martes, 10 de noviembre de 2015

Estampas del belén



en el estío
voluntarios arbustos
cuidan el agua


ARDIMOS EN EL BOSQUE

¿Pero cómo saber, sin la mirada,
la hermosura del bosque, la grandeza del mar?

El bosque estaba tras de mí; lo conocían
mis oídos: el rumor de sus hojas,
la confusión del canto de sus pájaros.
Sonidos que venían de un remoto lugar.
Y el mar del otro lado, golpeando
la frente, sin rozarla,
cubriéndola de gotas. Era mi piel
quien descubría su frescura,
mi soñoliento olfato quien entraba en el pecho
su duro olor.
¿Pero cómo saber, sin la mirada,
la hermosura del bosque, la grandeza del mar?
Porque no había más, en el lugar del pecho,
que una extendida sombra.

(¿Mas qué frío candente mis párpados abrasa,
qué luz me desvanece, qué prolongado beso
llega hasta el mismo centro de la sombra?)

Joven el rostro era,
sus labios sonreían,
y el retenido fuego de su cuerpo
era quemada luz.
Entramos en el mar, rompíamos
el cielo con la frente,
y envueltos en las aguas contemplamos
las orillas del bosque,
su extensa fosquedad.
Miré, tendidos en la playa, el rostro:
contemplaba las nubes;
y el retenido fuego de su cuerpo
era un sombrío resplandor.
Penetramos el bosque, y en las lindes
detuvimos los pasos;
perdido, tras los troncos, miramos cómo el mar
oscurecía.
Tenía triste el rostro,
y antes que para siempre envejeciera
puse mis labios en los suyos.

©Francisco Brines

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I

…Gonzalo Amigo.
Eres como el dial
de una radio de caja de madera
movido en el azar de farragosos hercios
para sintonizar pulgas y pléyades,
y, en el misterio de una tarde incierta,
dar paso a la hermosura
de un poema plagado de verdades a medias;
y exiges que te piensen los lectores,
y se digan…
Pones al descubierto
esa lucubración mefistofélica
que rompe el andamiaje y la tramoya
de lo correctamente político,
o políticamente correcto;
y sabes, dulcemente,
(“si hubiéramos sabido…”)
interpretar el pálpito con tacto e inocencia,
improvisar la vida
y pulsar la sedal sonoridad
de una cuerda vibrante de guitarra,
con imagen explícita o implícita
sobre un tablero blanco de luces y de sombras,
Gonzalo Amigo…

©pbernal



ESTAMPAS DEL BELËN
I PAJARILLOS


— ¿Dónde dices que nació?
¿Dónde dices, colibrí?
— Aquí. Muy cerca de aquí.
Un arcángel lo anunció.
Dicen que lo presenció
un ruiseñor y un zorzal
y una urraca maternal
y un búho serio y prudente
y un conejo con un diente…
y todo el reino animal.

©pbernal

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