martes, 18 de julio de 2017

grita la madre


casas abandonadas en La Rinconada

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grita la madre
la comida en la mesa
sigue jugando

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A PROPÓSITO DE LA CUMBRE DEL G-20.

En una cumbre sin árboles, donde habita un gusano, campean a sus anchas los veinte magníficos.
Sacrifican convenios y nóminas a un dios que se nutre del sudor de los hombres.
Se permite jurar en vano a tu prójimo para activar el comercio.
Es punible crear certidumbre mientras las chabolas aumentan.
Es necesario comprar a los líderes que no temen cruzar el mar muerto.
Hay que alzar una torre muy alta aunque su base sea el óxido.
Es lícito hacer malabares en el trapecio mientras el domador a escondidas chasquea su látigo.
Es inútil llenar el botijo de agua cuando se coloca el último bloque de piedra.
Hay que palpar lo intocable para que el paria no maldiga su suerte.
Es moral enviar a la tropa para equilibrar la balanza de un bárbaro.
Hay que agasajar con buen vino y mejores viandas al usurero que financia la guerra.
No hay que olvidar al poeta que canta hay que enmudecer sus cuerdas vocales.
Enrojecen mis glóbulos blancos y abandonan la calma.
Mi repulsa es el croar de una rana traducido en insomnio.
El zumbar de un mosquito que desquicia los nervios.
El rugir de una bestia que no se arrodilla por un trozo de carne.
La marsellesa que interrumpe la producción de una fábrica.
El chasquear de una lluvia de piedras y fuego que detiene un blindado.
El estallido de una lata de coca cola caduca en un centro de ocio.
El crepitar de las llamas en un pozo de crudo que impide el tráfico aéreo.
El lamento de un príncipe que perdió su castillo por cobrar comisiones.
Los veinte magníficos no mandan a tiempo su perro adiestrado.
Las banderas son negras y mi voz es un báculo que al levantarse retira las aguas.
Jodido poeta
Tu palabra es una pluma en el suelo que el aire desprecia.


©Josef Antoni "En voz alta"

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5. ALALEH
para Alaleh
(En los montes de Irán crecen
florecillas rojas
de un leve parecido a las amapolas:
alaleh, shaghayegh…)


Era la primavera. Mi ventana
florece con el eco de una voz:
la princesa iraniana.
Es su primer viaje.
Quería visitar mi observatorio.

Menuda. Cáliz verde de flor trémula. Fina.
Néctar el labio, tibio; abierto a la textura
del placer. Armonía. Mirada susurrante
en donde perecer…
Ingenua. Y excitante; virginal…,
hablaba a mis espaldas.

Entre las tonterías que se dicen,
por el nombre sentí curiosidad:

— Es de una flor que crece en la pradera
de mi natal Irán.
Le llaman shaghayegh, y se parece
a la amapola;
pero el rojo es más rojo:
como el alaleh.


©de “Variaciones sobre el ocaso”, 2005

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