martes, 25 de febrero de 2020

BRUJAS




 
Salón del Palacio de Linares
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tener trabajo
conlaqueestácayendo
ya es una suerte

de Gonzalo Escarpa
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LA MUERTE

Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.

de Miguel Hernández
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EL GENIO DE LA MULTITUD

Hay suficiente traición y odio, violencia,
necedad en el ser humano corriente
como para abastecer cualquier ejercito o cualquier jornada.

Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.

Y los que mejor odian son aquellos
que predican el amor.

Y los que mejor luchan en la guerra
son -AL FINAL- aquellos que
predican
PAZ.

Aquellos que hablan de Dios
necesitan a Dios.

Aquellos que predican la paz
no tienen paz.

Aquellos que predican amor
no tienen amor.

Cuidado con los predicadores
cuidado con los que saben.

Cuidado con aquellos que están siempre
leyendo libros.

Cuidado con aquellos que detestan
la pobreza o están orgullosos de ella.

Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio.

Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que no conocen.

Cuidado con aquellos que buscan constantes
multitudes;
no son nada solos.

Cuidado con
el hombre corriente
con la mujer corriente.

Cuidado con su amor.
Su amor es corriente, busca
lo corriente.

Pero es un genio al odiar
es lo suficientemente genial
al odiar como para matarte, como para matar
a cualquiera.

Al no querer la soledad
al no entender la soledad
intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
de lo suyo.

Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.

Considerarán tu fracaso
como creadores
sólo como un fracaso
del mundo.

Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.

Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre

como cicuta
su mejor
ARTE.

de Charles Bukowsky
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LA FOTO

Hicieron una foto al zapatero del pueblo, con el martillo en alto golpeando las suelas de los zapatos viejos.

Detrás una mujer hermosa, con vestido floreado.
Ella es alta y con porte de campesina libre, él pequeño y de negro, con abarcas de cuero.

En el pueblo decían que llegó de Sevilla,
a últimos del siglo diecinueve, que había llegado en burro
desde Andalucía, vaya usted a saber si todo eso es cierto.

Seguro que ese hombre nunca pudo ver el mar,
quizá dos ríos grandes.

El trabajo de pobre le fue engullendo el alma, y a fuerza de tener los ojos siempre bajos golpeando clavos, se fue haciendo pequeño.

Suerte que murió poco después de aquel retrato.
Así no vio correr por los tejados a los hombres sin cabeza.

de Lola Mendoza
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BRUJAS
(con cariño, a las mujeres)

Hay algo en ti escondido en no sé donde
que, unido a la tan célebre neurona,
esa de la que tú dices burlona
que a ningún hombre nunca le responde,

a mi alma incauta llena de ternura,
y a mis ideas gana tu palabra;
y, sin pensar que estás como una cabra,
me trae gloriosos ratos de dulzura.

No es cierto: es disparate, y es locura;
y aún me queda este poco de cordura
para hilar estos versos algo malos

que envuelvo en trozos de papel curtido
formando este soneto pervertido
para hacerte, despierto, mis regalos.

de Antonio García
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20

La leyenda

Salgo hacia Siempreverde. Atravieso el lecho del pantano y me interno en la Senda de los Sentidos. Agradezco la sombra. La ladera, poblada de alisos, abedules, pinos…, discurre hacia Las Cruceras serpeando entre enormes rocas, quebradas, arroyos, románticos puentecillos de madera que los salvan, y muchos matorrales. Es fácil sorprender ciervos en la fronda. El paseo es placentero con vistas a las aguas cuando las hay, y al fondo pedregoso en el estío. Un roquedal pelado enfrente del Picadero, a mitad de camino, ejerce de privilegiada atalaya sobre el pantano. Varias cuevas lo atraviesan.
      “Nunca fue capaz de enfrentar situaciones de liderazgo, ni en su mínima expresión. La leve perspectiva de ponerse ante alguien ajeno a su círculo más íntimo, o frente al público en cualquier circunstancia, le causaba una especie de bloqueo que le impedía relacionarse: confuso, le faltaban las palabras. Callaba esperando sin saber qué. Prefería quedar mal antes que farfullar, y procuraba minimizar su exposición ante los demás. Sus problemas de relación le frustraban, sufría sus fracasos de forma exagerada. Y cuando se mostraba osado, las consecuencias de sus reacciones le deprimían. Cuando se proponía vencer su apocamiento, la parálisis siempre le resultaba mortificante. Consideraba su inhibición ofensiva hacia su entorno, temía que lo interpretaran como desconsideración, prepotencia o menosprecio. Se volvió reservado, rehuyó la vida pública, buscó pasar inadvertido. Preocupado, indagaba en su mente la forma de cambiar, de entenderse, de conocerse, de aprender a ser otro.”
      No sé de quién habla, ni tengo claro si va a disipar mis dudas, pero aparto estos pensamientos no sea que los asuma y se encierre, como otras veces, en el mutismo. No obstante, imagino con intensidad su infancia, por si surtiera efecto y ahondara en ella. Parece que funciona. Sin perder el tono, al fin habla de esa época.
      “Ir a la escuela fue un golpe bajo. Había vivido en un barrio aislado, alejado del pueblo, un pueblo medieval muy pequeño. Acostumbraba a corretear por los campos, saltar entre vagones y jaulas, ver el paso de piaras de cerdos, rebaños de ovejas, vacadas hacia el embarcadero, carros tirados por mulos, trenes…, pasaba el tiempo asaltando huertas, subiendo a las higueras, trizando los trigales…, jugaba entre las vías y en la calle, y entraba en casa solo para comer y dormir. Encerrarle en un aula acristalada y luminosa del tiempo de la República con disciplina impartida por militares licenciados de la guerra, entre una jauría de niños vociferantes invadiendo su libertad, en lugar de abrirle horizontes le sumió en un estado de temor inexplicable. No entendía de horarios ni madrugones ni castigos: el entorno le era hostil. Se sentía solo, abandonado. La pérdida de su libertad fue catastrófica: como si lo hubieran arrojado del paraíso. Fue diana de burlas, de bromas incomprendidas, de agresiones, quizá semejantes a las que sufrían otros novatos; pero él las padecía de forma diferente.”
      Sigo sin tener claro de quién habla. Intuyo que se trata de sí mismo, pero sé que lo va a negar. Paso de puntillas por esos pensamientos, y me centro en otros aspectos. La paz que se respira en La Senda de los Sentidos es aparente para indagar en aspectos íntimos, para evocar compañía, para confidencias…
      “Somos una ilusión. Tú, yo, percibimos lo que queremos. Si me imaginas me ves. Si crees que estoy, me percibes. Oyes lo que quieres oír, ¿Y en el camping? No me dejas entrar...
      Caray, qué genio… Pero, ¿quién habla?, ¿de quién? Nunca utiliza la primera persona…
      “Es el tiempo. El instante. Lo que existe ahora solo existe ahora. Una promesa es una posibilidad. El final del camino es el fin: la puerta de salida de la antesala. La existencia es una puerta continua: la vida es el camino. Solo se eterniza un ahora lento, como una puesta de sol. O un hecho traumático en el que el instante no acaba de pasar. O el juego… Siempre somos lo que fuimos pero ya no somos. Hablamos de un pasado inventado. Imposible reconstruirlo. Siempre se reinterpreta: no contamos la verdad sino lo que interesa. Tal vez por la dificultad de asumirla. Pisamos hormigas sin remordimientos. Somos hormigas. Nos pisan. ¿Cómo explicarlo? Siempre hay algo más pequeño, algo más grande. Nos movemos entre granos de arena. Qué quieres que te responda. Respóndete tú…”
      No sé qué pensar. Sigue a su bola, como siempre, y tiene respuesta para todo. Quizá pretende transmitirme algo… por alguna razón ligado al monte. En Los Picos de Europa y Los Pirineos perduran leyendas que relacionan cimas con hechos mágicos de amores, traiciones, huidas, salvamentos... Creo haber oído en el Valle la historia del Espíritu de los Cerros: alguien que de niño padeció cierto tipo de autismo cuando aún la palabra se desconocía. Los chicos le insultaban y maltrataban por su forma de comportarse. Sufrió acoso. De mayor dedicó su vida a luchar por los débiles. No puedo imaginar los terribles esfuerzos que se impuso durante años para abrirse camino en la vida... El monte le proporcionaba la calma y la tranquilidad que no tenía entre la gente. Para el momento de partir, decidió que sus cenizas descansaran en uno de los cerros del Valle.
        Tengo la sensación de estar viviendo el nacimiento de una Leyenda…

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