martes, 3 de noviembre de 2015

ESTAMPAS DEL BELËN




"en el silencio
de tus alas postradas
ojos escriben"


ANOCHECIENDO


No sé qué hacer con esta sombra
que me lleva hasta ti.
Tú, haciéndote ceniza
en tu tumba de esquina soleada
esperando que vuelva convertido.
No sé si llego adelantado o tarde.
¿A qué hora habíamos quedado?
No sé qué hacer con esta sombra
que me pide dormir, dormir, dormir…
Échate a un lado madre,
que voy muerto de sueños.

©Manolo Romero

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LA VIEJA

La vieja desdentada sonríe dulcemente.
No oyó que le dedican palabras de cariño.
Sus ojos agrietados rezuman tempestades.
Sus pómulos resecos amagan rosetones
carmín, entre las manchas pecosas de su cutis,
indemne de batallas o heridas amorosas.
Las voces le incomodan. Pregunta sin fastidio.
Repiten las palabras, y fija su vigilia,
y ríen sus sentidos, pues ha entendido todo.
La raya de sus labios, tortura delineada,
se frunce a las vocales en articulaciones
de enérgica firmeza con ecos de señora.
Su voz parsimoniosa aventa la nostalgia
y encierra en una frase entrecortada y débil
lejanos sentimientos venidos del pasado.
Una sarmiento-mano a sarmiento pegada
anima bocamanga, pliegues del corazón,
al ritmo musicado que solo en ella suena.
La voz calla pugnando: la vieja se demora.
Paciencia no se casa con años juveniles,
y el tiempo para ella es algo detenido.
Ajadas, sus mejillas, danzan al aire quieto,
carnosas, colganderas, laxas al alimón
de hoyuelos cenagosos, lejanos de pasiones.
Desvía la pregunta la voz segura y firme.
La vieja le responde roto su triste verbo,
enhebrando un camino distinto al iniciado,
y pasa por la vida como quien sabe un libro
escrito para ella, pero cerrado entonces,
oculto en el misterio de un tiempo enamorado.

©pbernal

ESTAMPAS DEL BELËN
XIV EL RÍO

Quiero pasar la plata bajo el puente.
Quiero calmar la sed a ese cordero;
y al pavo, y al conejo, y al tendero
por más que sean de barro hasta la frente.

Quiero ser vivaracho; con corriente
que mueva los molinos harineros,
y llegar a los campos y viveros
para regar del huerto la simiente.

Quiero empapar el musgo por debajo,
y a cada pez mecer en su partida
lastrada, cada cuerpo tan plomizo,

y lamer del castillo los yerbajos
de cartón-piedra y tela envejecida…
y del Niño sentir todo su hechizo.

©pbernal

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