martes, 9 de octubre de 2018

LOS DÍAS DE UN VENCIDO


La Najarra: El collado de los guías

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APÓCRIFO MACHADIANO

Estos días azules y este sol de la infancia
vienen de un sueño mago que me lleva a Sevilla.
En el patio empedrado cantaba sola el agua.
En la plaza cercana, un son de golondrinas.

Por las calles en sombra, una sombra cansada,
camino del casino de tertulias cansinas.
Las niñas que bordaban su inicial en las sábanas.
El eco del pregón de las mercadurías.

Mi padre entre papeles, de la noche hasta el alba.
Mi madre, en su silencio, absorta en la cocina.
Mis hermanos jugaban con el mundo en el atlas.
Yo miraba las horas pasar hacia otra orilla.

La penumbra fingida refrescaba la casa.
Era todo real y a la vez fantasía.
Niñez mía en el sueño de la ciudad más clara.
Qué rápido va el tiempo y qué lenta la vida.

de Felipe Benítez Reyes
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XXXIII

Tropezando. Desastrado.
Vacilante caminaba.
Con retrato corcovado
los zapatos arrastraba.

Una botella llevaba
con licor.
Y su aliento destilaba
mal olor.

de apuntes, 2001
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LOS DÍAS DE UN VENCIDO

Es curioso cómo cada día soy más consciente de la insignificancia de mi muerte si la comparo con lo que compendia en mí la muerte de los que quiero y no considero aún en tal proceso [¿en tal abismo?]. Y es que la muerte empieza a ser insignificante cuando toma el camino natural de lo ya vivido [precisamente porque se ha vivido].
En otro plano superior, también resulta mi muerte insignificante, pues en ningún caso supondrá la desaparición del ser lanzado en las generaciones.
Desde ese punto tengo claro [y ya demostrado] que no soy importante ni en el estar.
También es cierto que no hay experiencia de la muerte, es imposible, sino de la vida con su roce de muerte y su cúmulo de consecuencias traídas con o sin sorpresa… El sentimiento de falta es vida, la tristeza es vida, la añoranza y el recuerdo son vida…, y hasta el hecho de morir es vida hasta el justo último instante.
Y, sin embargo, la muerte nos conforma como seres en camino [es absolutamente vivaz], pues nos lleva hacia sí inexorablemente, lo que la convierte en una plataforma envidiable desde la que buscar expresión, desde la que preguntar y preguntarse, desde la que tomar valores o desdeñarlos.
Tomando a la muerte como punto de partida [y no de final] todo se configura posible, hasta cambiar los parámetros del mundo humano dándolos un giro [que se figura imposible] de 180 o de 360 grados. ¿Qué importa el uno o la nada si partes de la muerte? ¿Qué dificultad podemos poner a cualquier pretensión de ser o hacer si partimos de la muerte? ¿Importa el dinero, el poder, la posesión de objetos y campos infinitos si partimos de la muerte? ¿Qué libertad no es susceptible de existir si partimos de la muerte?

de Luis Felipe Comendador
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