martes, 13 de febrero de 2018

UNA VISITA ESPECIAL


la espera...
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en una guerra
el hombre más sensato
es fratricida

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UNA VISITA ESPECIAL

Llego, te busco, te veo, te miro.
Me miras, me ves.
Te beso, me besas, espero…
Te pregunto cómo estás.
Contestas, hablas,
pero tus palabras se enredan,
las mías se frenan.
Nos vamos, andamos,
cantamos, miramos, nos vemos,
estamos tan cerca y a la vez tan lejos.
El tiempo se para, el mundo se aísla.
Tu mundo es otro, donde tú te encuentras.
Qué difícil es mirarte porque teniéndote cerca,
el abismo me aprieta, me ahoga.
Tu aspecto me anima,
no veo dolor, no veo sufrimiento.
Al final descubro que el mal es de otro,
tal vez el mío no es el tuyo,
tú en tu mundo pareces conforme.
Solo cuando me marcho
el corazón se me encoge,
te miro, me duele, me miras
y siempre parece que dices:
¿Dónde te vas?, ¿por qué te vas? No me dejes…
Solo un consuelo,
te olvidas, me olvidas, me pierdes,
TE QUIERO.

De Esperanza Fernández
(Sonrisas)
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V


En el alba de un abril,
en un vertedero agraz,
sobrevivía un rapaz
con los dientes de marfil.
Sucio de cara y perfil,
conforme su atrevimiento,
mirando la flor del viento,
el muchacho sonreía.
Ni el hambre de cada día
ocultaba su contento.

El raterillo vigila,
con su mirada curiosa,
la tarea laboriosa
preparando la mochila.
Ha descubierto tranquila
a la dueña de la casa;
empuja la puerta, pasa
de la cocina, registra,
y su cuidado administra,
porque, ¡malo si fracasa!

Y ya metido en faena,
ha cerrado la ventana,
abre un cajón, y devana
por su cuenta, y por ajena,
lo que, canto de sirena,
se le antoja saquear.
Vigila y vuelve a mirar
la cocina y el fogón:
toda su preocupación
está puesta en escapar.

Con su carita de pillo
envidia toda la casa,
y de sala en sala pasa
por las puertas y el pasillo.
La mujer toma un cepillo
de barrer; calla y espera.
Asco de mundo. Quimera.
Y con ternura suspira
hasta que el niño se pira.
Que se lleve lo que quiera.

de “apuntes”, 2001
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del taller SONRISAS

Allí estuve. Camino del refugio de Pombie con el objetivo de ascender al pico Midi D`Ossau. Paquita, mi compañera, tuvo un tropiezo: se rompió un dedo. Mis dos niños, que nos acompañaban, decidieron dejar el intento. Paquita se negó y nos obligó a continuar. Así lo hicimos. Con gran esfuerzo alcanzamos el collado, desde donde se iniciaba la parte difícil. Tres chimeneas o canales. La ascensión fue bellísima. Un padre y sus dos hijos.

de Blas Mendiola
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