martes, 13 de octubre de 2015

CARTAS



DONDE LAS MANOS DE LA AMADA, CON SU DESTREZA, PROTAGONIZAN UNA HERMOSA AVENTURA

Hablan, cantan, respiran,
amanecen.

Vuelan, indagan, dudan,
se cobijan.

Averiguan, descubren,
se apresuran.

Amurallan, acechan,
se confían.

Avanzan, acometen,
se detienen.

Disimulan, conspiran,
se deslizan.

Prosiguen, se demoran,
permanecen.

Acosan, se apoderan,
domestican.

Dilapidan, incendian,
se enardecen.

Ya persiguen,
ya insisten,
ya arrecian,
ya se ensañan,
ya rinden,
ya derrocan.
Ya vendimian.
Ya desisten,
renuncian,
se someten.
Ya proclaman la noche y se serenan.
Ya conducen,
invitan,
acompañan.



© Antonio Porpetta
(De "Territorio del fuego")
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CARTAS

Martes, 28

Ven y toma mi mano, y siéntate conmigo frente al ocaso nítido, de fuego, mientras el tiempo de reloj escapa igual que las partículas de arena cuando, ilusionado, furtivo me internaba en los campos de miel de tu secreto.

Evoca las pasiones olvidadas: despierta sin temores la vieja herida bruna de mi audacia, y siente cómo fluyen los últimos instantes del río que nos lleva hacia la telaraña de un sol de visionarias claridades, veladas, encendidas en su final rescoldo.

Rayamos el invierno. Aun era otoño ayer cuando las vanidades doradas de la vida nos hacían eternos.
Pero ya viejeábamos.

El nido vacío… Un sueño, ya vano, añora quimeras de brillos pasados: verdes primaveras de abriles y mayos, de campos floridos; y deshilachados hielos y rocíos… Mas ¡despierta, vamos!
El alba vidriosa precede su rastro, y a luz del día seguiré sus pasos…

…Ya no vendrán los mirlos rayando la mañana a despertar sus trinos tu sueño de doncella, prendida en tu cobijo mi flor adormecida, y un seno descubierto yaciendo entre la fronda de verde hierbabuena y sombras de aceituna…

La mar, cuando se marcha armónica, tozuda, por su costera blanca fraguando las redondas esponjas de la duna, aliviará la herida que nos martirizaba con sueños y banderas, al sol encadenados, rendidos a la danza del fuego de la hoguera que devoraba días y entrañas abrasaba.

La libertad más pura, desnuda, descubierta a fuerza de silencios, miradas y caricias, conquistada de pronto al voltear la esquina, colmó las inquietudes y adornó de laureles la culpa de la sombra de aquella noche larga.

La luz se hizo perenne. Los años no vencían. Vivimos el ahora abiertos a la vaga presencia de la vida, indiferente, extraña… Soñamos tantas cosas…
Ya no vendrán los mirlos rayando la mañana…

“Es el amor la energía que todo mueve en el mundo”, pensamiento tan profundo un anciano repetía. El amor es, todavía, con el paso de los años, lo que gana más escaños en cualquier confrontación: el amor es la razón de todos los desengaños.

Volver la vista atrás en el pasado es escalar el pico ya vencido -pero más pino y abrupto- de toda la campaña, para saber arriba que por aquello que se suspiraba, una vez satisfecho el desafío, aprehendida la vida, vivida la jornada, ese saber inmenso ausente deja el alma. Nada sirve saber, tener historia para contar en noches de nostalgia, si toda la experiencia se tira con el sello del retiro y la diluyen olas en la playa…

Ven. Despeja tristezas con la esencia celeste e inasible de tu vida, y estréchate conmigo, etérea compañera, frente al ocaso rosa de la tarde, mientras el tiempo de reloj escapa igual que las partículas de arena cuando mi mano trémula firme se aventuraba en los prados de luz de tu regazo.


©pbaediciones

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