martes, 23 de febrero de 2010

Elegía Humilde

por Jesús Urceloy
Para Juan Córcoles (1953 - 2003)
Septiembre de 2003.


Mi amigo Juan,
Juan Córcoles,
que tal vez fue poeta...
con quien jugué a ser hombre
y me enseñó las tretas
de la vida,
a colarme en el metro,
a jugar con apuestas,
a mirar con dulzura romántica a las guapas
y cínica renuncia a las mujeres bellas,
que me enseñó
esas
cosas
que no se aprenden en ninguna academia,
se me ha muerto.
Hace poco.
Muy poco:
cuando ya no existían edad ni diferencias.
Y llevo haciéndole un soneto desde entonces
que no acabo jamás, que no me llega,
al que le falta ya desde el principio
esa
primera
letra.
Sé muy bien de qué va,
tengo la idea
bien ajustada, sé cómo concluye:
-unas palabras suyas que siempre repitiera-,
sé dónde irán los ritmos,
-probablemente
en segunda y con seguridad en sexta-,
y hasta la consonante
huirá de verbos fáciles, de adverbios, participios,
de plurales de mórbida osamenta:
que en el primer cuarteto irá su vida,
en el segundo una insufrible espera,
y en el primer terceto una pregunta
que en el último verso se contesta...
pero no puedo,
no puedo,
no sé qué pasa
no

qué no me deja...

Tal vez no haya llorado
de manera correcta
a la usanza de todos, con el pañuelo blanco
de todas las tristezas,
y la camisa sucia y arrugada
de las noches en vela...
No sé qué pasa, no sé porqué no rompe
dentro de cada casa esta tristeza,
por qué sigo leyendo
libros, versos, relatos y novelas,
por qué como, me ducho, hago la vida
desordenada que mi caos inventa,
y acudo a mi trabajo como siempre
y sueño como siempre que ella llega
y me dice: yo soy
tu brisa nueva...
Mi amigo Juan se ha muerto
este verano imbécil,
y el poema
no dice nada más,
se para un poco,
y un poco más
tarde
se cierra.

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