martes, 7 de julio de 2015

CARTAS



REVOLUCIÓN

Cuando desollasteis al gato negro
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando acusasteis de bruja a la anciana
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando quemasteis aquel bosque
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando la mujer abortó por vuestras patadas
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando colgasteis del árbol al negro
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando arrancasteis la uña del meñique
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando os quedasteis mirando la agonía
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando sonreísteis al recibir el soborno
hubiera bastado para hacer la revolución.

Cuando lanzasteis la bomba número uno
hubiera bastado para hacer la revolución.

Ahora el estupor nos impide calcular
cuál sería vuestro merecido
y nuestro resarcimiento.


© Ana Pérez Cañamares
“Economía de guerra”
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CARTAS
Miércoles, 22


Despierta, vida mía, mujer enamorada
del ensueño y la musa. El tropo y el arcano
se ocultan en la bruma del último verano,
en la playa de siempre: en su dulce morada.

Es de día. Despierta, poeta enamorada.
Despierta de tu sueño de pensamiento vano.
Levanta de tu lecho. ¡Ea!, dame la mano
y juntos marcharemos abriendo la alborada.

Deja la noche injusta. El alba es tan hermosa…
Tantas cosas cambiaron en este amanecer…
Hoy no puede cantarse con palabras de rima.

Ya nadie la pretende, ni la escribe, ni mima
como mimaban antes al lirio y a la rosa,
y a la melancolía, con tinta del ayer…

Olvida, poetisa,
pintar de rima versos amorosos.
Domina la mecánica celeste,
el ritmo, la medida: melodía
parafernalia técnica del estro.
Traza el lenguaje mágico,
vehículo de vida y sentimiento,
pero deja la rima.

Dedícale a tu amado, orate de tu sueño,
la sinuosidad de tu desvelo:
esa noche pasada a la intemperie fría,
del miedo, de la duda, del silencio
recitado en la esquina de la pava;
pero sin rima.

Contra el sol de la mañana
¡camina!, ve de la mano
de un sofista y un cristiano
sin demora ni desgana.
Lávate en la palangana
esas legañas. Sublima
el camino de la sima
y aléjate del teorema:
cuando escribas tu poema,
traza los versos sin rima.

Que no, que mira,
de párvulos sería, de párvulos en juego
sobre la arena fina de singular piscina,
ceñirse a la tarima y al señuelo
de la rima.
¿No ves que causa grima
este desasosiego de la rima?

Ajusta sinalefas
para que los acentos encajen en su punto,
y un verso sea siempre
un verso
con su música rota o armoniosa,
con su medida
o inventado en la cresta de la ola
de la modernidad; pero sin rima.
Practica el verso blanco con medida,
disfruta la maldad del verso libre
y abomina
de la pesada rima
que lastra la edición de tus poemas…
porque ya no se lleva.
Y no le tengas pena.
La rima es el refugio del inepto;
la desazón del aire que cabalga,
traqueteo indecente
de un tren de los cuarenta
renqueando su tránsito precario
por los cerros del tiempo que morimos.
Rompe los pareados, los sonetos;
zejeles, seguidillas, villancicos;
décimas y cuartetas…
Escribe tu metáfora seguida
en la cuartilla
y córtala en pedazos pequeñitos,
y verás lo sencillo
que resulta forjar sin desatino,
sin el desasosiego
de la búsqueda queda o bulliciosa
-Heinrich, Huidobro, Schiller, Mallarmé…-
de esa palabra que con rima rima.


©pbaediciones

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