Hacia La Maliciosa por El Peñotillo. Vistas.
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serias alarmas
amenazan el mundo
las desdeñamos
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Con toda mi alegría y mis mejores
deseos para todos,
y como todos los años os ofrezco mi villancico de
Navidad. Felicidades.
Villancico de 2019
MADRIGAL DE MIS MAGOS BUENOS
“Mis Tres Magos de Oriente
tomando un dron por el azul lucero
han llegado a mi puerta para enero.
tomando un dron por el azul lucero
han llegado a mi puerta para enero.
Yo les he dado casa
(quien vive solo tiene mucho espacio)
y en mi pobre palacio
se han sentado a mi vera a ver qué pasa.
(quien vive solo tiene mucho espacio)
y en mi pobre palacio
se han sentado a mi vera a ver qué pasa.
¿Fue un sueño que se atrasa?
Mis Tres Magos de Oriente
me ofrecen un pasado y un presente.”
Mis Tres Magos de Oriente
me ofrecen un pasado y un presente.”
Jesús Urceloy / diciembre 2019
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NANA DE LAS TACHADURAS
Lo tachado suele ser muy
persistente,
insiste tanto, le molesta
tanto que le tachen
que yo
termino siempre cantándole.
Empiezo con una canción y
acabo con una nana.
Pero la mayoría de las
veces no hay forma.
Y yo lo entiendo,
cómo no voy a entender
que las palabras que yo he convocado
se nieguen a que las borren.
Yo se lo explico, les
digo que hay otras.
Incluso les digo que
las otras son más bonitas.
Da igual, les diga yo lo
que les diga
siempre me responden lo mismo:
a nosotras nos llamaste primero.
Por algo será.
Me desgañito cantándoles,
les cuento la vida de las
otras palabras
para que
vean que son un desperdicio.
Finalmente, las engaño,
les digo que las otras están de prueba,
que las que van a quedar van
a ser ellas.
Al
principio se lo creen, por la música.
Pero después, en cuanto
me descuido,
empiezan de nuevo a protestar.
Y es curioso, porque a
veces, tienen razón.
Vuelvo a leer lo tachado
y la música que suena es
la que yo quería.
Francisca Aguirre
de “Detrás de los
espejos” 2011
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MONÓLOGO
Nada me gusta más que
madrugar,
ganarle al día dos o tres
horas,
hacer mío el sofá mientras
la casa duerme
y envenenarme de cafeína.
Sé que madrugo
para tener más tiempo sin
hacer nada,
entonces pienso y pienso:
Deporte de sofá.
Creo mundos inexistentes,
tonterías.
A mis años si, ¡qué pasa!
¿Es que alguien va a
mandarme cómo debo crecer?
Yo siempre fui rebelde -de
pensamiento, claro.
Quien inventó la vida
la inventó del revés. Me han
dicho
que hay así una película
-Ay, mi Brad Pitt nace
viejo-
quiero verla este sábado.
En serio, por cada año que
pasa
una es mucho más joven.
Yo voy llegando ya a la
adolescencia, edad de rebeldía.
Lo digo y lo mantengo.
Hoy ya puedo pronunciar sin
pudor
lo que no está bien visto:
No me gusta Almodóvar
- Ooohh, qué inculta-,
ni los espectáculos de boys,
ni sus paquetes,
-qué antigua, hoy es casi
obligado ir de salida.
Estoy a favor del top
manta, sin recato,
de que se falsifiquen todas
las grandes marcas
y se reparta así
lo que gana el hortera de Vuitton,
por ejemplo,
por engañar a todo el
pijerío.
Y ya le vale al osito de Tous,
con la de diseñadores que
hay
tirados por la acera.
En fin, no pasaré por el
aro.
Utópica hasta la médula, me
visto de segundas /rebajas,
tomo un último café y salgo
a mi trabajo,
feliz,
sin tener realmente motivos para serlo.
Tirsa Caja
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10
El traficante
En la puerta de la última caravana de la tercera calle, conversan
su dueño y un vecino. Hablan de huevos. Me alejo y no oigo más; iba a mis
asuntos, no procedía detenerme. No obstante, intuyo el diálogo posible: “¡más
que tú!”, no parece correcto; “sí, pero son míos”, no suena bien; “yo necesito
aceite” se ve más civilizado, me dije cuando volvía, relajado, de mis asuntos…
Nadie había ya junto a la caravana. Supongo que llegaron a un acuerdo.
Ligeramente encorvado,
poco pelo, barba descuidada, pantalón corto, camiseta desgarrada, un cayado
espartano… Cuando me acerco a la puerta del camping, ya no lo veo. Voy hacia la
senda del Búho. Y entonces empieza con su cháchara: “Esas transacciones
empezaron en la más remota antigüedad: el trueque. Mucho se ha hablado sobre la
naturaleza de la primera ocupación del género humano, del oficio más viejo del
mundo, pero estoy convencido de que, ese, el trueque, cambiar algo por algo, es
lo primero que se le ocurrió al mono erguido sobre sus patas cuando se enfrentó
a su igual. La chispa surgió cuando se dio cuenta de que intercambiar artículos
de uso o de consumo era mejor que despedazar al otro para disfrutarlos: siempre
habría otra ocasión… Se considera trueque al intercambio de bienes sin dinero,
cuando la realidad es que el dinero supone bienes u objetos en diferido. Y eso
no ha variado desde aquella remota época hasta nuestros días, ni tiene visos de
cambiar: todo se compra y se vende. Esa actividad es el verdadero motor del
avance del mundo. Aquello de la tentación se consolidó con la estratagema
ancestral de acrecentar el deseo de trocar mediante la mentira, perfectamente
hoy normalizada: al fin y al cabo el humano es un pardillo fácil de engañar,
haciéndole ver que necesita algo que ni siquiera se le había pasado por la cabeza
que existiera. Y así va el mundo…”
Perplejo camino escuchándole.
Si eso me pasó ayer… Por lo menos viene de buen humor. De esto parece que sabe…
Quizá tenga experiencia, ¿habrá sido comercial…? Creo que advierte mis dudas,
porque sigue en racha: “Cuando se dan las circunstancias de tiempo, lugar y
ocasión, la vida puede lanzarte hacia el oro, hacia la cárcel…, o hacia la
insignificancia. A mí me abordaron en el tiempo apropiado y en el lugar
preciso. Yo decidí la ocasión. La ocasión depende del conocimiento, del
convencimiento, de la ambición… En ese momento sólo consideré esta última.
Además, el planteamiento era asumible, contando con que, cuando me hicieron la
proposición, ellos ya habían estudiado lo de las circunstancias y las
posibilidades del éxito de su objetivo, por lo que me pillaron con ventaja. Digo
que era asumible, porque sólo debía implicarme en la entrega. De todo lo demás
ni siquiera tenía que enterarme; únicamente dónde iba alojado, para descargarlo.
De modo que acepté. Todo salió bien. Sin embargo, aquellas cuarenta y ocho
horas fueron de una intensidad abrumadora. La convicción de ser manipulado,
utilizado como un clínex, me llegó de golpe; la idea del engaño se alojó en mi
mente con tal insistencia, que ya no pude quitármela de la cabeza hasta que
todo acabó. El aguijón de la duda perturbó mi espíritu con reproches,
contriciones, fantasías…: puede ser el ensayo de una nueva vía de entrada, a
ver qué pasa; o un cebo para justificar algún tipo de cooperación…; o un ajuste
de cuentas en el que necesitan carnaza… Muchas dudas asaltaban mi mente,
razones que bien podrían ser, y cada una llamaba a mi conciencia con
aldabonazos insistentes poniendo zancadillas a mi tranquilidad.
Descargué el bulto en el
maletero, y empezó otro calvario. Me llamaron por teléfono. No sé cómo lo tenían,
aunque no descarto que yo mismo se lo diera. Ellos me habían dado el suyo para
concertar la entrega. Quedamos para el otro día, a una hora convenida. Hablamos
de los coches, de sus características, del lugar. Las dudas arreciaron: puede
ser una encerrona, el momento es crítico. Pero en el maletero no podía
permanecer aquello. Temblaba. A nadie había hablado de esto, el riesgo de que
saliera a la luz sería catastrófico: lo que no se conoce, no existe, me repetía
constantemente.
Llegué a la rotonda. El
tráfico era intenso. Identifiqué el coche. Les hice una señal, y los invité a
que me siguieran. Salí de la rotonda muy despacio. Tomé otra salida. Comprobé
que me seguía ese coche, y ninguno más. Busqué un aparcamiento de superficie
que conocía por la zona, cerca de un parque, casi desierto a aquella hora. No
estaba seguro de dar con él, y empecé a dar vueltas buscándolo. Pasé varias
veces por la misma calle, me alejé y aproximé al parque, y temí irritarlos.
Pero, por otra parte, pensé que lo verían como una precaución, y me
tranquilicé: yo llevaba las riendas. Finalmente encontré el lugar, cambiamos el
bulto de maletero, y nos despedimos con cierta frialdad…”
Guarda silencio. Me
pregunto por el motivo de su acto criminal. “Eran cuernos. No: colmillos. Marfil…”, dice...
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