sábado, 4 de abril de 2020

Y MI SOMBRA TAMBIÉN





es primavera
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"El tiempo es un niño que juega como un niño. 
Yo soy uno, pero, contrapuesto a mí mismo,
soy joven y viejo al mismo tiempo." 


Carl Gustav Jung

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DESEANDO MORIR

Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar. Camino vestida, sin marcas de ese viaje. Luego la casi innombrable lascivia regresa. Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.

Conozco bien las hojas de hierba que mencionas, los muebles que has puesto al sol. Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.

Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas. Nunca preguntan por qué construir.

En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez, he poseído al enemigo, comido al enemigo, he aceptado su destreza, su magia.

De este modo, grave y pensativa, más tibia que el aceite o el agua, he descansado, babeando por el agujero de mi boca.

No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja. Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron. Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.

Nacidos sin vida, no siempre mueren pero, deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce que hasta los niños mirarían con una sonrisa.

¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!, que, por sí misma, se convierte en pasión.

La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías, y a pesar de todo ella me espera, año tras año, para reparar delicadamente una vieja herida, para liberar mi aliento de su dañina prisión.

Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas, rabiosos ante el fruto, una luna inflada, dejando el pan que confundieron con un beso, dejando la pagina del libro abierto descuidadamente, algo sin decir, el teléfono descolgado y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.

Anne Sexton
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Y MI SOMBRA TAMBIÉN

He cogido una frasca de vino
y me voy a beberla entre flores.

Siempre vamos los tres
contando a mi sombra
y a mi amiga, la luna brillante.

Una suerte: la luna
jamás supo beber
y mi sombra nunca está sedienta.

Cuando canto, la luna
me escucha en silencio.

Cuando bailo, mi sombra
baila loca también.

Y tras estos festejos
de volver es la hora,
pero no me entristece.

A mi casa regreso, y la luna
conmigo se viene.
Y mi sombra también.

Li-Po (701 - 763)
(versión)
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EPIDEMIA

¡No! ¡No podemos seguir así! ¿No os dais cuenta? Por favor... prestadme atención, es preciso que comprendáis... tenéis que escuchar lo que he de deciros... ¡He dicho que me escuchéis! ¿Es que no os dais cuenta? No podemos hacer esto... ¡Nunca más...!
-¿Qué le pasa a ese?
-Vete a saber, entró hace un rato, se sentó en una mesa, pidió un café con no sé qué, ni lo ha tocado. Miraba a todo el mundo de una manera muy rara, y de pronto ha empezado a dar voces... será un chalado.
- Pues sí... ya me había fijado. Desde luego que no parecía muy cuerdo. Mira, ya vuelve uno de los camareros, el que ha salido a la calle... viene con dos policías... a este se lo llevan seguro, aunque sea a rastras. ¿A qué vendrá tanto grito? En fin... se me hace tarde. Hay un montón de trabajo esperándome en la oficina. Todos serán asuntos urgentes que no podrán esperar y tendré que quedarme otra vez hasta las tantas... pero de hoy no pasa... voy a hablar con el jefe para que me suba el sueldo... el muy cabrón me lo prometió hace meses... seguro que con los demás ha cumplido su palabra, pero claro, lo mío tendrá que esperar a que la cosa mejore, como siempre. Eso es lo peor de todo... que me toma por gilipollas... seguro que hasta el último mono del departamento habrá mejorado su nómina, pero allí nadie dice esta boca es mía.
- Lo mismo te digo. Que se me ha ido el santo al cielo y yo también llego tarde. Me termino el café y salgo pitando. Al final se me va a hacer tarde, en menos de una hora tendré a los de balances plantados frente a mi mesa pidiendo a gritos sus putos informes. Eso sí... una vez los tengan, no volverán a dirigirme la palabra hasta el mes que viene. En realidad es como esto... ya ha pasado el susto, los policías se han llevado al loco de los gritos y todos vuelven a esconderse tras sus periódicos. Cada uno a lo suyo. En cuanto vacíen sus tazas se marcharán... y no volveré a verles... a ninguno... el resto de mi vida... toda la eternidad. ¡Jamás! Joder... nunca lo había pensado. Es terrible despedirse para siempre de alguien. Ver a alguien sentado frente a uno durante unos minutos y se acabó... ni dentro de muchos años... ni después de la muerte... ni aunque pasen millones de años... ya no volverás a verle. Es tan... definitivo. Da miedo. No me gusta esta sensación. Vivir algo por última vez, y saberlo, es como morir... joder... y yo no quiero morir, no ahora, no cada pocos minutos, no cada día. Morir es para siempre, no reflexionamos sobre ello, no lo bastante. Caminamos por calles que nunca más pisaremos, vemos, olemos, saboreamos, acariciamos cosas que ya no volverán, y a pesar de ello seguimos adelante sin darles mayor importancia. ¿Cómo podemos ser así? Esto de la vida es más morir que vivir. Nadie lo piensa... parecemos ansiosos por llegar al final, dejarlo todo atrás, volvemos la cara ante cualquiera que nos sugiera la posibilidad de detenernos, de paladear cada instante de vida, y yo... yo como todos. Hasta ahora. Pero... ¿y si eso cambiara? Tampoco es tan difícil... No es más que proponérselo. Querer ver, tomar la decisión de querer ver, no echarse atrás, al menos no permitir que ese desconocido desaparezca sin saber quién es. No dejarse morir... esa es la clave.
- Bueno... que te tengo que dejar... pero tranquilízate. ¿No decías que llegabas tarde? Creo que deberías calmarte y no...
- El caso es que a partir de ya mismo las cosas van a cambiar... ya lo creo que cambiarán. Ya no fingiré más que no sé que el tiempo se acaba, que nada ni nadie me importa. Se acabó el hacer todo lo que se espera que haga. Me sentaré en un banco del parque durante todo un día. Saldré a la calle en medio de la lluvia, y pasearé descalzo por encima de los charcos. Haré lo que sea necesario para que ya no se me escape más vida entre los dedos. Mi familia lo comprenderá... si lo entienden en el trabajo, bien por ellos. Yo se lo explicaré... al fin y al cabo no tan es difícil de entender. Es algo tan sencillamente importante... qué demonios... es lo más importante. Averiguar quién es aquella chica que acaba de pedir la cuenta... podría ser el amor de mi vida... hablar con el hombre que sale por la puerta. ¿Y si fuera mi mejor amigo?
- Vale... yo me tengo que ir... te dejo...
¿Pero no lo ves? Este es el momento, no hay marcha atrás. Ahora puedo elegir... estoy a tiempo... sentir lo que siento durante unos pocos segundos más... o sentirlo para siempre... toda mi vida... lo que me queda de vida... depende de lo que decida en este instante. ¡Escuchadme todos! ¡Que nadie salga de aquí! ¡No os marchéis! ¡No debemos continuar con esta absurda farsa! ¡No somos así! ¡Unas palabras al menos, con eso bastará! ¡Escuchadme... por favor!
-¿Y ahora qué le pasa a este?
-No sé... Será otro pirado más. Menuda mañanita llevamos, con este ya van cinco o seis. Una epidemia de chaladura... eso es lo que es.

Pelayo Martín
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26

Sé hacer buen pan con una harina pobre

Hay una cadena de monumentales rocas, en cuya base forman cuevas de distintas dimensiones ocultas desde la senda por tupidos piornales. Al otro lado una cornisa rocosa se inclina hacia un barranco. Un arroyo sin nombre nace ahí. La Senda del Búho forma una herradura para salvarlo. La quebrada del barranco baja tortuosa e intransitable hasta el mismo borde del pantano, sucediéndose en toda su farragosa extensión, entre pinos, retamas y simas, monumentales roquedales y embozadas cuevas.
En una de las últimas tormentas de verano, una chispa debe haber roto la piedra caballera que montaba sobre la roca mayor, junto a la Senda del Búho. El Búho era esa piedra, y ahora ya no está: en su lugar se vislumbra un puñado de rocas diseminadas en lo alto.
En la cueva mayor de las de la cabecera del arroyo, alguien, en algún momento, colocó piedras en semicírculo como asientos. La entrada queda a cubierto por los piornales y, del otro lado, la cornisa proporciona una panorámica de la Senda, de los roquedales del borde y de la fronda salvaje del barranco sin fondo. Antes de pisar la Senda, decido hacer un alto en la cueva, y busco los vericuetos que me lleven a ella. Asciendo entre las jaras, rodeo riscos y me arrastro entre las retorcidas ramas de los piornos del Cerro de La Malgosa, hasta que descubro la entrada. Me introduzco en la gratificante sombra. Acomodo mi espalda a la roca sentado en uno de los improvisados asientos. Atrapado por el paisaje, tomo un sorbo de agua y fantaseo sobre lo que me ofrece el barranco: sus insinuaciones de misterio, las huellas de los animales... No conozco un refugio tan acogedor como este. Sin embargo, algo me trae a la memoria una de las cuevas cercanas al pantano, en esa misma cadena. También estuve en ella. Cuenta con dos entradas de luz, e incluso hay un reguero de agua clara en su interior...
En la quietud de la penumbra, algo me susurra un momento pasado, y revivo la primera vez que leí el poema sobre La Galatea encontrado en el cofre del Cerro de los Romeros:

“La Galatea siglo XXI

Por un camino angosto entre las piedras
al borde del pantano,
arena de desierto, el agua lejos,
entre las matas de un arbusto verde,
rodeada de cabras,
lo vi mientras ponía su sustento
casi en la boca de mis animales.

Mi atuendo pastoril imaginó,
me dijo si era yo La Galatea
en un arranque de su fantasía,
y yo le sonreí mis “buenos días”,
al que se había él anticipado.

Comentó de mis cabras sus habilidades,
señalé por su nombre a cada una,
y con la despedida, “dios os guarde”,
sus pasos reanudó por el camino.

Yo le grité a una cabra
que se me desbandaba hacia el arroyo,
y él se volvió curioso y sorprendido.
Los ojos se encontraron; y, solícito,
volvió sus pasos, se acercó a mi vera
y… Galatea, por Cervantes, dijo.
Lo supuse, -le dije y di las gracias.
No quiero incomodarle; si la enojo…
Más bien es un halago lo que siento
Hay paz en este arroyo solitario
Estoy acostumbrada al aislamiento
Debe ser duro; con los animales…
Los animales son mi compañía…
¿Y no se le desmandan por las breñas?
Atienden con presteza mis reclamos…
Ha sido una sorpresa que la encuentre…
Nunca repito rutas muy seguido…
Está bastante lejos de la aldea…
Por una senda fácil pocos pasos…
En esta soledad, nunca querría…
Ha sido suerte, nunca veo a nadie…
Me desagradaría contrariarla…
No me disgusta: soy empoderada
Rematan el trabajo de las vacas…
Las cabras se alimentan de otras cosas…
Hay hambres diferentes. -Su mirada…
Hay hambres que saciar en este monte…
Yo no quisiera ser… -no diga nada.
La supero en edad por muchos años...
También cuento los míos…
Conozco los azares de la vida…
¡Sé hacer buen pan con una harina pobre!”
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