martes, 24 de noviembre de 2015

Estampas del belén



los pensamientos
lágrimas en cascada
hojas de otoño

ECOSISTEMA

En las gasolineras se funden los glaciares.
El humo de las fábricas busca ataúdes blancos.
Quien tala el abedul detiene un río.
Yo miraba los bosques desde un tren.
El cáncer es la sombra de las selvas quemadas.
Los poemas de Lorca crecen en los naranjos.
Los desiertos empiezan en las peleterías.
El tren dejaba atrás marismas y humedales;
dejaba atrás el salto de los zorros
y el martín-pescador.
Los detergentes llenan de azufre las manzanas.
En las niñas que lloran dentro de los quirófanos
se oye el grito
del urogallo herido.
El tren cruzaba campos de maíz,
subía a la montaña, lejos, lejos del hombre
que inmiscuye un puñal en cada espiga,
lejos de su aire análogo al veneno,
sus nubes de nitrógeno, sus hornos de carbón.
El tren y la langosta que se fragua a sí misma
en la espesura; el tren junto al limón que abre
la oscuridad con dedos amarillos;
la caracola llena de pagodas torcidas;
el ciervo reclutado al azafrán.
Pasaba el tren, hermosa cordillera
instantánea, horizonte mecánico,
dragón oscuro de los manantiales.
Pasó el tren y quedó ilesa
la vida.


© Benjamín Prado Rodríguez

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5 HOMENAJE

Riza el viento la mar en avenida
sobre grava morena de secano,
y un halo lleno de calor humano
tu ser embarga, Pérez, sin medida.

No importa nada ya. La buena vida
bajo la sombra, Juan, de un sol murciano,
con un vino Jumilla siempre a mano
y cocina huertana por comida.

Atrás quedó la noche consentida
y la tarde prolífica y callada,
y la fría mañana de un abril…

Sin agitada prisa desmedida,
hoy estrenas, amigo, la alborada:
todo el tiempo del mundo para ti.

©pbernal
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ESTAMPAS DEL BELËN
III SANTIAGO, EL HERMANO DE JESÚS


Mientras la Virgen María
se arrobaba con Jesús
el Niño dijo un: ¡atchús!
y soltó una nadería
de risas en armonía
con la cuadra y con la peña.
Mesaba José la greña
de su barba, que brillaba,
y a Santiago le mandaba
que acarreara más leña.

©pbernal

jueves, 19 de noviembre de 2015

ESTAMPAS DEL BELÉN



en las alturas
verdean las praderas
cantan las fuentes

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ENSAYO GENERAL

Se alza el telón. El decorado: flores,
ascuas (un naranjal de orfebrería),
nieve al fondo. La escena está vacía.
Se oyen susurros entre bastidores.

Pastores, Magos, pajes... Los actores
repasan su papel (se acerca el día).
Falta la estrella que ha de ser su guía
por las llanuras y por los alcores.

La estrella no llegó nunca al ensayo.
¿Es que el electricista tuvo un fallo?
¿Era un truco y no estrella verdadera?

Tras el foro, Jesús, triste, emprendía
su camino en el vientre de María,
sabiendo – él es quien es – lo que le espera.


© José Hierro

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4 EL ÁRBOL
(para Antonio)

Cerezo que custodias tu rebaño
con la sabiduría del orfebre
y el arte del maestro nigromante:
callado en tu campiña, seleccionas

esas partículas elementales
con las que reproduces creaciones
que luego te suplican en el monte,
y tú dispensas hasta el infinito.

El verso de tu cielo se derrama
como Guadalquivir por humedales,
y alegra, place, moja, baña, llega…

Es tu palabra clara; de maestro
respetable, discreto, bullicioso.
Noble cerezo de sabrosos frutos.


©pbernal


ESTAMPAS DEL BELËN
II EL FUEGO


Cuando el Niño-Dios nacía
y sus ojitos abrió
una luz le sorprendió
a la vera de María:
algo en la cueva se... ardía.
—“¿Quién eres? — le preguntó,
y el fuego le respondió:
— “Yo solo soy el reflejo
que se mira en el espejo
de mi Dios”.

©pbernal

martes, 10 de noviembre de 2015

Estampas del belén



en el estío
voluntarios arbustos
cuidan el agua


ARDIMOS EN EL BOSQUE

¿Pero cómo saber, sin la mirada,
la hermosura del bosque, la grandeza del mar?

El bosque estaba tras de mí; lo conocían
mis oídos: el rumor de sus hojas,
la confusión del canto de sus pájaros.
Sonidos que venían de un remoto lugar.
Y el mar del otro lado, golpeando
la frente, sin rozarla,
cubriéndola de gotas. Era mi piel
quien descubría su frescura,
mi soñoliento olfato quien entraba en el pecho
su duro olor.
¿Pero cómo saber, sin la mirada,
la hermosura del bosque, la grandeza del mar?
Porque no había más, en el lugar del pecho,
que una extendida sombra.

(¿Mas qué frío candente mis párpados abrasa,
qué luz me desvanece, qué prolongado beso
llega hasta el mismo centro de la sombra?)

Joven el rostro era,
sus labios sonreían,
y el retenido fuego de su cuerpo
era quemada luz.
Entramos en el mar, rompíamos
el cielo con la frente,
y envueltos en las aguas contemplamos
las orillas del bosque,
su extensa fosquedad.
Miré, tendidos en la playa, el rostro:
contemplaba las nubes;
y el retenido fuego de su cuerpo
era un sombrío resplandor.
Penetramos el bosque, y en las lindes
detuvimos los pasos;
perdido, tras los troncos, miramos cómo el mar
oscurecía.
Tenía triste el rostro,
y antes que para siempre envejeciera
puse mis labios en los suyos.

©Francisco Brines

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I

…Gonzalo Amigo.
Eres como el dial
de una radio de caja de madera
movido en el azar de farragosos hercios
para sintonizar pulgas y pléyades,
y, en el misterio de una tarde incierta,
dar paso a la hermosura
de un poema plagado de verdades a medias;
y exiges que te piensen los lectores,
y se digan…
Pones al descubierto
esa lucubración mefistofélica
que rompe el andamiaje y la tramoya
de lo correctamente político,
o políticamente correcto;
y sabes, dulcemente,
(“si hubiéramos sabido…”)
interpretar el pálpito con tacto e inocencia,
improvisar la vida
y pulsar la sedal sonoridad
de una cuerda vibrante de guitarra,
con imagen explícita o implícita
sobre un tablero blanco de luces y de sombras,
Gonzalo Amigo…

©pbernal



ESTAMPAS DEL BELËN
I PAJARILLOS


— ¿Dónde dices que nació?
¿Dónde dices, colibrí?
— Aquí. Muy cerca de aquí.
Un arcángel lo anunció.
Dicen que lo presenció
un ruiseñor y un zorzal
y una urraca maternal
y un búho serio y prudente
y un conejo con un diente…
y todo el reino animal.

©pbernal

martes, 3 de noviembre de 2015

ESTAMPAS DEL BELËN




"en el silencio
de tus alas postradas
ojos escriben"


ANOCHECIENDO


No sé qué hacer con esta sombra
que me lleva hasta ti.
Tú, haciéndote ceniza
en tu tumba de esquina soleada
esperando que vuelva convertido.
No sé si llego adelantado o tarde.
¿A qué hora habíamos quedado?
No sé qué hacer con esta sombra
que me pide dormir, dormir, dormir…
Échate a un lado madre,
que voy muerto de sueños.

©Manolo Romero

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LA VIEJA

La vieja desdentada sonríe dulcemente.
No oyó que le dedican palabras de cariño.
Sus ojos agrietados rezuman tempestades.
Sus pómulos resecos amagan rosetones
carmín, entre las manchas pecosas de su cutis,
indemne de batallas o heridas amorosas.
Las voces le incomodan. Pregunta sin fastidio.
Repiten las palabras, y fija su vigilia,
y ríen sus sentidos, pues ha entendido todo.
La raya de sus labios, tortura delineada,
se frunce a las vocales en articulaciones
de enérgica firmeza con ecos de señora.
Su voz parsimoniosa aventa la nostalgia
y encierra en una frase entrecortada y débil
lejanos sentimientos venidos del pasado.
Una sarmiento-mano a sarmiento pegada
anima bocamanga, pliegues del corazón,
al ritmo musicado que solo en ella suena.
La voz calla pugnando: la vieja se demora.
Paciencia no se casa con años juveniles,
y el tiempo para ella es algo detenido.
Ajadas, sus mejillas, danzan al aire quieto,
carnosas, colganderas, laxas al alimón
de hoyuelos cenagosos, lejanos de pasiones.
Desvía la pregunta la voz segura y firme.
La vieja le responde roto su triste verbo,
enhebrando un camino distinto al iniciado,
y pasa por la vida como quien sabe un libro
escrito para ella, pero cerrado entonces,
oculto en el misterio de un tiempo enamorado.

©pbernal

ESTAMPAS DEL BELËN
XIV EL RÍO

Quiero pasar la plata bajo el puente.
Quiero calmar la sed a ese cordero;
y al pavo, y al conejo, y al tendero
por más que sean de barro hasta la frente.

Quiero ser vivaracho; con corriente
que mueva los molinos harineros,
y llegar a los campos y viveros
para regar del huerto la simiente.

Quiero empapar el musgo por debajo,
y a cada pez mecer en su partida
lastrada, cada cuerpo tan plomizo,

y lamer del castillo los yerbajos
de cartón-piedra y tela envejecida…
y del Niño sentir todo su hechizo.

©pbernal