canal de todos: foto de Blas
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A
ti que lo perdiste todo
y buscas
y corres
para que el gris de las cenizas
hable con una voz que diga
«deja de buscar, ven aquí, te quiero».
y buscas
y corres
para que el gris de las cenizas
hable con una voz que diga
«deja de buscar, ven aquí, te quiero».
de
Teresa Soto
Teresa Soto gana el III Premio Internacional
de Poesía Margarita Hierro / Fundación Centro de Poesía José Hierro
Enhorabuena
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POEMA
PARA UNA NOCHEBUENA
(eneasílabos de hierro)
Un
niño de oro y rosa ¿puede
anticipar el alba?
Una brizna de hierba ¿puede
ser el brazo de la venganza?
anticipar el alba?
Una brizna de hierba ¿puede
ser el brazo de la venganza?
El
Vengador ¿es el amor?
La mano débil ¿es el hacha?
Con sangre suya y llanto suyo
¿rescata ajena sangre y lágrimas?
La mano débil ¿es el hacha?
Con sangre suya y llanto suyo
¿rescata ajena sangre y lágrimas?
Todo
era oscuro. Soledad
y noche. (El alma aprisionada.)
Y ahora en la noche se ha encendido
maravillosa llama.
y noche. (El alma aprisionada.)
Y ahora en la noche se ha encendido
maravillosa llama.
Entre
espumas de ola y de nube
el alma canta, liberada.
el alma canta, liberada.
Como
si fuera el centro ardiente
del amor que todo lo abrasa.
del amor que todo lo abrasa.
José
Hierro
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ES
UNA ENFERMEDAD
No
resistías tanta intensidad y te pusiste una veladura.
Deseaste
un corazón plano,
que
el electrocardiograma no supiera dibujar caminos con /recodos
sino
que fuera una llanura
o agua
en remanso, sin saltos interiores.
Quisiste
una sangre aplacada y una digestión plácida,
la
convivencia en armonía de tus intrusos habitantes.
Que
se templasen tus instrumentos de sentir y se /orquestaran.
Pediste
un instante de tregua a las neuronas
pero,
dónde localizar su núcleo, cómo desactivarlo.
Qué
zona del cerebro es la que se resiste a la /anestesia.
Te
dijeron que no había pastillas para curarte.
Tirsa
Caja
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DATE
A VOLAR
Anda,
date a volar, hazte una abeja,
en el jardín florecen amapolas,
y el néctar fino colma las corolas;
mañana el alma tuya estará vieja.
Anda, suelta a volar, hazte paloma,
recorre el bosque y picotea granos,
come migajas en distintas manos
la pulpa muerde de fragante poma.
Anda, date a volar, sé golondrina,
busca la playa de los soles de oro,
gusta la primavera y su tesoro,
la primavera es única y divina.
Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
anda, camina por el mundo, sabe;
dispuesta sobre el mar está tu nave:
date a bogar hacia el mejor encanto.
Corre, camina más, es poco aquéllo...
aún quedan cosas que tu mano anhela,
corre, camina, gira, sube y vuela:
gústalo todo porque todo es bello.
Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.
Callada el alma... el corazón partido,
suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para que tanta sed bebiendo cures
hay numerosas sendas para tí...
pero se hace la noche; no te apures...
todas traen a mí...
en el jardín florecen amapolas,
y el néctar fino colma las corolas;
mañana el alma tuya estará vieja.
Anda, suelta a volar, hazte paloma,
recorre el bosque y picotea granos,
come migajas en distintas manos
la pulpa muerde de fragante poma.
Anda, date a volar, sé golondrina,
busca la playa de los soles de oro,
gusta la primavera y su tesoro,
la primavera es única y divina.
Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
anda, camina por el mundo, sabe;
dispuesta sobre el mar está tu nave:
date a bogar hacia el mejor encanto.
Corre, camina más, es poco aquéllo...
aún quedan cosas que tu mano anhela,
corre, camina, gira, sube y vuela:
gústalo todo porque todo es bello.
Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.
Callada el alma... el corazón partido,
suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para que tanta sed bebiendo cures
hay numerosas sendas para tí...
pero se hace la noche; no te apures...
todas traen a mí...
de
Alfonsina Storni (Argentina, 1892-1938)
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REFLEXIÓN
FUERA DE CONTEXTO
«Nos
paseamos como autómatas por ciudades insensatas. Vamos de un sexo a otro para
llegar siempre a la misma morada. Decimos más o menos las mismas cosas, con
algunas ligeras variantes. Comemos vegetales o animales, pero nunca más de los
disponibles, en ningún lugar nos sirven el Ave del Paraíso ni la Rosa de los
Vientos. Nos jactamos de aventuras que una computadora reduciría a diez o doce
situaciones ordinarias. ¿La vida sería entonces, contra todo lo dicho, a causa
de su monotonía, demasiado larga? ¿Qué importancia tiene vivir uno o cien años?
Como el recién nacido, nada vamos a dejar. Como el centenario, nada nos
llevaremos, ni la ropa sucia, ni el tesoro. Algunos dejarán una obra, es
verdad. Será lindamente editada. Luego curiosidad de algún coleccionista. Más
tarde la cita de un erudito. Al final algo menos que un nombre: una
ignorancia.»
Julio
Ramón Ribeyro
1929-1994
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11
La emboscada
Panzas de
burro en el amanecer dibujan melancolía en el ambiente del Valle. Arriesgo ante
la lluvia impredecible. Echo a andar hasta donde el agua lo permita, y siento
su presencia:
“Siempre fue cobarde. Incluso aquel lejano
día en que el Secretario General pronunció aquellas palabras: “-¡Ahora dice el
abogado que está harto, y se larga con toda la información, documentos,
papeles…! ¡Esto es el fin…!”-. Su alteración fue exagerada. Por mucho que se
esforzara, nunca conseguiría evitar enredarse en embrollos de los que, luego,
le costaba salir airoso. Su tendencia a meterse en líos insolubles podría
motivar su prevención ante los conflictos, y la deriva hacia una prudencia que,
fatalmente, translucía temor.
“En el trabajo, ante su estupor, siempre
estuvo bien considerado, tanto en el área profesional como en el personal. Le
tenían estima, cuando en realidad hacía su tarea sin pretender ascensos o
tratos de favor; y en sus relaciones sociales se limitaba a opinar libremente y
con honestidad sobre temas comunes.
“En ese tiempo se fraguaba un nuevo grupo,
y eran habituales las discusiones sobre el proceso: la oportunidad del momento;
las consecuencias…; formas y conveniencias de afrontar diversas cuestiones…;
esas típicas discusiones que surgen entre personas.
“Tal vez en ese contexto mostró osadía o
torpeza al tirar piedras y esconder la mano: propuso alguna solución imaginativa,
u opinó de forma juiciosa sobre asuntos como conseguir estabilidad o ventajas
en la actividad, y le tomaron la palabra: le propusieron dirigir la nueva
asociación.
“Quizá por cobardía, o por bocazas,
aceptó. Si hubiera sido honesto, habría considerado que no lo tenía claro, que
las propuestas eran equívocas, que le faltaba… un hervor. Es cierto que ninguno
era demasiado versado en temas representativos, pero los persuadieron con el
pretexto de que nadie nace enseñado; deslizaban que la experiencia se adquiría
en el día a día; y que tenían un abogado afín, de mucho prestigio, que los asesoraría
sobre temas legales, e iba a llevar el peso del papeleo y la documentación…
“En cuanto a su actitud, resolvió que
valía la pena intentarlo y, como encabezaba la lista, salió elegido.
“Empezaron celebrando reuniones y
asambleas en la flamante y nueva sede; y cursos para instruirlos en las pautas
con las que liderar su actividad: estrategia, normativa, técnicas de
negociación… No sonaba mal. Sin embargo, no se veía cómodo en ese nuevo
espacio. Había muchas preguntas que no osaba formular; y la filosofía esbozada,
el espíritu que transmitía, no encajaba con sus principios. No obstante, una
vez aceptado el compromiso, lo cumpliría.
“En algún momento les advirtieron, sin
desvelar la causa, sobre quienes charlaban demasiado, exhortándoles a que guardaran
reserva sobre lo que entre aquellas paredes se dijera; nunca hizo caso a esas
consignas porque sabía que los trapos sucios se lavan en casa; que no puedes
contar proyectos a contrincantes, y que, en ciertos círculos, ante la duda es mejor
guardar reserva. Sobre todo si no dominas el campo...
“Le asignaron un área, e hizo lo necesario
para ser eficaz en su tarea de apoyo y defensa; se interesó por problemas
ajenos que pudieran repercutir en las personas; defendió situaciones complejas;
fue transparente y justo… Consiguió acrecentar su crédito, a pesar de algún
sonado patinazo y lamentables errores, como no podía ser de otro modo…
“Cierto día se vio en una de esas
situaciones oscuras e imprevisibles que se prenden en la mente y no dejan de
importunar, obligando a buscar un conjuro para alejarlo. Era por la tarde, en
una comisión sobre proyectos. Habían tratado el asunto por la mañana, pero
citaron a varios participantes después de la comida para cerrar flecos.
“Horas después, cuando salían de la sala,
se acercó al quicio de la puerta el Secretario General, quejándose de que “ahora
dice el abogado que está harto, y se larga con toda la información, documentos,
papeles… ¡esto es el fin…!”
“Lo soltó como un desahogo, se dio la
vuelta sin dejar claro a quién hablaba, y se encerró en su despacho... Los
rezagados que salían en ese momento se miraron perplejos con la boca abierta.
Él sintió como si alguien hubiera gritado “¡fuego!”, pero sin humo del que
zafarse, sin llamas que sortear ni gente alarmada corriendo…
“Ese comentario intempestivo se le grabó
de forma indeleble en algún lugar de la memoria. Días después sondeó a un
miembro de la Ejecutiva, en el que confiaba, sobre si había algún problema con
el abogado. Ante su negativa, lo dejó correr.
“No obstante lo visualizaba con
frecuencia, e inconscientemente ahondaba en busca de un objeto, causa o razón,
pues necesitaba darle sentido, cerrar la brecha que aún le perturbaba. Durante
años, cuando afloraba la evocación, se le hacía presente, viva, real. Y le
angustiaba...
“Mucho tiempo después, alejado ya de contactos
y vínculos con aquello, una tarde vio venir hacia él, por la misma acera, al
Secretario General que, según le dijo luego, tampoco ostentaba ya cargo alguno.
El lejano instante de entonces se le presentó reciente, actual, activo. Y aún
antes de llegar a su altura, sintió desasosiego, prevención, sorpresa, al ver
cómo se acercaba, de forma tan inevitable como casual, el encuentro con aquel
hombre. Sus canas y arrugas les mostraban el paso del tiempo. Se saludaron
efusivos, e incluso se abrazaron palmeándose la espalda; le sintió tan cordial
y cercano, era tan natural su afecto, tan sentido y afable en sus comentarios y
preguntas, que al fin, sin engorrosas explicaciones, comprendió de golpe lo que
sucedió en aquella lejana ocasión: fue una trampa. No era él el sospechoso que
buscaban filtrando información…”
Abre el día, y el calor aprieta. Avanza la
mañana con el cuento. No sé cómo ingeniármelas para que me confirme si es una
confidencia personal…
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