martes, 27 de octubre de 2015


senda prohibida

"crujiente ocre
alfombra de la senda
dulce nostalgia"

VENUS

En la alcoba sombría,
entre fríos basaltos,
el vientre monumental y luminoso
de una estatua de mármol.

La lluvia adormecía los secretos
y pulsaba tensas cuerdas
en el arpa del silencio,
mientras un ángel, envuelto
en un nimbo deslumbrante de misterio,

acariciaba con un gesto indiferente
los senos de las diosas.
A los pies de una Venus
caían estranguladas las palomas.

El amor desnudo y frío
dormía sobre los filos enlunados
de diez brillantes cuchillos.

©Gabriel Celaya

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MEMORANDO a los poderes públicos


En la puerta un papel que amenaza;
un papel del poder reclamando
que le pague las deudas pendientes
que nunca contrajo.

Su mirada perdida sonríe
(nadie sabe qué estaba pensando,
ignorante de un débito oscuro
que puede turbarlo).

Son sus años un largo camino
por los duros contornos de un rato;
y su espacio un espacio cambiante
difuso y extraño.

Su familia de pronto le llega
en cualquier situación y escenario,
y les dice…, y se alegra de verlos,
aunque sin nombrarlos...

Cuántas veces lloró sus recuerdos.
Cuántas veces pensó en olvidarlos.
Cuántas veces temió revivirlos
queriendo matarlos.

Ahora lleva sin pena ni gloria
cada tiempo que vive sin garbo,
cada olvido del día y la hora,
del yo, del pasado.

¡Y que vengan pidiéndole cuentas
de unos gastos que nunca ha gastado!,
mira, Dios, cómo pagan los hombres
que tejen sus pasos.

¿Por qué dicen las leyes que escriben
esos sabios que quieren mermarlo
que es la norma primera que mandan
cuidarlos, honrarlos,

cuando luego no saben si existen;
si en las noches rezuman sus llantos
al compás de una lluvia que cala
de tan largos años?

Se preocupan de hacer efectivos,
pero no de si viven los hados
que mantienen despiertas sus carnes
con su juicio ajado.

No comprende que pidan justicia
esos hombres vestidos de largo
cuando fallan en darla a los pobres,
los necesitados,

y reclaman con fiera arrogancia
acatando sus leyes y vados,
aunque hieran conciencias perdidas
de tantas y tantos

que ofrecieron su esfuerzo en la vida
con la viva pasión de los años
sin pensar en cobrar usufructos,
hoy también negados.

¿Cómo quieren que cumpla preceptos
que el poder sin mesura ha dictado
si el futuro, si se hace presente,
va a difuminarlos?;

¿qué sentido le da la gerencia
a abonar unas tasas, los gastos
que le han dicho que son por sus obras
que no ha generado?,

pues, señor, ya no vive en su casa
desde al menos más de siete años,
que a un lugar retiró sus cuarteles
por no hacer más daño

a su gente, que no se enteraba
de que ya se agotaban sus ánimos;
y al poder, que velaba por ellos y
decidió ignorarlos.

Ahora vienen con furia y con fuerza
a exigir lo que nunca pagaron,
y amenazan los pobres recursos
con que se ampararon

esos años más negros y tristes,
con Alzheimer llevando su mano,
y una cuesta sin freno a una meta
abierta en el llano.


©pbernal

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