martes, 21 de enero de 2020

SONETO LÚBRICO





foto de Fran García
---

TU CUERPO SIEMPRE CÁLIDO

tu cuerpo siempre siempre
siempre tu cuerpo cálido
tu piel la más jugosa sin embargo

el misterio me amiga hacia el abismo
loca desesperada contenida fluyo
voy hacia la catástrofe
atragantada desmelenada pensando
descifrar el bolero que dice que sirvo para algo
que una flor en mi pelo es algo serio pero
detrás de cada beso juega un hueco – horror
donde se pudre lo que la historia jodió con tanta cosa
devoro estrellas
los dioses establecen su pauta –el labio
lucha a su muerte –violento– con la sombra
no importa
sigilosos chapoteando cercando el fuego en celo
acechantes de la fiera del miedo apareando el acoso
buscamos la caricia la dulce metedura
conjuramos:

¡Aquí tu cuerpo-tú!
más caliente que nadie más jugoso revueltos y fogosos
sabios desesperados mojados
ávidos hasta no poder más sobándonos
sacudiendo las entrañas resbalando
nos movemos nos venimos mirando hondo
espantando fantasmas
descifrando el bolero
esperando el milagro.

Allí está la alegría
que se retuerce intensa en la tristeza
en un rayo de sol desesperado
que se cuelga obstinado
entre las ramas retorcidas, viejas,
de los árboles negros;
de flamboyanes negros, con recuerdos
de sangre caída;
coagulada de pétalos,
al borde del barranco,
silencioso y cuajado de murmullos.
Allí está la alegría,
resbalando constante por las ramas
opacas y sombrías
y cae, ya fatigada,
cansada de luchar contra las sombras;
arropada de lágrimas…

Angelamaría Dávila (Puerto Rico, 1944-2003)
---

SONETO LÚBRICO DE ENTRENAMIENTO AL ANTIGUO MODO.

Me llamé y te incendiaste de mirarme,
te llamaste y tu fuego me sostuvo,
nos llamamos y el humo que nos hubo
dejome ardido y chusco de incendiarme.

Me saliste y yo hice por entrarte...
No quisiste y de no entrarte salime
y quedeme metido en el dirime
de entrarte y no salirte sin tocarte.

Si me llamo y me salgo por amarte,
¿qué no haré si al tocarme y sopesarme
te encontrase ante mí toda dejada?

quizás vaciarme entero, hermosa amada,
y luego lentamente desllamarme
mientras me agoto en el desensartarte.

Luis Felipe Comendador
---

NOTICIA

Solo tiene dieciocho años.
Vengo enseguida mamá, cinco minutos.

El frío recorre los portales
en los atardeceres,
las farolas parpadean
y el reloj duda cómo seguir adelante.

De sus guaridas salen a la superficie
los jóvenes instintos,
dejando un rastro de vómitos y sangre.

Sombras, cuchicheos y sollozos.
¡Nada!
Los perros rastrean entre los juncos
de las aguas oscuras de los ríos.

Solo tenía dieciocho jóvenes instintos.

de Ángeles Chozas
---

15

La tormenta

La tormenta eléctrica, en las últimas horas del día, no presagia nada bueno. Bueno, sí: un respiro para las temperaturas si acaba en agua. Los truenos, justo encima de la caravana, son tremendos, y azaroso salir a ver qué pasa: el temor a los rayos y posibles incendios embarga el ánimo de todo el camping. Con las primeras gotas, el martilleo en el tejado metálico augura el rápido paso a lluvia generalizada, y con el granizo se hace ensordecedor. De la pequeña superficie de la cubierta empiezan a correr ríos de agua. Radio y tele pierden la señal. Decido salir para ver el fenómeno, y pongo a cubierto herramientas y utensilios cuya conveniencia pasa por resguardarlos del agua; dejo un paraguas a mano; observo cómo se empapa la tela del cenador; compruebo que la rafia aguanta, así como la firmeza de sus cuerdas y que a ningún elemento (avance, cocina, parasol…) afecta la tormenta.
      La noche es movida: el aparato eléctrico se mantiene; me niego a salir del nido para ver los efectos del aguacero, que golpea la cubierta de aluminio con la furia desenfrenada de los meteoros, produciendo un ruido atronador. No es la primera vez, me siento seguro en el inevitable duermevela.
      La mañana se presenta fresca, diáfana, luminosa; sin huellas de agua en el suelo, aunque el camping sufre algún estrago: la tierra sedienta la acogió con fruición; puedo comprobarlo en el paseo que, aún antes de que el sol salte Lanchaquebrada, inicio de inmediato.
      Es un gozo la tibieza del ambiente, el cielo limpio, el aroma de la tierra mojada, de las plantas…; los resecos palos de los gamones parecen rejuvenecer; el amarillo de la hierba verdea; los líquenes y musgos de las piedras resplandecen; las zarzas lanzan sus espinosas ramas sobre el camino; se yergue el endrino, la retama, el helecho; brillan las jaras al sol, y hasta la hojarasca de agujas de los pinos que alfombran el monte se ven esponjados. Inspiro, y el aire sabe distinto. Bajo al puente de la garganta que, por supuesto, no se ha inmutado: apenas un hilillo la justifica; busco la senda borrosa hacia el Mirador de las Víboras desde los rápidos del arroyo. Desde el Mirador, desoyendo el más elemental sentido de prudencia, trepo a la cima del Cerro. Descubro lo resbaladizo de las rocas húmedas, las trampas de las plantas expansivas, la seriedad de los pinos, inalterables, y vistas que ponen a mis pies un mundo inabarcable, limitado por la Sierra de la Paramera, al fondo; abajo el Burguillo, inmenso lagarto espatarrado de un azul turquesa contenido en el borde costero resplandeciendo al sol; y arriba el Pozo de la Nieve y el Pico de Casillas.
      Emprendo la bajada, y siento su presencia. Pienso en recriminaciones, de modo que me dispongo a soportar el chaparrón; e, intentando descifrar su discurso, apenas me ocupo de dónde piso. “Muchas personas” dice, “se quedan fuera. Debería haber más para evitarlo. Allí son felices, normales... a mí me sorprenden. Plantean objetivos que nunca se me hubieran ocurrido, con una clarividencia espectacular. Somos un equipo, pero por la noche están solos. En mi casa de acogida viven siete. Son muy responsables. Se organizan entre ellos para las funciones domésticas y la convivencia. Nosotras les servimos de apoyo. Dos trabajan: madrugan y se buscan la vida para desplazarse. Tres superan los sesenta, y a esa edad están mayores. Me preocupa su futuro… Administramos su dinero: hay una caja común, y se lo damos cuando nos lo piden. No permitimos que salgan sin pasta para gastos corrientes, un refresco, un café, el transporte… suelen pedir que les acompañemos cuando tienen que ir de compras: ropa, calzado… nunca hemos tenido problemas. De los otros dos, una es chica, cercana a los cincuenta; el otro supera los cuarenta. Se organizan bien. Nos quieren mucho, y nos lo demuestran: somos su única familia. Hay muchos y diversos casos. Unos se quedaron solos, y de otros se desentendieron los hermanos cuando desaparecieron sus padres. Por eso digo que debería haber más casas como esta para ellos. Detrás de cada uno hay una historia dolorosa, de marginación, de desprecios, de rechazo; en el peor de los casos de abandono, de abusos. Cuando los tratas como personas, son las mejores personas del mundo. Una sobrina de la chica quiere saber de ella. No se conocen. La chica lo rechaza. Cuando se quedó sin padres, los hermanos la abandonaron. Ella era muy niña. Tres días estuvo en la calle. La encontraron los municipales acurrucada entre basura…, y la llevaron a la Institución de Apanid, en Prado Acedinos. Lo pasó muy mal, y no lo olvida.
      -Chica, -le digo-, tu sobrina no te abandonó, fueron su padre y sus tíos…
      -Tunn no sabess lo loc qué hee pasando yo… nnno quiiero saaaber nnaada de ellos.”

      Una nueva incógnita se abre cuando me deslizo con cautela por la ladera, en busca de una senda conocida. ¿De qué género es mi… Amigo Fiel?
---

No hay comentarios: