martes, 26 de noviembre de 2019

Martín Niemöler


 Foto de Blas. Nieve en La Pedriza


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brisas de otoño
pasearán las hojas
por la nostalgia
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Martín Niemöler
(versión)

los inmigrantes
en el punto de mira
Yo soy de aquí

a las lesbianas
les niegan sus derechos
Yo soy hetero

los extremismos
gritan a las ideas
Soy apolítico

arrojan piedras
mis cristales saltaron
Hoy es ya tarde
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INSULTARIO

Estúpido, pendón, parnitarruco,
torpe, inútil, patán, zarrapastroso,
sucio, necio, cabrón, vago, mierdoso,
imbécil, maloliente, abejarruco.

Cerdo, tocapelotas, terco, absurdo,
inope, charlatán, moscón, amorfo,
piojo, cornudo, penco, pedicorfo,
insolente, pasmón, zote, palurdo.

Hipócrita, engañoso, vil, gusano,
ridículo, rastrero, soplapollas,
marrullero, mamón, chulo, marrano.

Engreído, bastardo, pucotrollas,
obtuso, mal nacido, cruel, villano,
dientes de ornitorrinco, gilipollas.

Cristina Doal
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MADRID DESDE MI AUTOMÓVIL

Tras el volante de mi coche Madrid es una ciudad de cielo y ladrillo visto.
 Madrid tiene una bomba en la memoria y doscientos nombres grabados en el vientre.
 Madrid guarda silencio, orgullosa, ante los comandos.
 Velázquez está sentado a la derecha del Padre y lo aclaman las campanas y las flores.
 Un dios eleva, poderoso, un tridente. La diosa es madre de todos nosotros. Colón nos otea desde sus altos ojos.
 Hay dos torres que parecen caer sobre Castilla y sus anchas aguas.
 Madrid es una ciudad perversa, con prostitutas y transexuales en las aceras de las avenidas.
 Madrid es una enorme botella de niños borrachos, es un charco de orina adolescente.
 Madrid es alto ruido a altas horas del día y de la noche.
 ¡Madrid de los inmigrantes…!
 Madrid imprime carácter, como el sacerdocio.
 Madrid es tierra prometida.
 Madrid es maloliente y preciosa.

Miguel de Francisco
(1951-2013)
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7

Viaje al pasado

El Arroyo del Palomo nace en Las Mesas, desciende por el Prado de la Madera bordeando el Monte Colmenarejo, y muere en el Burguillo. Bravo en primavera y seco en el estío, con humos de profunda torrentera, en su salida al pantano forma una hendedura que fragmenta La Rinconada en pequeños núcleos: desde los altos del camino de Navaluenga, el Cerro de las Víboras o el lago, al caminante le maravillan, destacando entre la espesura de los pinos, multicolores fachadas, techumbres, tejados y terrazas, y los huertos, viveros y apriscos salpicando la irregular orografía del terreno.
     En el Prado de la Madera, junto al Palomo, a mil metros de altura y a unos ochocientos de la aldea, se hallan vestigios de una vieja hacienda. Malas hierbas dominan los viales, corroen los cimientos y ocultan los accesos. Solo el azar la puso en mi camino.
     Varias obras la conforman: un pozo abovedado, ahora broza y cascote, proveía de agua, quizá con noria o bomba de palanca; en la ladera del Palomo, terrazas con árboles frutales y huertas, yermas por deserción, constatan que, en tiempos ya lejanos, fue negocio boyante; casas hundidas yacen con sus muros desnudos: solares, tejas rotas, paredes desplomadas bajo fronda salvaje… Una leñera con troncos, y otras pistas, deducen que su abandono fue casual.
     En la desolación de este paisaje, el edificio principal resiste. “SE VENDE”, dice su fachada. Dos plantas, un sótano, muros de mampuesto… Su sólida obra, su tejado intacto, lo ofrecen imponente, airoso y atractivo. Arrogante maleza invade el patio y trepa las paredes aportando pinceladas románticas a su indolencia. Oculto, inaccesible, se defiende bien de incómodas visitas, aunque revela huellas de saqueo…
     Una puerta partida, cuya hoja inferior permite entrar, ofrece la cocina malograda; el sucio salón consiente el paso, y polvorientas alcobas, amuebladas, con las camas hechas, mantienen sus puertas trabadas. La impresión de súbita ausencia temporal afirma la sospecha de un regreso demorado sine die.
     Tal vez el abandono responde a su aislamiento, y a su dificultad para exportar la producción agrícola, pues comerciar con la cercana Rinconada u otras aldeas más lejanas en vehículos de la época, (posiblemente carros tirados por mulas,) exigía grandes rodeos por sendas de tierra, pistas forestales y caminos pedregosos, eternizando tiempos y distancias.
     Hoy, desde la ruta, contemplo entristecido la intemperie de su fachada principal incólume; pues las ventanas superiores muestran hojas desvencijadas y destrozos en el interior: mobiliario revuelto, tejados rendidos, escombros…; ha cedido el suelo y son visibles cañas y cascajo desde la puerta lateral de la planta baja; maderas astilladas, quebradas vigas, quicios violentados… La escalera del sótano, sin peldaños, deja ver volcada una tinaja grande, tal vez en un intento de llevársela…
     A través del hueco de la puerta principal, el deprimente espectáculo duele. Imagino la congoja de sus paredes añorando el esfuerzo, el sudor, la vitalidad y la alegría de los labriegos en las terrazas, planteles y aledaños, embriagados por la mezcla de efluvios emanantes de los árboles en flor, de los brotes de la huerta, de los parterres del patio…

     “La luna nueva cede la noche a las estrellas. Bajo el jazmín del pozo, el pequeño del patriarca ciñe a la chica de sus sueños; ella le abraza ilusionada, prestándole atención a sus promesas...
     “La férrea disciplina del viejo logró hacer un vergel de la heredad abrupta: tenaz y paciente desbrozó el monte, allanó la ladera para la siembra, construyó la casona de piedra, dos plantas y sótano, y en un lateral la leñera; en el alto cavó y abovedó el pozo y montó la fuente de palanca; sembró árboles frutales en las terrazas: granados, perales, manzanos… Y fue edificando las otras casas a medida que los muchachos se hacían mayores y se comprometían con chicas de los alrededores. La familia crecía, y la faena alimentaba a la numerosa prole. Jamás saldría de su casa, repetía, haciéndoles jurar que, a su muerte, esparcirían sus cenizas por la finca, junto a ella…
     “Un lejano día llegaron de la ciudad tentaciones y promesas, y empezaron a desfilar. Le dejaron solo con el pequeño, que ahora urdía su traición... Con las luces del alba, el hijo pequeño y la chica le pidieron que los acompañara para una diligencia: un trámite en el que precisaban de su beneplácito.
     “Nunca más regresaron.
     “Cuentan que, hace años, una numerosa familia visitó La Rinconada; subieron a la finca, la pusieron en venta… y cumplieron la promesa.”

     Me sorprende la seguridad de mi Amigo Fiel. Sé que, por un instante, repara en mis dudas sobre la certeza de su relato. Aunque quizá le preocupe más mi sospecha sobre su vida anterior, pues noto un calculado mutismo que interpreto como si recelara haberse excedido, y mantiene hasta su abandono en las puertas del camping…
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EL TRICICLO
(palabras prestadas)

sentado en esta silla,
arrimados los codos a la mesa,
hace mi mano presa
del lápiz de carbón y de tablillas

se me antoja difícil explicar
ubérrimo. un abundante fruto
que suena raro y bruto,
y temo naufragar…

rascarme el occipucio me relaja,
pues con el manoseo
me apago, me destilo; ronroneo
y olvido andar en filos de navaja.

paupérrimo, carente, miserable
sin paliativo, y sin arrumacos.
es como quedas luego de un atraco.
es muy desagradable.

visto lo visto
extiendo la mirada en la mañana
y encuentro en la sabana
la verde paz que ofrece el malvavisco.

ha llegado el momento del retiro.
con mi silencio llegará la calma
adentro de mi alma.
montado en el triciclo me las piro.
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