martes, 12 de febrero de 2019

PRIMERO LOS DE AQUÍ


Vista desde "Hoyo Cerrado"; al fondo, el Cerro de San Pedro.

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GRECIA
A Gotthold Stäudlin.

Bajo la sombra de los plátanos,
donde el Iliso corría entre las flores,
los jóvenes soñaban con la gloria;
donde Sócrates conquistaba los corazones
y Aspasia pasaba entre los mirtos,
mientras los clamores de un gozo fraterno
resonaba en el Ágora ruidoso,
y mi Platón forjaba paraísos;
en tiempos en que solemnes himnos magnificaban a la primavera
y torrentes de entusiasmos fluían
de lo alto de la montaña de Minerva,
en homenaje a la diosa protectora;
y cuando en la dulzura de innumerables horas llenas de poesía,
la vejez fluía como un sueño divino,
entonces, amigo mío, hubiera querido conocerte
tal como mi corazón te halla, pero años atrás.
¡Ah! qué abrazo hubiera sido el nuestro.
Tú me habrías cantado las hazañas de Maratón,
y el fervor más hermoso
habría brillado en tus embriagados ojos.
Tu corazón templaríase al sentir la victoria
y tu cabeza, que el laurel rodearía,
libre pues del peso triste de la vida
que apenas nos alivia con un soplo de dicha.
¿Ha desaparecido la estrella del amor
y el dulce fulgor rosa de la juventud?
Ah, tú, no sentiste la fuga de los años
en la danza de las doradas horas de la Hélade.
Eternos como la llama de las Vestales,
el coraje y el amor ardían entonces
en todos los corazones,
y como el fruto de las Hespérides
se abría incesante el dulce gozo juvenil.
¿De todo ese siglo de oro, por qué
el destino no te ha reservado una parte?
¡Aquellos deliciosos atenienses
eran tan dignos de tus inflamados cantos!
Apoyado contra tu lira jubilosa,
bebiendo la sangre de la dulce uva de Quío,
habría descansado, ardiente aún,
del agitado tumulto del Ágora.
¡Sí, y en aquella edad mejor,
tu corazón amante, tu gran corazón fraterno
no se habría batido en vano por un pueblo
al que con gusto ofrecemos lágrimas de gratitud!
Mas ten paciencia, no dudes que vendrá la hora
que a tu alma divina librará del polvo.
¡Muere! En vano buscarás por esta tierra
tu elemento, oh espíritu preclaro.
¡Ática, la gigante, ha caído!
El eterno silencio de la muerte se incuba
en las tumbas de quienes fueron hijos de los dioses,
en las ruinas de los palacios de mármol.
La sonriente y dulce primavera, que llega,
ya no encuentra a sus hermanos:
en el valle santo del Iliso
un lúgubre desierto los recubre.
Mi deseo se vuela hacia aquel país mejor,
hacia Alceo y Anacreonte,
y yo querría dormir en mi estrecha tumba,
junto a los santos de Maratón.
¡Que esta lágrima sea, pues, la última
vertida por la sagrada Grecia!
Oh Parcas, haced sonar vuestras tijeras,
ya que mi corazón pertenece a los muertos.

Friedrich Hölderlin (Alemania, 1770-1843)
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PATERAS

No sé qué quieres que a mi puerta llamas
después de tu viaje por esa mar tan gruesa,
vecino, tan temprano.
Aterido de frío, sin ropa ni equipaje,
golpeas mi conciencia, y no sé qué decirte.
El abandono de tu tierra madre,
a ciegas permutado por la vaga promesa
de mejora, me llena de estupor.
Me turba tu mirada. La sonrisa
que resplandece en tu semblante alerta.

No sé qué quieres. Tal vez desconfío
de que me solicites el pago de una deuda.

Aquel antepasado aventurero
que se fue por los mares en busca de tesoros.
Tal vez la codiciada fortuna, conquistada
en la selva, nunca correspondida.

¿Podría conformarte una sonrisa?
¿Podría conformarte una palabra…?

Dímelo tú, viajero diferente
manchado de miseria, que a mi puerta llamas
con la dulzura triste de un esclavo.
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PRIMERO LOS DE AQUÍ

"Primero los de aquí" dices, fumándote un cigarro en tu balcón mientras ves como desahucian a tu vecina María, española, víctima de violencia de género y con dos hijos.

"Primero los de aquí" dices, mientras haces fotos, sólo haces fotos a los abuelitos de tu barrio cogiendo comida en el contenedor de basura.

"Primero los de aquí" dices, cuando sales del super y te niegas a darle una caja de leche a Antonio, 80 años, de Teruel, que recoge comida para el Banco de alimentos de tu pueblo.

"Primero los de aquí" dices, mientras te descojonas de las caídas de Juan, de Málaga, a quien servicios sociales le ha quitado sus dos hijos y ahoga sus penas en alcohol.

¿Primero los de aquí? No. Primero tú. Sólo tú. Porque no has movido ni un dedo por ninguno de los "de aquí" en tu puñetera vida. Prefieres que se ahoguen 650 personas en el mar, 123 niñas y niños, a que se les preste ayuda. Pero en el fondo, te importan lo mismo esas 600 vidas que la mayoría de los españoles que te rodean. Nada.

La gente que ha estado luchando por los derechos colectivos, parando desahucios, construyendo y organizando redes de solidaridad y haciendo un poquito más fácil la vida a la gente, los acoge con los brazos abiertos. Es racismo, claro que lo tuyo es racismo. Pero no es sólo eso. Es ser una mala persona.

Manuel Vicente Montoya

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