el mundo a vista de pájaro
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en tu cabeza
coronada de rosas
nace el perfume
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LA CASA POR EL
TEJADO
Anciana como la seda
humilde como una albarda,
amarillea su tiempo
como el polen en la piel.
Sin salir entre las tejas
galopa camino arriba,
en busca de una memoria
que gotea tras de sí.
Humus que nutre la savia
como sus partos dolientes
cuatro pagados en prenda
seis que pellizcan su pan.
Y todo junto a la cama
en su mesita de noche
el agua con que lavarse
el timbre para la muerte.
Esther Lucio
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HAMBRE DE LIMÓN
Tengo el estómago lleno de cardos,
y el sabor de la ceniza de las tardes de domingo.
Una deja de ser niña
y crece un hervor por dentro,
un amor que es hambre de limón.
Pero ahora están todos muertos en el frío:
los gatos ciegos bajo las estrellas.
Yo misma les puse leche y espinas antes de morir.
Comían pescado sacudiendo la cabeza,
pequeños y dinámicos por la ignorancia.
Ahora están muertos en el frío:
los ahogó el peso de las tripas,
y los brazos de mi madre eran blancos en la noche.
«Porque los gatos se reproducen como ratas».
Esas fueron las palabras que se llevó la corriente.
Ahí empezó el mundo porque esa noche la niña
trepó al árbol y nunca más bajó.
y el sabor de la ceniza de las tardes de domingo.
Una deja de ser niña
y crece un hervor por dentro,
un amor que es hambre de limón.
Pero ahora están todos muertos en el frío:
los gatos ciegos bajo las estrellas.
Yo misma les puse leche y espinas antes de morir.
Comían pescado sacudiendo la cabeza,
pequeños y dinámicos por la ignorancia.
Ahora están muertos en el frío:
los ahogó el peso de las tripas,
y los brazos de mi madre eran blancos en la noche.
«Porque los gatos se reproducen como ratas».
Esas fueron las palabras que se llevó la corriente.
Ahí empezó el mundo porque esa noche la niña
trepó al árbol y nunca más bajó.
Cristina Sánchez-Andrade
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1
EL CAMPING
Su figura de cristo agitanado, en la hora temprana que se ajusta a
la norma, abre la puerta, solo una hoja que permite el paso ajustado de un
coche, se sienta en la oficina, detrás de los cristales del control de entrada,
y en el ordenador abre la fecha. Dentro del camping hay mucho por hacer. Desde
hace mucho. Y empieza las tareas rutinarias en cada parcela de actividad:
limpieza, servicios, bungalows, viales… Vistazo a la piscina, relleno de agua,
riego del césped; reparaciones; quejas… Hay tanto por hacer, y son tan pocos…
Hay una calle con un pino en medio; piedras sueltas por las escorrentías de la
última tormenta; las hojas de los chopos alfombran los espacios; parcelas
ocupadas por rocas como vacas; defectos de fábrica que acusan el uso y el
tiempo; una torreta quemada… Lo que se pueda, y dejar que las cosas fluyan.
Visto sin pararse en
menudencias, el camping cobra una apariencia libertaria, salvaje, de dejadez
vintage; de ciudad sin ley, con sus matones y forajidos; con sus miedosos,
porque más vale lo malo conocido…; con sus víctimas y sus pícaros; sus voluntariosos,
y sus pasotas. Un microcosmos con un conjunto de características que le da su
encanto especial, la supervivencia en la desidia del “no se puede hacer más”.
Y todos ruegan porque no
cambie. ¡Qué país…!
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