martes, 20 de noviembre de 2018
LECCIONES DE VIDA SEXUAL
Aguja en la zona alta del Callejón de las Abejas, en La Pedriza
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PEQUEÑAS SEDICIONES
hay tanta gente sola
seria perdida mustia
emborronada
que sueña que sucumbe
gente que se detiene
en los semáforos
y hojea –es un decir-
revistas de países
a los que nunca irá
ánimas solitarias cuerpos solos
con tedio se masturban y a menudo
piensan en el pasado
lejos de ser felices se conforman
con la mención de la felicidad
están al día de todas las noticias
de todas las canciones
los libros las películas
son buenos anfitriones y organizan
cenas con compañeros de trabajo
en pisos de alquiler
recogen entre todos
la mesa
tristemente
después vuelven a casa
y así viven
todos creen merecer algo mejor
inédito de Javier Vela
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XXXIX
Una brisa de canela,
de refrescante sonrisa,
si te imagino a mi vera.
Con el sol del mediodía
me asaltan desde las piedras
comezones y morriñas.
Una poquita de sal
y unos granos de pimienta
son la suerte que me espera.
Se cruzan, traban y enredan
los caminos de mi vida;
pero a ti ninguno llega.
de apuntes, 2001
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CINE: LECCIONES DE VIDA SEXUAL
LA FICHA 'Kinsey' Director: Bill Condon Intérpretes: Liam Neeson, Laura Linney, Chris O'Donnell, Peter Sarsgaard, Timothy Hutton, John Lithgow País: EEUU Duración: 118 minutos.
Alfred Kinsey (1894-1956) dedicó 20 años de su vida al estudio de un tipo de avispa que ni vuela ni pica. La avispa de agalla. Kinsey recogió y analizó hasta un millón de ejemplares de estos insectos, y llegó a relevantes conclusiones de la ciencia entomológica. Kinsey, en verdad, era un tipo que lo hacía todo a lo grande. El mismo celo enfermizo con el que coleccionó avispas y las examinó al trasluz lo aplicó después a su siguiente objeto de estudio: la sexualidad humana. Suyo fue el llamado informe Kinsey, obra capital sobre el comportamiento íntimo de hombres y mujeres que, en el ecuador del siglo XX, dejó patas arriba a la sociedad americana, tan proclive al grito y el pataleo cuando se trata de hablar simplemente de sexo.
El retrato. Bill Condon, director de sensibilidad dulce e infrecuente (Dioses y monstruos, 1998), retrata en Kinsey los recovecos y aristas de un científico excéntrico y extrañamente oblicuo, interpretado por Liam Neeson con formidable presencia escénica. Un personaje singular y ambiguo, homosexual reprimido y masoquista según unas biografías, abiertamente bisexual según otras; traumatizado en su niñez por un padre castrador, retrógrado y moralista; capaz, en fin, de pincharse el prepucio con una aguja hasta sangrar para experimentar la sensación de dolor que algunos de sus encuestados decían sentir cuando practicaban sexo.
Condon explora la vida de Kinsey en un insólito juego de equilibrios entre pasión y moderación, entre ciencia y esperpento, eludiendo vicios y trampas propios del biopic, género con peligrosa tendencia a la exaltación y la hagiografía. El director neoyorquino se acerca a Kinsey a través de entrevistas rodadas en blanco y negro, las mismas que el científico hizo masivamente en sus estudios sobre sexualidad, y viaja con él desde su adolescencia en la reaccionaria Indiana de principios de siglo hasta sus penúltimos días en compañía de su esposa, allá por 1956.
Insectos y sexo. Kinsey fue una autoridad mundial en el estudio de las avispas de agalla. Siendo profesor de Entomología en la Universidad de Indiana, conoció entre el alumnado a la que sería su mujer, Clara McMillen (Laura Linney). Ambos eran vírgenes y sus primeras experiencias sexuales fueron un desastre. Siempre tan científico, Kinsey consideró que era necesaria una metodología sobre sexualidad. Poco a poco le pilló el truco -y de qué modo- a la relación marital, y empezó a dar cursillos de matrimonio en la universidad, donde explicaba a jóvenes parejas cuestiones básicas de sexo: masturbación, excitación, posición. Las avispas quedarían relegadas a la vitrina del coleccionista.
La encuesta. Obseso recolector de datos y estadísticas, Kinsey trasladó la rigurosa metodología de estudio entomológico a la investigación del comportamiento sexual humano. Para tal fin diseñó un completísimo cuestionario a modo de cuadrículas y comenzó las entrevistas que, entre 1937 y 1953, llegarían casi a 20.000. Con preguntas íntimas y espinosas como "¿con que frecuencia tiene relaciones sexuales?", "¿a qué edad empezó a masturbarse?" o "¿qué acto masoquista prefiere?"
Las conclusiones. Las principales conclusiones del informe son: a) el 92% de los hombres y el 62% de las mujeres se ha masturbado alguna vez; b) un tercio de los hombres ha tenido una experiencia homosexual y un 4% se declara sólo homosexual; c) el 42% de las mujeres sólo ha tenido sexo con un hombre en su vida; d) el 10% de las mujeres nunca ha llegado al orgasmo, y e) casi el 50% de los hombres casados ha practicado sexo oral, un 45,5% en el caso de las mujeres.
Nadie, hasta Kensey, se había atrevido a hablar de sexo a la cara. Sexual behavior in the human male (1947) y Sexual behaviour in the human female (1953) hicieron crujir la moral del país de pies a cabeza. "Les estás diciendo que sus abuelas e hijas se masturban. ¿Cómo no quieres que se escandalicen?", le dice su esposa, Clara, en un momento de la película. Kinsey hizo despertar a América el sentido de su propia sexualidad.
Una objeción: pese a lo extenso de la muestra, siempre cabrá la duda sobre la veracidad de los datos. La posibilidad de contrastar el informe Kinsey, uno de los axiomas del método científico, es nula.
El escándalo. Visto hoy, tanto ruido social podría parecer gazmoño. Cincuenta años después de las conclusiones de Kinsey, el sexo sigue teniendo muy mala prensa. Las hordas moralistas y ultraconservadoras de EEUU han vuelto a estigmatizar el sexo. Aprovechando el estreno del filme de Condon, salieron a la calle para boicotearla. "El sida, el aborto, el divorcio y la pornografía son parte del legado de Kinsey", bramó el grupo ultraconservador Morality in Media. En el fondo, las cosas del sexo no han cambiado tanto. Qué curioso. Kinsey tendría todavía mucho trabajo.
De Julián García, 2007
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