sábado, 6 de noviembre de 2021

 


más allá del espejo


PANDEMIA

 

“La salud no puede ser un negocio”, sentimiento que se cuelga de la balconada de Casa García.

Recogimiento y silencio de todo el pueblo.

Es la ausencia de ruidos donde veo tanta belleza.

Son las 20:00 horas, unimos las manos en apoyo a los que curran y velan por la higiene de todos, por el bien común.

Largos paseos clandestinos con Rita.

Emociones de soledad, temor.

Le recordamos a Blas que la siesta se acaba, y que no se preocupe, que tenemos papel higiénico para todos.

La diarrea mental y el agobio lo aliviamos con sobredosis de mascarillas.

¡Sorpresa!, nos visita la Filo.

Brazos abiertos de bienvenida.

Nunca nieva a gusto de todos.

Con el Almeida y la Ayuso ya somos zona catastrófica.

Pacientemente valoro el tiempo y la compañía de mis amores.

Con poco, cuánto.

La tecnología hace su función: nos entretiene y nos (des) informa.

Ahora más que nunca sé que el verdadero negocio no está en nuestra salud, y sí en la ignorancia y el miedo.

La pandemia perfecta.

Lo sospechaba.

 

© Pedro García, “Perico”

Club escritura “sonrisas”

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PENSAR LA REVOLUCIÓN

 

      El gobierno no reside en el gobierno, sino que está incorporado en los objetos y las infraestructuras que organizan nuestra vida cotidiana (y de los que dependemos completamente). Toda Constitución es papel mojado, la verdadera Constitución es técnica, física, material. La escriben quienes diseñan, construyen, controlan y gestionan la infraestructura técnica de la vida, las condiciones materiales de existencia. Un poder silencioso, sin discurso, sin explicaciones, sin representantes, sin tertulias en la tele (y al cual es del todo inútil oponerle una contrahegemonía discursiva).

      Según explica el brillante y contradictorio autor italiano Curzio Malaparte en su libro clásico y maldito Técnica del golpe de Estado, aquí mismo estaba el corazón de la discusión entre Lenin y Trotsky la víspera de la revolución rusa. Para Lenin, se trataba de suscitar y organizar un levantamiento general de las masas proletarias que desembocase en el asalto al Palacio de Invierno. Para Trotsky, por el contrario, la revolución no pasaba por combatir a pecho descubierto al gobierno y a sus ametralladoras, ni por tomar palacios o ministerios, sino por adueñarse de la organización técnica de la sociedad: centrales eléctricas, ferrocarriles, teléfonos, telégrafos, puertos, gasómetros, acueductos, etc. Para ello, no se necesitaban masas proletarias algunas, sino una tropa de asalto de “mil técnicos”: obreros especializados, mecánicos, electricistas, telegrafistas, radiotelegrafistas, etc. A las órdenes de un ingeniero-jefe de la revolución: el mismo Trotsky.

 ©C.I.

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