martes, 21 de febrero de 2017

rayos de fuego


sol de febrero
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rayos de fuego
la hojarasca recibe
temblor del bosque

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EAU DE NOUS

Cuando te vas por las mañanas
queda en mi cuarto
nuestro perfume común.

El rastro del animal nuevo
que inventamos.
El aire enriquecido
de una jaula sin barrotes
en la que cabalgamos
toda la noche.

Así olería el mundo
el primer día de su vida.

A lava y a flores.
A lluvia fecunda.
Y a tierra caliente.
Muy caliente.

Y ya quisieran chanel y compañía
embotellar la esencia
de todo lo que empieza
cuando tū y yo nos despojamos
de corazas
para nadarnos mutuamente
amnésicos de orillas
y celebrando recordar

que no hacer pie es igual
que no haber tocado fondo.

Me duele ventilar el cuarto.

Siento que con nuestro olor a amor
se va por la ventana lo mejor de mí.

Luego recuerdo
que en cualquier momento
volveremos a mezclar los ingredientes
sin medir las proporciones
como siempre hacemos
y hacemos siempre
un perfume nuevo.

Y sonrío a solas.
y aspiro hondo.
Y ahí sigue.

El aroma que hace llegar las estaciones.


©Carlos SalemDos

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VATICINIO

Echó los dados su soñar despierto
en el damero de la madrugada:
las campanas sonaron
arrebatadas, en barullo torpe
roto el sosiego inane
en donde su mañana se mecía.

Movió la ficha negra
absorto en el color de calcetines,
zapatillas, alfombra…, zarandajas
en la tiniebla agreste,
y avanzó las casillas, tembloroso,
con las manos delante,
confundido el parchís con la gallina ciega.

El borde de la cama, proceloso
escollo de los mares
a la deriva en el confín del cuarto,
rozó su flanco sur por el estrecho
astillas levantando,
y rodaron los dados de sus dedos.

Contó los cuadros con la ficha puesta,
y, en el borde de un aura de bóveda celeste
apagada en oscuros contraluces
del día no llegado,
dio con la crisma firme, enarbolada,
en el canto entreabierto de la puerta…

Hoy no será un buen día, vaticina.


De “espejos rotos” 2005

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Yo

“— Yo soy yo solo, con mi circunstancia”
(una voz susurraba en el desierto);

yo no soy nada: nada me conmueve.
Mi circunstancia menos.
Los cielos alimentan mis espinas.

(— ¿De qué me quejo?)
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