martes, 11 de marzo de 2014

DESDE LA PENUMBRA



EL DESCENDIMIENTO

Desgarrarse del hijo.
Desprenderse de la carne.
Trazar una línea imperceptible desde el centro a la luz
y ver cómo la luz parte en dos tus esperanzas,
demuestra cómo el mundo se nutre de lo ajeno.
Así la muerte y sus gestos oscuros.
Así los brazos en cruz
como una interrogación sobre el vacío.
Así la cama desierta
y el ruido de la sangre golpeando las ventanas.
Así las sombras.

Eso fue una mañana
y ya no hubo otros marzos que llevarse a la boca.
El tiempo se detuvo para siempre en el mantel a cuadros
y ella supo, a partir de ese día, del dolor y sus costumbres,
de la lágrima vertida,
de la punzada de vidrio en el centro del pecho,
del grito que se extiende como un bálsamo,
de las grietas del alma,
de la herida.

©Elsa López
Madrid 11 de marzo de 2004

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DESDE LA PENUMBRA

15


Cuando vine ya estabas en la cómplice
nebulosa del lecho, y la ropa
tirada en un rincón, adormecida
en esa dejadez del abandono.

Una lánguida mano descendía,
a contraluz de sábana alcahueta,
rozando con los dedos el silencio
que ni mis leves pasos perturbaron.

Pausadamente despojé mi cuerpo.
Puse las vestiduras
en el azul de la descalzadora,

tus cosas y mis cosas, esos trapos
con los que disfrazamos la tristeza.
Entonces advertí que me mirabas.


©pbaediciones


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