viernes, 6 de julio de 2007



Desde la encrucijada de los arrecifes, la espuma de las olas pespuntean la bastedad levemente rizada, infinita.

Habría que esforzarse, y no es intención, para descubrir movimientos, no ya sospechosos, en la alfombra turquesa, en retazos oscura de poseidonia, desplegada perezosamente hasta el camino de las medusas.

La arena arde.

Una piedra desgajada de tierra, o emergente, minúscula en la distancia, sin sombra en el mediodía, avanzadilla incólume de los arrecifes, protege de miradas indiscretas desde dentro y desde fuera, el baño leve de la luz de tus pupilas misteriosas en la playa.

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