martes, 4 de junio de 2019
SIN DARNOS CUENTA
más allá de la cumbre
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la alondra ríe
abren el horizonte
páramos rosa
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LA TORMENTA
Llovía y temblaba la última luz de la tarde. El pájaro iba a quebrarse. Una gota más: tranvía roto, la Sinagoga, el Bosque destruido. Sonaba el cielo y dejaba sombra. Olvidar los pájaros. No poder salvarlos. Recoger al día siguiente los rastros, lo que ya no está, como un naufragio. Volver a construir el tranvía, la Sinagoga, el Bosque de los pájaros. Y descansar.
Marta López Vilar
“El Gran Bosque”
II Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro, FCPJH
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SÓLO EL RECUERDO DE LO AMADO
(Donde quiera que estés te gustará saber…)
(Serrat)
La brisa del otoño dejó caer la hoja.
Puse mi mano en el vacío
y la colmó la huella de una foto.
Rescato del olvido el aire de la esquina.
Y la casa de al lado. Y la sombra del árbol.
Y la tierra caliente de la calle desierta.
Escucho los vapores de un tren en la distancia,
su resoplar brioso cuando toma la ruta
camino de otros mundos, de otras vidas…
Aventando fantasmas, utopías, tristezas
rotas en el estío, en la noche grabadas,
recupero la sombra de un sol de mediodía:
revivo los amores que dan la vecindad;
los hermanos y amigos; los juegos en bandada…,
y un halo melancólico perturba mi sosiego.
Una lágrima sorbo por mi niñez perdida.
Inventario mi tempo, ya sin prisa,
y hoy descubro, cansado, que ya no existe el Tiempo.
Sólo el recuerdo de lo amado.
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CATARATAS 8
CIE
Yo caigo en el vacío.
Lo último que dije:
“tú no sabes quién soy”.
Yo no soy nadie,
pero tú no lo sabes.
Sólo soy una brizna…
Yo sé.
Sé que estás incumpliendo
tus propias leyes.
Y levantas la porra.
Yo caigo en el vacío
con la cabeza rota…
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SIN DARNOS CUENTA
Una palabra rompe la dinámica,
y se detiene el tiempo en una espera
de ver a ver qué pasa.
Irrumpe un cauce fresco a las ideas
por donde se despeñan en colores,
roturando caminos, trochas, sendas
que nos transportan, presos por un verbo,
a serendipias de imprevista meta.
Y todo hasta que surge otra palabra
y rompe la estructura que nos lleva;
y nace un lecho insólito, y el torrente
inunda nuevamente la vereda.
Vertemos opiniones,
y dudas, y preguntas, y respuestas
abiertas a futuras variables
atropelladas, tímidas, discretas.
Una muñeira brota junto a risas
volanderas de Amelia,
cuando con timidez lanza su verso;
y junto a ella Maravillas tiembla;
y Tina reproduce una balada
con su firme dicción y mano tierna;
luego Fabián fabrica su escenario
de drama y de comedia,
que pronto Maricarmen perfecciona
con la dulzura que la representa.
Expone su moción, Blas, con el genio
de un maestro de escuela;
y Ester, la frágil dama prodigiosa,
brilla con una esplendidez de estrella.
Documentado Geir; certera Eutrópia;
Paquita diligente y agorera;
Pedro con agudeza y puntería
haciéndonos correr a la carrera…
e Inés cuchicheando junto a Carmen
sobre lucubraciones bien compuestas…
Dibuja Flor retratos en el margen
de las hojas de higuera
con un rotulador de punta fina,
al óleo, o al pastel, o a la acuarela.
Jesús abraza con sabor de príncipe
memorias que resultan siempre nuevas:
las desmenuza de su tierna infancia
en un otoño aún con revoleras…
Felipe selecciona compromisos
en folios de menuda letra impresa;
y Clara no le escucha, ya no viene,
que tiene compromiso en… Candeleda.
Maribel acaricia un folio en blanco;
Ángeles se sonríe, piensa, sueña…
Esperanza se azora con las musas
impertinentes de su cabellera,
y va Santiago y se lo guarda todo
para ese rap que ronda en su sesera.
En la silla de enfrente, o paseando
entre mesas abiertas
flotando en el ambiente como el aire,
alerta a las palabras que prosperan,
(como cuando en el aula de la UNI
sus jóvenes la escuchan y la esperan)
Luisa vigila cada voz; asiente
con ese baile de sonrisa etérea,
sus rizos cimbreantes en cascada
y el chispear de sus burbujas negras...
Ella llena la sala
solo con su presencia:
afianza razones esgrimidas;
esclarece o refuta si discrepa,
pero siempre dejando una salida,
alguna puerta abierta;
nosotros aplaudimos y admiramos
el fuego que alimenta sus certeras
y gratas enseñanzas,
y la plasticidad de sus respuestas…,
hasta que algún resquicio da la hora
que se ha pasado ya sin darnos cuenta.
pb/2019
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SOBRE LA FALSA FACILIDAD DEL VERSO LIBRE
Aclaremos primero, antes de entrar en la materia oscura, que el verso libre es campo abierto para quienes no saben nada de poesía, porque no tuvieron voluntad ni reaños para formarse, y la intentan; para poetas malos que quieren epatar ante las chicas con gestos grandilocuentes y no aprendieron nada en el colegio [ni siquiera dónde se ubican las tildes diacríticas] –para ellos es una solución estupenda el verso libre, pues si atacan estructuras cerradas, suelen equivocarse en la medida, no controlan el ritmo y arman con rimas fáciles monstruos farragosos e hilarantes que los dejan en el más puro ridículo y nos llevan a la vergüenza ajena–, para poetas jóvenes con prisa y sin valores de vida aún marcados y para mercaderes del slogan y el hip-hop.
Cuando se huye de las estrofas medidas y de las formas rimadas, y se hace con criterio, conociéndolas y habiéndose entrenado en ellas, y se decide crear en verso libre, uno se da cuenta enseguida de que es la más dificultosa de las formas poéticas, pues exige que el poema se sostenga con afinación, ritmo interno y esas pausas blancas de respiración que le otorgan al poema su exacta cabalgadura... El poema entonces toma musicalidad [es fundamental, pues, tener instinto en la entonación y ser poseedor del ritmo, circunstancias que suelen tomar algo de facilidad cuando uno ha caminado mucho tiempo por las estrofas de metro fijo y los tipos clásicos de versificación, hace que el verso libre termine siendo poesía].
Mientras que en las estrofas clásicas existen ciertas afinidades temáticas que se adaptan mejor a uno u otro tipo de contenidos [las décimas van de lujo con la poesía lírica, los versos de pie quebrado enganchan sin problemas con la muerte, los tercetos caen estupendos en las elegías o en los poemas con enseñanza...], en el verso libre es el poeta el que debe adaptar la extensión de los versos, las respiraciones, los acentos, el ritmo y las rupturas poemáticas al tema sobre el que está creando, de tal forma que el poema responda en su cadencia musical a la sensación que quiere dejarse en el receptor, circunstancia que deja un campo infinito de trabajo que no presentan nunca las estrofas clásicas por ser cerradas y muy concretas en su estructura. Así, un buen poeta en verso libre –quien lo conoce y lo usa contando con todos sus valores y potencias– es un poeta magnífico, y quien no lo conoce y lo practica sin rubor, termina siendo una pifia que, además, demuestra en su descaro sus carencias sin siquiera saberlo, mientras alza la cabeza con orgullo narciso [algo así como cuando de críos hablábamos inglés en ‘guachi-guachi’ para hacernos los importantes].
Por otra parte, el poder del buen verso libre radica, desde mi punto de vista, en sacar a la poesía de su carácter ritual [conformado por la reiteración de sonidos, algo que pertenece a las formas más primarias del pensamiento humano] y llevarla a una altura intelectual acorde con los nuevos caminos tomados por el hombre que siente, piensa y habla en parámetros de evolución hacia mejor y más complejo o mejor y más simple [ambas soluciones sirven al avance humanista]. Al huir de la rima y el metro, se elimina del poema previsión y facilidad, consiguiendo con ello predisposición del receptor a la atención y a concentrarse en aras de obtener cierta altura reflexiva.
Así las cosas, el verso libre se conforma como el de mayor dificulta de ejecución, a la vez que termina siendo la mejor herramienta de desenmascaramiento de los falsos poetas.
Yo le pido a un poeta que sepa escribir en estrofas clásicas y lo haya hecho [aunque haya sido solo como entrenamiento y formación], bordando temas y formas, ciñéndose con éxito a cada norma impuesta por conocerlas y practicarlas, y que luego me demuestre su pericia en el dificilísimo arte del ritmo interno..., y de ahí al respeto van solo unos milímetros..., me tiene ganado.
Visto el asunto, podría decir que el 99% de los poemas que leo, y están realizados en pretendido verso libre, me suenan igual que cuando escucho cantar a Leonardo Dantés ‘El Baile del pañuelo’.
Es triste, pero es cierto.
Luis Felipe Comendador
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