martes, 28 de febrero de 2017

CONSEJOS PARA UN POETA JOVEN


subida al Nevero (Navafría)
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irrelevante
en la grandiosidad
luego la euforia

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CONSEJOS PARA UN POETA JOVEN

No hartarse de leer
nunca,
jamás,
tampoco.
No imitar con descaro
la poesía de los otros.
No escribir lo que piensas
que otros quieren que escribas.
No dejarles tus versos
a poetas amigos
mientras estén inéditos.
No criticar a críticos
que puedan serte útiles.
No poner nunca pegas
a poemas nefastos
de los poetas popes.
No presentarse a premios
de quinientos talegos para abajo.
No presentarse a premios
de quinientos talegos para arriba.
No presentarse a premios.

No ser, en modo alguno,
de tradiciones necias
que le pongan un marco
a tu poesía.
No escribir en los bares.
No escribir nunca a máquina.
No escribir.
No beber bourbon malo
ni ginebra sin marca conocida.
No serle fiel a nada,
ni a ti mismo.

No escribir con catarro
ni con esa resaca de los lunes.
No hacer uso ridículo
de recursos lingüísticos pedantes.
No hacer poesía angélica
pensando que el lector es gilipollas.

No tomarse las cosas tan en serio
que parezca que va la vida
en ello.
No ser un petulante
ni un estúpido.

No comer con las manos
tostón frito
después de una lectura.
No firmar los poemas
con tu nombre
seguido de la fecha:
es pedante.

No romper nunca nada
pues el pasado es siempre
un referente.
No creerte ese dios
que nunca fuiste
ni serás de seguro

No escribir de la Virgen,
como algunos poetas
que conozco.


©Luis Felipe Comendador

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SUENA TU NOMBRE
(a M. R.)

Suena tu nombre. Te llaman
de otro mundo, de otra esfera;
nada despeja tu sueño
aliñado de asperezas,
y contestas con desgana.
Los resortes de la mesa
gritan luz canalla y verde,
y hasta el gallo se despierta.
Habla tristezas la radio;
la radio relata penas
mientras la ropa se aparta,
la ducha te despereza,
cara y cuchilla discuten
y en la barba se concentran…
Descubres del otro lado
alguien con esas ojeras,
le saludas, te saluda,
inclináis vuestras cabezas,
os laváis la dentadura,
os miráis sin extrañeza,
os volvéis la espalda; luego
lo abandonas tras la puerta…

Pones la calle en su sitio,
que nadie la dejó puesta;
subes al coche, y arrancas
camino de tu verbena
para cubrir con tu sombra
huecos que el alba no llena…

de “espejos rotos” 2005

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