martes, 1 de mayo de 2018

EL NIÑO QUE PUDO HACERLO



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HUESOS

Yo sabía tus manos de memoria,
y puedo describir tu espalda soleada,
tus ojos que miraban
confundidos hacia tu oscuro adentro.
No conocí tus huesos.
¿Cómo habría podido conocerlos?
Pero es fácil conjeturar cómo eran:
tan blancos y firmes como tu dentadura.
Si hubieran tenido que cantar una canción
habría sido triste, como a veces tu risa.
Cuando tenías risa.
Cuando tenías huesos.
Cuando tenías aliento, todavía,
para poder cantar una canción.

de Piedad Bonet
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CARTA AL VACÍO

Es escribir a alguien
o lanzarse al silencio,
a nadar en lo oscuro,
a encender una llama
aunque ahoguen las dudas.
¿Carta a lo que no existe?
Hay buzones alados
que se disparan solos
y un correo sin pistas
ni trayecto seguro.
Eludir el camino
que todos conocemos.
Seguir hacia adelante
ruta de los que intentan
lo que nunca pensaron
y se sienten felices
porque hay algo distinto,
porque se desvanece
de pronto lo que sobra
y no existe el vacío
si queremos colmarlo.

de Ernestina Champourcin
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XVI

El tren, tarde sombría,
a su destino parte
acomodando sueños del revés.

Lo ve pasar de largo;
su corazón partido
siente el agudo silbo del exprés.

Alba del nuevo día.
Una cara serena
(oro en el pelo, perlas en el mar),

verá cómo se alejan
ensueños forasteros
antes de que pudieran navegar.


De apuntes, 2001
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EL NIÑO QUE PUDO HACERLO

Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.

Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas. Golpeó, golpeó y golpeó hasta que consiguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.

A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos.

Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.
-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.

Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.
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Texto extraído del libro “Cuentos para entender el mundo”, publicado en la página web del AMPA de la Escuela de Atletismo de Fuenlabrada.
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