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brisas de otoño
por la nostalgia
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Martín
Niemöler
(versión)
los
inmigrantes
en
el punto de mira
Yo
soy de aquí
a
las lesbianas
les
niegan sus derechos
Yo
soy hetero
los
extremismos
gritan
a las ideas
Soy
apolítico
arrojan
piedras
mis
cristales saltaron
Hoy
es ya tarde
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INSULTARIO
Estúpido, pendón, parnitarruco,
torpe, inútil, patán, zarrapastroso,
sucio, necio, cabrón, vago, mierdoso,
imbécil, maloliente, abejarruco.
Cerdo, tocapelotas, terco, absurdo,
inope, charlatán, moscón, amorfo,
piojo, cornudo, penco, pedicorfo,
insolente, pasmón, zote, palurdo.
Hipócrita, engañoso, vil, gusano,
ridículo, rastrero, soplapollas,
marrullero, mamón, chulo, marrano.
Engreído, bastardo, pucotrollas,
obtuso, mal nacido, cruel, villano,
dientes de ornitorrinco, gilipollas.
Cristina
Doal
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MADRID DESDE MI AUTOMÓVIL
Tras
el volante de mi coche Madrid es una ciudad de cielo y ladrillo visto.
Madrid
tiene una bomba en la memoria y doscientos nombres grabados en el vientre.
Madrid
guarda silencio, orgullosa, ante los comandos.
Velázquez
está sentado a la derecha del Padre y lo aclaman las campanas y las flores.
Un
dios eleva, poderoso, un tridente. La diosa es madre de todos nosotros. Colón
nos otea desde sus altos ojos.
Hay
dos torres que parecen caer sobre Castilla y sus anchas aguas.
Madrid
es una ciudad perversa, con prostitutas y transexuales en las aceras de las
avenidas.
Madrid
es una enorme botella de niños borrachos, es un charco de orina adolescente.
Madrid
es alto ruido a altas horas del día y de la noche.
¡Madrid
de los inmigrantes…!
Madrid
imprime carácter, como el sacerdocio.
Madrid
es tierra prometida.
Madrid
es maloliente y preciosa.
Miguel
de Francisco
(1951-2013)
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7
Viaje al pasado
El Arroyo del Palomo nace en Las Mesas, desciende por el Prado de
la Madera bordeando el Monte Colmenarejo, y muere en el Burguillo. Bravo en
primavera y seco en el estío, con humos de profunda torrentera, en su salida al
pantano forma una hendedura que fragmenta La Rinconada en pequeños núcleos: desde
los altos del camino de Navaluenga, el Cerro de las Víboras o el lago, al caminante
le maravillan, destacando entre la espesura de los pinos, multicolores fachadas,
techumbres, tejados y terrazas, y los huertos, viveros y apriscos salpicando la
irregular orografía del terreno.
En el Prado de la
Madera, junto al Palomo, a mil metros de altura y a unos ochocientos de la
aldea, se hallan vestigios de una vieja hacienda. Malas hierbas dominan los
viales, corroen los cimientos y ocultan los accesos. Solo el azar la puso en mi
camino.
Varias obras la
conforman: un pozo abovedado, ahora broza y cascote, proveía de agua, quizá con
noria o bomba de palanca; en la ladera del Palomo, terrazas con árboles
frutales y huertas, yermas por deserción, constatan que, en tiempos ya lejanos,
fue negocio boyante; casas hundidas yacen con sus muros desnudos: solares, tejas
rotas, paredes desplomadas bajo fronda salvaje… Una leñera con troncos, y otras
pistas, deducen que su abandono fue casual.
En la desolación de este
paisaje, el edificio principal resiste. “SE VENDE”, dice su fachada. Dos
plantas, un sótano, muros de mampuesto… Su sólida obra, su tejado intacto, lo ofrecen
imponente, airoso y atractivo. Arrogante maleza invade el patio y trepa las paredes
aportando pinceladas románticas a su indolencia. Oculto, inaccesible, se defiende
bien de incómodas visitas, aunque revela huellas de saqueo…
Una puerta partida, cuya
hoja inferior permite entrar, ofrece la cocina malograda; el sucio salón consiente
el paso, y polvorientas alcobas, amuebladas, con las camas hechas, mantienen sus
puertas trabadas. La impresión de súbita ausencia temporal afirma la sospecha
de un regreso demorado sine die.
Tal vez el abandono responde
a su aislamiento, y a su dificultad para exportar la producción agrícola, pues comerciar
con la cercana Rinconada u otras aldeas más lejanas en vehículos de la época, (posiblemente
carros tirados por mulas,) exigía grandes rodeos por sendas de tierra, pistas
forestales y caminos pedregosos, eternizando tiempos y distancias.
Hoy, desde la ruta, contemplo
entristecido la intemperie de su fachada principal incólume; pues las ventanas
superiores muestran hojas desvencijadas y destrozos en el interior: mobiliario revuelto,
tejados rendidos, escombros…; ha cedido el suelo y son visibles cañas y cascajo
desde la puerta lateral de la planta baja; maderas astilladas, quebradas vigas,
quicios violentados… La escalera del sótano, sin peldaños, deja ver volcada una
tinaja grande, tal vez en un intento de llevársela…
A través del hueco de la
puerta principal, el deprimente espectáculo duele. Imagino la congoja de sus paredes
añorando el esfuerzo, el sudor, la vitalidad y la alegría de los labriegos en las
terrazas, planteles y aledaños, embriagados por la mezcla de efluvios emanantes
de los árboles en flor, de los brotes de la huerta, de los parterres del patio…
“La luna nueva cede la noche
a las estrellas. Bajo el jazmín del pozo, el pequeño del patriarca ciñe a la chica
de sus sueños; ella le abraza ilusionada, prestándole atención a sus promesas...
“La férrea disciplina
del viejo logró hacer un vergel de la heredad abrupta: tenaz y paciente desbrozó
el monte, allanó la ladera para la siembra, construyó la casona de piedra, dos
plantas y sótano, y en un lateral la leñera; en el alto cavó y abovedó el pozo
y montó la fuente de palanca; sembró árboles frutales en las terrazas:
granados, perales, manzanos… Y fue edificando las otras casas a medida que los
muchachos se hacían mayores y se comprometían con chicas de los alrededores. La
familia crecía, y la faena alimentaba a la numerosa prole. Jamás saldría de su
casa, repetía, haciéndoles jurar que, a su muerte, esparcirían sus cenizas por
la finca, junto a ella…
“Un lejano día llegaron de
la ciudad tentaciones y promesas, y empezaron a desfilar. Le dejaron solo con el
pequeño, que ahora urdía su traición... Con las luces del alba, el hijo pequeño
y la chica le pidieron que los acompañara para una diligencia: un trámite en el
que precisaban de su beneplácito.
“Nunca más regresaron.
“Cuentan que, hace años,
una numerosa familia visitó La Rinconada; subieron a la finca, la pusieron en
venta… y cumplieron la promesa.”
Me sorprende la
seguridad de mi Amigo Fiel. Sé que, por un instante, repara en mis dudas sobre
la certeza de su relato. Aunque quizá le preocupe más mi sospecha sobre su vida
anterior, pues noto un calculado mutismo que interpreto como si recelara
haberse excedido, y mantiene hasta su abandono en las puertas del camping…
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EL TRICICLO
(palabras prestadas)
sentado en esta silla,
arrimados los codos a la mesa,
hace mi mano presa
del lápiz de carbón y de tablillas
se me antoja difícil explicar
ubérrimo. un abundante fruto
que suena raro y bruto,
y temo naufragar…
rascarme el occipucio me relaja,
pues con el manoseo
me apago, me destilo; ronroneo
y olvido andar en filos de navaja.
paupérrimo, carente, miserable
sin paliativo, y sin arrumacos.
es como quedas luego de un atraco.
es muy desagradable.
visto lo visto
extiendo la mirada en la mañana
y encuentro en la sabana
la verde paz que ofrece el malvavisco.
ha llegado el momento del retiro.
con mi silencio llegará la calma
adentro de mi alma.
montado en el triciclo me las piro.
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