martes, 7 de enero de 2014

DESDE LA PENUMBRA



CANCIÓN DEL CORSARIO

En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,
hay en su centro a modo de fúnebre velón,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.
¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba,
tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido...
La pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
Escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
-la virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!...


©Lord Byron
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DESDE LA PENUMBRA

6


Huimos de las luces por la esquina
de la desierta calle, mientras dudan
los ímpetus del día. La mirada,
por el azar de un vuelo, se refugia
en el comedimiento de tus labios,
brillantes en la sombra. Se columpia
el péndulo de un dedo desvelado,
y en la cadera la tensión inunda
un algo nuevo de sedal y calma.
Entre palabras y silencios luchan
erráticos los cuerpos inocentes
sustrayéndose al eco de la luna,
que busca destruir en cada roce
de mi mano y tu mano la penumbra.


©pbaediciones


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