martes, 6 de marzo de 2018
sudor y nieve
foto Paki: los ocho de la fama por la canal de acceso
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sudor y nieve
mas allá de la niebla
La Maliciosa
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ORACIÓN EN COLUMBIA UNIVERSITY
A Dionisio Cañas
Bendito sea Dios, porque inventó el silencio,
y el chirrido de la chicharra,
y el lagarto de fastuoso traje verde,
y la brasa hipnotizadora
(horizontal crepúsculo pudo haberla llamado
don Pedro Calderón de la Barca en el declive del Barroco).
Bendito sea Dios que inventó el agua
el agua sobre todo.
Bendito sea Dios porque inventó el amanecer
y el balido que lo poblaba.
Ahora vuelvo a escuchar aquella melodía.
El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados,
hacía el contrapunto.
Suena el concierto en mi memoria.
O puede que se trate
de una música diferente:
la que escuchó, primero, entre los arrayanes de Granada
Federico García Lorca,
y luego aquí, rescatada,
en Columbia University.
Bendito sea Dios que inventó los prodigios
que contaba mi padre
perfumado de espliego y de tomillo.
Eran historias de ciudades mágicas
en las que el agua circulaba
por venas de metal, agua caliente y fría
(nos lo contaba al borde del regato,
helado en el invierno, seco en estío:
«Venga, a lavarse, coño, guarros».
Y obedecíamos).
Bendito sea Dios que inventó la cabra –la cabra
que rifaba por los pueblos–
mucho antes que Pablo Picasso,
con barriga de cesto de mimbre
y tetas como guantes de bronce.
Maldito sea Dios porque inventó el estaño
parpadeante del olivo,
ramas y tronco de Laoconte,
y aquella sombra trágica de catafalco y oro:
un rayo congelado en la mano siniestra
y en la diestra un crepúsculo.
Maldito sea Dios porque inventó a mi padre
colgado de una rama del olivo
poco después de recogerse la aceituna.
No puedo perdonárselo.
Pero eso fue más tarde.
Antes fueron los niños.
Bendito sea Dios que inventó aquellos niños,
vestidos como príncipes o pájaros.
Con voces de cristal, «Papá», decían a su padre.
Bendito sea Dios por inventar una palabra
milagrosa, jamás oída,
y su padre correspondía
con vaharadas de ternura.
Maldito sea Dios, porque yo quise
arrezagarme en la ternura
pronunciando la mágica palabra
entonces descubierta. «¿Papá?» «Mariconadas,
si te la vuelvo a oír te llevas una hostia.»
Bendito sea Dios porque inventó los años,
1970, 1980, 1990…,
inventó el fuego, el oro viejo
de los arces de otoño,
y estos ríos profundos como penas,
largos como el olvido o el recuerdo,
hospitalarios, generosos,
por los que la ciudad va navegando
hasta la mar, que es el morir.
Bendito sea Dios que inventó libros sabios.
Se daba nombre en ellos
a lo que antes no lo tenía.
Bendito sea Dios porque inventó licenciaturas
masters, campus con risas y con marihuana,
laboratorios y celebraciones
con cantos en latín, gaudeamus igitur,
todo situado en niveles distintos del tiempo.
Bendito sea Dios que inventó la memoria
y que inventó el silencio de este lugar aséptico,
y las venas metálicas ocultas
en las que el agua espera
unas manos liberadoras que les devuelvan su canción.
Ahora sé que mi padre está vengado.
Mi padre, descolgado del olivo
pronuncia con mis labios las palabras totémicas,
y se estremece este recinto sagrado.
«Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias.»
Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes,
se desbordan las aguas que él soñaba
en la choza de adobe y paja,
cantan la gloria de la recuperación,
y mi padre navega por las aguas,
le provoco, gritándole desconsolado.
«¡Papá!» «Mariconadas», me contesta.
ahogado, recuperado,
navegante por los canales de oro,
vivo ya para siempre.
José Hierro
(De Cuaderno de Nueva York, 1998)
Nayagua27
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VIII
Buceo entre la bruma.
La oscuridad se rompe con la niebla.
Amenaza la roca en la montaña
imposible de ver. Solo la noche
urdida por un túnel, adivina
la jaula donde juego al escondite.
Pero esa certidumbre se termina
de tanto en tanto, y ni el faro puede
desentrañar la vía, que serpea
bajo la máquina,
y vuelve a mi cristal la telaraña
que rompe con su velo la alegría
de ver en el sosiego tu misterio,
mágica luna.
De apuntes 2001
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LA DUDA
Ya lo decía George Orwell en su novela 1.984.
El Gran Hermano vigilante, atento, alerta, ojo avizor, y muchos datos; infinidad de estadísticas, y la vara siempre en alto, por si alguien se desmanda.
Por todas las partes pantallas visuales, diarios, tertulias, tinta y papel gastado en falsear, y lo que no conviene se destruye y se borra; para falacia tras falacia comernos el tarro.
Yo entre tanta mentira por más que lo intento no sé descubrir la verdad “de los demás.”
Sé que me toman el pelo con tanto bombardeo; acabo aturdido, y no creo más que en mí mismo y,a veces, “casi dudo.”
No puede ser la sutilidad con que tratan de anular al individuo haciendo que de una forma u otra acabemos como “ovejas acarrás.”
LA GUERRA ES LA PAZ
LALIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
George Orwell)
De Fabián López
(Club “Sonrisas”)
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