martes, 26 de mayo de 2020

LLEGARÁN LOS PERROS


Estampa de Getafe

PRIMAVERA

Abril, sin tu asistencia clara, fuera
invierno de caídos esplendores;
mas aunque abril no te abra a ti sus flores,
tú siempre exaltarás la primavera.

Eres la primavera verdadera;
rosa de los caminos interiores,
brisa de los secretos corredores,
lumbre de la recóndita ladera.

¡Qué paz, cuando en la tarde misteriosa,
abrazados los dos, sea tu risa
el surtidor de nuestra sola fuente!

Mi corazón recojerá tu rosa,
sobre mis ojos se echará tu brisa,
tu luz se dormirá sobre mi frente...

de Juan Ramón Jiménez
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¡SI AYER MISMO ESTUVIMOS CON ÉL!
A Constantino Bértolo

Un lugar indicado para viejos…
Son las redes sociales
refugio de nostálgicos.
Leo el noble mensaje con el que se despide
al luchador leal
que ha entregado sus días a la causa.
Un centenar de seguidores
representan al pueblo.
Razón de historia y vida:
pasar de la estrategia hasta la necrológica.
Así vamos muriendo de forma moderada,
y las innovaciones
de la memoria y la tecnología
cobran solemnidad de cementerio.
Estoy bien… ya no es una respuesta,
pero tampoco pienso
comunicar mi muerte.

de Luis García Montero
Inédito (mayo de 2020)
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LLEGARÁN LOS PERROS

llegarán los perros y tendrán
tus mismos ojos
tus mismas manos
tu misma sangre y tu misma boca
más no tu misma
voz

vendrán
porque siempre vienen
cuando huelen sangre
porque siempre vienen
cuando hay penurias
porque siempre vienen
cuando hay dolor

vendrán los perros y llenarán
las calles de banderas de odio
teñirán los mares de sangre caliente
y de mujeres rotas los cementerios, vendrán
con crucifijos y mártires
con caudillos y flechas vendrán
para atravesarnos las gargantas
con hogueras viejas

los perros vendrán, llegarán
con camisa azul y a pecho descubierto
a salvarnos de anticristos
con sotanas vendrán
con capirotes vendrán
con arcabuces y al amparo de las noches de lluvia ácida
vendrán
a hacernos comulgar con los estigmas
de dios
patria
y rey

vendrán, los perros, vendrán
con los miedos
de la justicia divina, vendrán armados con cruces de cuatro filos
los perros
y en sus dientes traerán
carne de cuneta aún caliente y en sus ojos
de perro
espinelas inyectadas de odio y resentimiento, vendrán

y esconderemos el rostro
y bajaremos la mirada
y ocultaremos los libros en el temor
y la queja de tiempos de rosas
rojas
amarillas
y moradas

vendrán los perros, vendrán, y no habrá otra voz
que más gima y menos valga.

de pablo otero
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POBREZA NEGRA

El negrito tiene sueño,
¿quién lo arrullará?

Tíralo en cualquier petate
o en esa estera de allá
que el negro se duerme solo
y nadie lo va a arrullar.

Cuélgalo de aquella hamaca,
él solo se dormirá
que la mamá cogió el potro
y se embarco pa’la má,
dicen que a pescá cangrejo
o jaiba será quizá.

Cuando el negrito dispierte,
¿quién lo alimentará?

Mi comadre la vecina
que esta randa’e mamá.
El negro no tie compota
ni tetero pa’chupá.
Lo que tiene es un pellejo
que es la teta’e la mamá.

Jala jala mi negrito
la teta’e tu mamá,
el negrito jala y llora
porque na le bajará.

La mamá no tiene leche
porque en ayunas está
pero baja gota a gota
la sangre’e la mamá.

de Mary Grueso (Colombia, 1947
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EL AERÓDROMO DE LA CONSTANCIA

El 7 de septiembre de 2010 un Tupolev 154, con 81 pasajeros a bordo, que cubría la ruta regular entre Yakutia, en Siberia oriental, y Moscú sufrió un colapso total de sus mecanismos eléctricos. El avión sobrevolaba la República de Komi, cerca del círculo polar. Tras los primeros fallos, y antes del apagón completo, los pilotos recabaron información a la torre de control sobre la posible existencia de algún aeropuerto cercano donde realizar un aterrizaje de emergencia. Les informaron de que no había ninguno. Solo se tenía conocimiento de un viejo aeródromo abandonado hacía más de 30 años, y que en su momento había servido para dar cobertura a una expedición de geólogos. Era una pista pequeña, de unos 1.000 metros, la mitad de lo necesario a un aparato de las características del Tupolev 154. Probablemente era inservible.
Pero no había otra alternativa. Los pilotos, tras descender a 3.000 metros de altitud, se encaminaron hacia las coordenadas indicadas, en plena taiga del Gran Norte. Durante varios minutos no divisaron nada en la espesura de colores casi otoñales. Debido a la avería las operaciones eran manuales, de manera que cualquier error implicaba la pérdida de toda opción. Después de un largo y angustioso intervalo divisaron un minúsculo rectángulo en el seno de la taiga. Era el viejo aeródromo. La primera impresión fue muy negativa pues, en efecto, aquella explanada parecía terriblemente pequeña como para tener alguna garantía en el aterrizaje. Pero, de pronto, los dos pilotos tuvieron al unísono la misma pincelada de esperanza: aquel rectángulo estaba curiosamente bien recortado en medio de la vegetación. Era sorprendente que la taiga no se hubiera tragado el aeródromo tras 30 años de abandono humano. Aunque la extraña pulcritud de la pista no aseguraba, ni de lejos, el éxito, sí, al menos, invitaba a la tentativa. En cualquier caso, las cartas estaban echadas.
El Tupolev empezó a dar vueltas alrededor del rectángulo, y a cada vuelta descendía un par de centenares de metros. Era una danza extravagante, no exenta de majestuosidad, a través de la cual los pilotos trataban de averiguar el flanco más aconsejable para lanzar el aparato hacia tierra. Decidido el lugar y la orientación llegó el delicado momento de informar al pasaje. No es que los pasajeros fueran ajenos a lo que sucedía pero, hasta entonces, junto a la noticia de la avería se había prometido un aeropuerto en condiciones para realizar el aterrizaje de emergencia. Ahora había llegado el momento de decir la verdad: no era un fiable aeropuerto, sino un pobre aeródromo olvidado el que tenía que recibirles para acoger la prueba más dramática. Como los dos pilotos estaban enteramente concentrados en las maniobras fue una azafata la que explicó la situación a los pasajeros. Nadie replicó. Un silencio abrumador se apoderó de una atmósfera que había estado cargada de susurros y de algún llanto. Con poco tiempo a su disposición, la azafata solo dio dos consejos: uno concerniente a la posición del cuerpo para paliar el choque que supondría el brusco frenado, y el otro dirigido a asegurar la rapidez de evacuación. La azafata que había dado la información y sus compañeros de tripulación se quedaron junto al pasaje. Los pilotos descendieron a menos de 50 metros. Las cartas estaban echadas.
Todo fue muy rápido e infinitamente lento. El aparato saltó varias veces sobre el rectángulo, con violentas sacudidas debido a la acción de los frenos. En cualquier momento se podía producir un giro catastrófico. Y sin embargo, el firme del aeródromo, milagrosamente bien conservado, actuó como un colchón que amortiguaba el golpe. A media carrera por la pista los pilotos ya sabían que conseguirían frenar el avión lo suficiente como para llegar muy lentamente a la emboscada de árboles que aguardaba en el límite de la pista. Y en efecto así sucedió: el Tupolev metió su cabeza en la arboleda como un pájaro que alcanza el nido tras su vuelo laborioso. Quedó detenido, con las alas reposando en las copas verdes y amarillas de los árboles del Gran Norte. La evacuación fue veloz y precisa, de modo que se salvaron los 81 pasajeros, además de la tripulación. Cuando ya se habían alejado del aparato, agrupados en el centro del rectángulo, todos, al expresar la alegría por la salvación, manifestaron su extrañeza por el perfecto estado de la pista de un aeródromo perdido de la mano de Dios.
Y entonces ocurrió algo insólito. Desde el margen contrario apareció un anciano que caminaba muy lentamente. Cuando se acercó al grupo de supervivientes advirtieron que llevaba en su mano derecha un barrilito de vodka y que cantaba con gozo indisimulado. Pronto les contó el secreto: tras la marcha de los geólogos y durante 30 años él continuó preservando el aeródromo, tal como le habían encargado. No hubo día en que no limpiara la pista, incluso durante el crudo invierno. A menudo, soñaba que algún avión necesitaría el aeródromo en un aterrizaje de emergencia. El sueño se había cumplido y el vodka era para celebrarlo.

de Rafael Argullol Murgadas
Publicado en El País, 09/10/2011
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(El 7 de septiembre de 2010, un Tu-154M de la aerolínea Alrosa Mirny Air Enterprise tuvo una falla eléctrica general en pleno vuelo. El avión se dirigía hacia el Aeropuerto Internacional de Moscú-Domodedovo. La falla eléctrica dejó al avión sin instrumentos ni motores, obligando a la tripulación a aterrizar en el aeropuerto más cercano, que era el Aeropuerto de Izhma. El aterrizaje de emergencia fue exitoso y todos los pasajeros salieron ilesos. Luego se determinó que la falla eléctrica fue ocasionada por la falta de mantenimiento del sistema eléctrico. Posteriormente la tripulación fue premiada con el título de Héroe de la Federación Rusa.)


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