interior de las aguas.
A él responden
varios pájaros rojos,
el hermoso pájaro rojo
bellamente canta.

Libro de pinturas es tu corazón,
has venido a cantar,
haces resonar tus tambores,
tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

Tú sólo repartes
flores que embriagan,
flores preciosas.

Tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

de Nezahualcóyotl deTexcoco (México, 1402-1472)
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BALADA PARA NIÑOS ÍNDIGO Y OTRAS ESCENAS
Escena 10: Concierto para tos y puerta nº 1

Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES.

1.

¿Eso que tose cof cof cof es el poema?

¿Toda su melopea se ha reducido a la flema de un simple constipado?

Mascarillas pañuelo gasas Las bocas granas y carmín Bermejas bocas Las rufas y arrebol Embozadas por la haute couture dejando a cada quién con su bacteria

NO BESES NO ROCES ABLUCE El tacto delinque en esta cruzada contraerótica  NO HABLES frente a frente o por asalto EL VIRUS CONTAGIA revelador de la natura de nuestra condición humana He vuelto ahí acá había el poema caracol donde resuena… -escribió Paz (1986)- y no este pérfido cof cof de carrasperas Habían la errata agre y el casual bustrofedón errando
sobre las nómades arenas del lenguaje  Ahora cof cof Y sólo cof cof

Quo vadis? Repican y repican la tos La puerta Ahí un parco rotario Evangélicos Heraldos de Corire o Cotahuasi en busca de un óbolo solidario Ahorro perro cigarro carro reducen al jeme el magro albedrío     Mientras la tos La puerta Toda la función crítica reducida a una simple onomatopeya
- Hey Medo ¿me trajiste al poema o…? Mi Judas recuerda:
- Olvidé escribir a Arteca “en un blanco nuboso
la nieve ciela”

Y a Fabricio quién es Arteca
Y al poema quién es Fabricio
Hemos vuelto Judas
No al poema
Todo es ruido

2.

Y con tanta bulla ya no basta con besar la placenta del lenguaje que va de trance autista O interrumpir su tesitura vascular a punta de puro pleonasmo Hay que rabiar, dos veces en ida y vuelta Alas arriba y en los sótanos del Hades

El escriba -viejo agre enclaustrado en la idea del poema como casa-usura obstinado ante al azar Mi Judas azora Y el fercho inquiere
-¿Qué manda mi  buen?
¿Es otra tetra?
Ya no basta la idea asada en el fuego de la estética

Volver décadas para un prêt-à-porter con las prendas vanguardistas (l’écriture automatique- fluxus médiumnité- talk poetry- antipoesía) o con aquellas en las que deslumbra la ciencia Ya no Hay que rabiar sin hamartía arrastrando a hierros la sintaxis -y aún por serendipia – p. e. El pájaro de fuego de Stravinsky
Gritar eureka¡ y vislumbrar nuevos cabos ínsulas estrechos Toda una nueva geografía -a la mierda con la casa predios y aranceles- para poder reconstruir nuestro estadío

Es cierto, hay cadáveres

- ¡Arde arde! ¡a estribor o naufragamos! -grita Judas

El drama desequilibra el curso del vehículo Prescindamos El poema se construye con umbrales y resuelto se entra y sale de ahí -ya mismo estoy afuera y aquél otro energúmeno naufraga en diversos niveles
de conciencia-

3.

Si vuelvo es para rabiar con hybris en el émbolo del poema y cantar assai vivace contra el ruido (El poema es furtivo Baladí cuando arde Luego cenizas) e incluso aún contra el sentido LA REALIDAD POR AHÍ - ENTRA EN ESCENA donde cof desafina el hammerklavier donde cf querella el telepronter donde c o o f f f A(H1N1)

Hay cadáveres

Volvía aquí para asirme y mira tú qué cosa en margen plena escribo hiriente Y mortal Contra la muerte Salgo excedido

de Maurizio Medo (Perú, 1965)
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TRES PALMOS

Arrastraré hasta la cumbre el dulce fardo por enésima vez, con las manos ensangrentadas, con la espalda dolorida bajo el sol ardiente.

Arrastraremos por los senderos ásperos hacia la cima los deseos de los hombres pensativos de la parada del autobús, las emociones de las mujeres que portan las pancartas por las calles de la ciudad y las carreteras de tercera.

Nuestro objetivo no es llegar a la cima sino caminar hacia ella entonando las canciones de nuestras fiestas y reuniones.

No queremos ser Sísifo que se descorazona ante la cumbre, la cumbre es inaccesible, está perdida entre la niebla; deseamos subir tres palmos más de la señal que marcaron a sangre y fuego sobre la roca nuestros antepasados lejanos y recientes.

Cada camino, cada sendero, cada atajo están poblados de personas que persiguen la misma meta y se saludan al coincidir en las vías principales y se intercambian abrazos y mensajes de paz y libertad.

Siempre subiendo, lejos de la desesperación, hasta conseguir los tres palmos más de la marca de luz a donde llegaron nuestros antepasados.

de Maxi Rey
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LO RECONOZCO

Debo reconocer que quizás no estés en el sitio justo que mereces: ese que nunca desocupo.
Debo reconocer que quizás no te necesite de esa manera tan violenta de los animales que jadean miseria, aunque yo sea uno de ellos.
Que quizá esto sea otra cosa más tranquila propia de aquellos a los que les cansa más una sonrisa que la propia vida, aunque yo sea uno de ellos.
Debo reconocer que no le pongo ni puertas ni ruidos ni alas a este amor que a veces nos espera tras la puerta y otras se lanza con violencia sobre nuestros cuerpos desnudos.
Debo reconocer que no tengo miedo: sólo heridas.

de Elvira Sastre 
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LA CERTEZA DE LA CATÁSTROFE ECOLÓGICA NOS PARALIZA


La certeza de la catástrofe ecológica nos paraliza.
Reaccionamos de maneras diferentes, tú crees en Baader & Meinhof. A unos se les mete en la cabeza que ya nada significa nada. Otros piensan que ahora lo que importa es vivir de verdad mientras quede algo de vida por vivir. Un olor como a ratas se introduce furtivamente en nuestras conversaciones. Nos procuramos biombos, no queremos saber nada de tus ideas: de las guerras como algo necesario y deseable de la solidaridad, como lo más fatídico desde el punto  de vista ecológico Adam Smith y Keynes se van convirtiendo en dragones de nuestra infancia. La idea de que Malthus a pesar de todo tenía razón nos tortura, al menos a algunos de nosotros. Yo sólo he visto fotos de las selvas de Brasil y sus heridas. Sin embargo pienso en ellas como en los pulmones de mis hijos. Es sencillamente muy difícil renunciar al humanismo, que tantos privilegios nuestros y de nuestros amigos legitimaba. Si todos alcanzan mi alto nivel de vida, dices, se acaba toda esperanza. Tú estás descontento con nuestros intentos de recortar, como decimos. Nos odias a nosotros que te tomamos en serio, haciéndonos por ejemplo vegetarianos. Vamos a cursos de ayuno, de meditación, al solario, masaje eléctrico, bodybuilding. Pongo una foto del «hombre más gordo del mundo» encima de la nevera. Lo peor es que el capitalismo y el socialismo tienen el mismo motor: ¡Más! ¡Más grande! ¡Más deprisa! Se estaba mejor pues en 1848, incluso en 1871. La Fe la Esperanza y el Amor se sentían más  firmes. Ya no nos preguntamos qué será de nosotros y de nuestros hijos. Simplemente nos preguntamos: ¿cuándo? Somos la generación tres mil de seres humanos, dices. Sin embargo yo sólo tengo fuerzas para pensar en la tres mil uno. Los niños han pedido un vídeo como regalo de Navidad. En mi caso ahí está el límite, al menos este año.

de Claes Andersson (Finlandia, 1937-2019)
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martes, 12 de mayo de 2020

ALMAS GEMELAS


más allá de las casas, bajo las nubes, esperan las promesas...
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aleatorio
vuelo por las pantallas
confinamiento

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ALMAS GEMELAS

mitades de una gota de rocío
con que el mar, al beberla,
en lo profundo de su seno frío
cuaja una sola perla;

átomos del perfume de la rosa
que el viento mece unido;
notas que vibra el arpa melodiosa
iguales en sonido;

estrellas dobles que en el alto cielo
una órbita describen;
almas gemelas que en el triste suelo
de un pensamiento viven;

esto sin duda son los que se quieren
su fe guardando entera,
y acaso pasarán cuando aquí mueran
a amarse en otra esfera.

de Emilia Pardo Bazán.
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Soy la que vuela sobre los violines,
la experta en biología molecular,
la que cree en el amor a primera risa,
la que se peina en los charcos de la calle,
la que no ignorarías cruzando por tus sueños.
Sólo se necesitan dos para bailar un tango.
Soy la que sabe que las agujas del reloj
remiendan las heridas y los males de aurora,
la que recuerda tus enigmas y danza
en el desierto de tus emociones,
la que arde, la que sonríe cuando te despiertas.
Yuriko78 cuida de todos los hombres
a los que se les suicidan los poemas.
Soy la que besa y cierra los ojos de las piedras,
la que huele a pomelo y mandarina,
la que detiene los relojes a las dos,
la vivificadora, la mielera, la hilandera de luz,
la saliva que sana al esparrin del frío,
la que te lleva a la hora inmortal.
Vivo en la casa de las dagas voladoras,
entre la calle Verdad y la calle Placer.

de Ángel Petisme
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NOCHE OSCURA 

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedeme, y olvideme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

de San Juan de la Cruz
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EL VIEJO Y EL MAR

Cuando veamos volar a las gaviotas
sobre nuestras cabezas agotadas,
y su graznido de nuestra mirada
nos borre el horizonte y la derrota,

ya no la costa será tan remota;
y el infierno, vivido en la ondulada
mar en calma, será sombra pasada:
el gran aplauso de los compatriotas.

Cuando en la soledad de nuestros hogares
los días, como tiburones, claven
los dientes sobre nuestras alegrías,

haremos con ingenio malabares
para seguir flotando cuando acaben
de asustarnos todos sus todavías.

Ahora que al mundo, como a una pelota,
le han dado una patada, vuelve el viejo
a su descanso y el niño le pide
más tiempo para volver al mar juntos.

de Gonzalo Benito
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PARÁSITO

Abro la puerta de cada habitación de hotel con un disimulado entusiasmo. Lo primero que hago al entrar es asomarme a la ventana. Con mucha frecuencia tiene vistas al parking. Lo observo detenidamente, aunque mi coche nunca descansa allí. Contemplo los vehículos ajenos, los coches nuevos, los de alquiler, los que han tenido vida y muestran, indolentes, sus pequeñas heridas, los rasguños, la chapa deformada de cuencos sin pintura, el deterioro. Me contagio de su melancolía y de su fuerza antes de detenerme en los huecos, en aquellos lugares en los que nadie aparca, situados aquí y allá, a la espera, como mesas tendidas.
Invariablemente me asalta la nostalgia de aquella vez que, en lo más alto de un hotel, una mujer me amo o yo amé a una mujer, mientras nos asomábamos al vacío de una tormenta muy hermosa. Se contemplaba toda la ciudad y parecíamos dioses del sexo y la naturaleza en aquella ventana, viéndolo todo sin ser vistos.
Me sacudo el recuerdo. Luego, reviso el baño y me siento en la cama. Casi todo me parece aceptable. No soy de esos que comprueban la firmeza del colchón, los pelos en la ducha, el remate flechado del rollo de papel higiénico. O sí, a quién engaño, lo hago, pero con un propósito distinto.
Sin retirar la colcha dejo caer mi cuerpo hasta la almohada. Husmeo. Enseguida me asalta una fragancia a hombre feliz. Cierro los ojos y dejo que me arrase. Mi corazón percibe el vuelco del que espera a un amante. ¡Qué emocionado estoy! Lo noto en mis rodillas, en la pelvis. Él va a llegar muy pronto y siento miedo, el miedo encantador de las primeras veces, ese temblor escurridizo de la ropa al rozar nuestro cuerpo mientras es retirada por otras manos. Me acaricio despacio. Atardece.
Me he duchado antes de bajar a cenar. Las toallas reposan, arrolladas y frescas, sobre la estantería. Reprimo la ansiedad y me enjabono con paciencia. Después, sí, después me envuelvo en ellas. Una me cubre todo el cuerpo, la otra, en la cabeza. Es un momento clave: ¿Soy una mujer sabia y alegre o soy un hombre enfermo? Elijo a la mujer, así que me desprendo de la que actúa de turbante, la dejo en el bidé. Acto seguido, espoleado por el morbo, la recojo de allí, me la llevo a la cara y es entonces cuando un abatimiento aterrador se apodera de mí. Casi sin fuerzas, dejo caer al suelo la toalla pequeña y comienzo a secarme complacido con la grande. Me pilla por sorpresa tanto impulso, sus ganas de vivir. Respiro sus efluvios y comprendo que está sola y contenta; su entereza me llena, me hace fuerte. Me visto, me pongo una pizca de brillo transparente en los labios, y voy al restaurante con ganas de comerme el mundo.
Cuando regreso a nuestra habitación, me confieso expectante. Parásito y ansioso, he refinado el proceso de impregnación. Es la profundidad del sorbo, lenta y continuada, la que me facilita el máximo de rastros de huéspedes antiguos. Voy aprendiendo a hacerlos míos, a hacerme suyo. Me construyo en función de sus vestigios.
Con delectación, aplazo el momento. Voy al cuarto de baño, abro la funda profiláctica que contiene el cepillo de dientes, el diminuto tubo de dentífrico. Me observo en el espejo. Me gusto. Y gusto también a los demás, lo he notado en el bar, en las miradas que me han dirigido algunos hombres. Podría acostumbrarme fácilmente a este rostro, a esta exquisita sonrisa que marca dos hoyos de placer en ambos lados de la boca. Agradezco el impulso a esta mujer que me prestó su esencia; la dejó, como una ilustración delicada, en la toalla de la ducha, para mí, para que yo pudiese hacerme ella. Pero no debo aferrarme. Se irá también muy pronto.
Ahora queda lo mejor, lo más complejo, sin embargo. Un paisaje nocturno lleno de rastros y memorias que me harán uno, otra, todos; que me sumergirán en una turbulencia de risas, llantos, gemidos, placeres y arrebatos; de cuerpos tersos y brazos desgastados, decepciones y sueños, indigestiones, borracheras, soledades y amor.
Por fin, muy lentamente, abro la cama, coloco la cabeza en la almohada, bocabajo.
Y aspiro.

de Inma Luna
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martes, 5 de mayo de 2020

SONNERIE




el patio de mi casa...
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Córdoba mayo 
en los patios silencio 
ríen las flores

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SONNERIE 
(11 h. Plaza de la Magdalena. Córdoba)

¿En esa iglesia tan vacía
hay un violagambista okupa?
¿Fue el que nació en la raya blanca
de aquel paso de cebra
cuando estaban en flor los cinamomos?
Su perra albina vive en los tejados.
A las once, todos los sábados,
¿dónde va el pálido andarín?
¿Quién levantó la herida de la almohada?
A las once, todos los sábados,
suena en la plaza de la Magdalena
la Sonnerie de Marin Marais,
rebanando la luz de Córdoba
el ostinato sale por las ventanas,
contagia sus zureos a las tórtolas,
hace temblar las casuarinas,
abreva en la pila de mármol
y entra por el rosetón.


La Sonnerie por los balcones,
por las archivoltas y el parteluz,
por las ruinas islámicas,
en la constelación de los jazmines…
Para esta música manó la piedra
de las fuentes de magma
y los albañiles lo averiguaron
en los ojos de los veneros,
en la cuenca de la laguna…
y sigue la Sonnerie de Marais,
es el círculo que está dentro
de otro círculo, dentro de otro círculo…
La Sonnerie de Marin Marais
por los grafitis de las tapias sucias:
La maldita costumbre de la guerra,
la vida es un cadáver exquisito.


Chico blanco alcohólico busca
poesía en los labios de una niña
¡ay, cuánto me estorba mi cuerpo!
Se busca cuerpo
para compartir alma…

Salió hace un rato, se fue solo,
se fue solo…
sonó el teléfono y hablaron
los jazmines…
se fue solo, decían los jazmines.

Chico blanco alcohólico,
tú con tu amor perdido,
yo con mi duelo, el ostinato
de la Sonnerie abre las persianas,
huele a café mientras despierta
la poesía en labios de una niña
que se asoma al balcón.
Ella monta con su mirada
los andamios del universo.
Yo que llegué tan tarde
a esto de la vida… tan tarde…
dice la niña al chico blanco
alcohólico de la Sonnerie
de Sainte Geneviève du Mont-de-Paris
ya agotándose, tan tarde…
el chico blanco
que acompaña la perra albina
a buscar la frescura en los tejados.

De Manolo Romero
“Algo más que ser”
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A LA HORA DE LA VERDAD 

a la hora de la verdad todo es mentira
entre la acera roja o azul
se confunden los colores
la luz no siempre alumbra lo más bello
la intuición dirige en el silencio
y el tercer ojo no quiere siempre ver
tropiezas con girasoles y piedras
Caín o Abel
levantas la mano
y el lamento la esconde
a un lado del corazón
guardas las sábanas sacudidas de miedo
y bajo la cama
los zapatos descansan de perseguirse.

de Maria Elena Rodríguez
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DE AGUA DULCE

      Nunca hubiera adivinado que un amor
      fuera la corriente más subterránea
      sin escaparse
      que va del tibio heno a un pozo
      y de ahí empedrada a los huertos
      sin dividirse
      pero yo sí ante tu acecho
      y este poema
      que no acierta a explicarse mejor.

      Corriente de agua dulce
      en las tardes de agosto
      no vayas por el agua
      al pozo...
      Se escribe así en el viento
      una cultura detrás del amor
      nacida en los campanarios
      empujando suertes, ventanas
      de la aldea interior
      que es una mirada a la boca
      trenzados frente a frente.

      En el pozo andamos.
      Mi saya tirando a selva
      Tu camisa a juego oscura
      Mi pie todavía calzado
      Tu cuello abierto de mil troncos
      Esta mano qué sorpresa sin anillo.
      Las tuyas ayudando a sacar agua.

      Del pozo me quiero ir
      sin escaparme.
      El busto atardecer
      desconocía si esto era amor
      o dulce trampa
      que tira su moneda
      sin dividirme
      al fondo de las aguas.
      Ay, la saya nueva
      y camisa a rayas
      flotan abrazando
      el cielo, el limo puro
      que del heno a un pozo
      ya no saben regresar
      a casa.
      Y Dios arriba, abajo
      empapado también
      en dulce trampa
      hace de una mujer aldea
      este poema
      que no acierta a explicarse mejor.

de Pureza Canelo
(Pasión inédita)

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SI PUDIERA

Si pudiera regresar del sol con una cesta de membrillos. Nombrarte una vez más entre mis cartas rotas, entregarme a tu piel como a una luz oscura. Si me hablaras de Freud y me besaras dulce en el talón de Aquiles. Si pudieras, tan sólo este domingo, vigilar mi caña junto al río y recoger los peces. Si al encender el móvil por las noches me contaran que existes más allá de mí.
Si pudiera envolverme en tus deseos como los pájaros pequeños en el barro. Si pudiera plantar un pensamiento alegre en el rosal del sexo y escarbar con la boca en la raíz de la palabra orgasmo. Si pudiera ser pasto y precio de tus lágrimas y llorarlas contigo sobre las adelfas. Si me olvidara un verso en el renglón del aire. Si pudiera bañarme en tu saliva después de cada enfado. Si tus palabras crudas no amargaran tanto. Si el corazón del buey que hizo los surcos en tu vientre no hubiera existido. Si la misión del hombre fuera emborracharse. Si la palabra mundo no significara tanto. Si pudiera salvarte con un muerdo. Renovar tu carné después del baño. Si tus ojos me hicieran una seña absurda para hablar contigo. Para hacerte cosquillas. Para amarte dos horas.
Si pudiera recordar tus pechos con sabor a verano y robarles bocados a escondidas a la hora del miedo. Si pudiera deshojar tus dudas y tus ojos. Si cuando acabe el mundo y juzguen nuestras vidas y nos condenen uno a uno a escribir los fallos en la piel del otro pudiera regalarte una oración prohibida. Si pudiera quemarme entre tus labios húmedos y rojos. Si al abrir el poema como un higo maduro me encontrara a la muerte por sorpresa y tuviera tus ojos.
Si vivir solo fuera una excusa cualquiera para no conocerte. Si al jugar con tu risa, como juegan las viejos, se me olvidan los nombres de las cosas más tontas y pudiera nombrarlas nuevamente, a mi modo. Si defender al hombre de los hombres fuera el principal de los oficios y me sobraran fuerzas para hacerlo. Si una noche cualquiera, a bocajarro, me tirara a tus muslos como un tigre que se lame las patas. Si pudiera tenerte y no tenerte, fluctuar en tus sueños, desovar en tu boca, encender tu recuerdo en lo más alto. Si pudiera soñarte y anunciarlo en la prensa y orear tu pasado a la sombra del tiempo. Si al volver de la compra me cogieras la mano y acertaras la letra que se esconde en mi puño. Si al tapar las goteras de las nubes más viejas me encontrara algún sueño con olor a pregunta. Si encontrara la aguja que perdiste en tus ojos y lloviera una noche sin temor a mojarnos. Si pudiera ser fruto que se niega a ser visto y llenara tu boca de sabores extraños. Si pudiera este lunes. Si pudiera

de Raúl Vacas
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