martes, 18 de noviembre de 2014

DESDE LA PENUMBRA



EL JUEGO DE HACER VERSOS


El juego de hacer versos
—que no es un juego— es algo
parecido en principio
al placer solitario.

Con la primera muda
en los años nostálgicos
de nuestra adolescencia,
a escribir empezamos.

Y son nuestros poemas
del todo imaginarios
—demasiado inexpertos
ni siquiera plagiamos—

porque la Poesía
es un ángel abstracto
y, como todos ellos,
predispuesto a halagarnos.

El arte es otra cosa
distinta. El resultado
de mucha vocación
y un poco de trabajo.

Aprender a pensar
en renglones contados
–y no en los sentimientos
con que nos exaltábamos–,

tratar con el idioma
como si fuera mágico
es un buen ejercicio,
que llega a emborracharnos.

Luego está el instrumento
en su punto afinado:
la mejor poesía
es el Verbo hecho tango.

Y los poemas son
un modo que adoptamos
para que nos entiendan
y que nos entendamos.

Lo que importa explicar
es la vida, los rasgos
de su filantropía,
las noches de sus sábados.

La manera que tiene
sobre todo en verano
de ser un paraíso.
Aunque, de cuando en cuando,

si alguna de esas nubes
que las carga el diablo
uno piensa en la historia
de estos últimos años,

si piensa en esta vida
que nos hace pedazos
de madera podrida,
perdida en un naufragio,

la conciencia le pesa
—por estar intentando
persuadirse en secreto
de que aún es honrado.

El juego de hacer versos,
que no es un juego, es algo
que acaba pareciéndose
al vicio solitario.


© Jaime Gil de Viedma
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DESDE LA PENUMBRA

42


Nos queda poco tiempo, amor, no te demores,
mira que es tarde, y luce la farola
nostálgica de lunas,
y la reja se cubre de libélulas negras
que traban nuestras manos en el trance de un beso.

No te demores tanto, amor, no te demores,
y acércate a la umbría. Ya se han secado verdes
las flores del jazmín de nuestra infancia;
y en el bruno rincón de las adelfas, donde
nacen promesas y secretos duermen
Cloris está esperando tu llegada.

Mira que se hace tarde, amor, y es medianoche,
y apunta por la reja la mañana
cuajada de palabras diluidas
en la fronda que vela tu misterio.

No te demores tanto; hace frío en la calle
y la luna con Eris alienta desvaríos
en la penumbra de la madrugada;
y Dionisos reniega, (no te demores tanto),
de todos los placeres de la vida…
…y ya
nos va quedando
poco tiempo.

©pbaediciones

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