martes, 9 de junio de 2020

EMOCIONES



Disputa entre la bruma y el agua (La Pedriza)

---

EMOCIONES

 

Yo no sé qué decir. Siento en mi alma

un tañido incesante de campanas

si vestida de tul irrumpe el alba.

 

Y, si al andar contigo en los jardines,

vemos abrirse rosas y jazmines

en la fiesta del sol y de las vides.

 

Yo no sé qué pensar. Guarda mi mente

historias que se escuchan y se creen

y sueños muy soñados que no quieren

 

más que el canto del río y una choza

pletórica de risas, y la gloria

de compartir contigo las auroras.

 

De Gladis Casco Bouchet

---

FORTUNA


Por años, disfrutar del error

y de su enmienda,

haber podido hablar, caminar libre,

no existir mutilada,

no entrar o sí en iglesias,

leer, oír la música querida,

ser en la noche un ser como en el día.

 

No ser casada en un negocio,

medida en cabras,

sufrir gobierno de parientes

o legal lapidación.

No desfilar ya nunca

y no admitir palabras

que pongan en la sangre

limaduras de hierro.

Descubrir por ti misma

otro ser no previsto

en el puente de la mirada.

 

Ser humano y mujer, ni más ni menos.

 

De Ida Vitale

---

 ACEPTACIÓN

 

Saliste a la terraza

pensando que la brisa de la noche

podría devolverte al que eres siempre.

Mas la tibieza que en tu cuarto había

era un ámbito, allí, bajo la calma

de alejadas estrellas.

 

Olvidar pretendías unas horas

todavía recientes, la penumbra

que acercaba el latido de los dos,

y tus palabras qué serenas eran

como si a nadie las dijeses. Viste

la emoción de su rostro, su contorno

quemarse de belleza;

y esas mismas palabras te llenaban

de dolor y de sombra.

 

De nada te sirvió, cuando quedaste

solo, cegar la luz,

hacer brotar desde un rincón la música,

fortalecer tu fe con su joven pureza.

 

Sobre tu frente se rompían olas

gigantes: el calor

detenido del día,

el naufragio de un hombre que entregaba

la pasión de su vida en el espectro

doliente de la música (aún

como si la esperanza le alentase),

y te ardía el espíritu

porque sentías declinar tu vida.

 

Para ser el que fuiste

sales a la terraza, para ver

si un frío súbito derriba pronto

la plenitud del corazón. Tocas

el aire oscuro con los labios, oyes

los gritos fatigados de la calle,

la luminosa altura te estremece.

 

El tiempo va pasando, no retorna

nada de lo vivido;

el dolor, la alegría, se confunden

con la débil memoria,

después en el olvido son cegados.

y al dolor agradeces

que se desborde de tu frágil pecho

la firme aceptación de la existencia.

 

De Francisco Brines

---

 QUISIERA SER TU PREDILECTA ALMOHADA... 

Quisiera ser tu predilecta almohada
donde de noche apoyas tus orejas
para ser tu secreto y ser las rejas
de tu sueño: dormida o desvelada 

ser tu puerta, tu luz cuando te alejas,
alguien que no trató de ser amada.
Huir de la ansiedad que está en mis quejas,
poder a veces ser lo que soy, nada, 

no tener nunca miedo de perderte
con variación y honda infidelidad,
jamás llegar por nada a concederte

de los abandonados que prefieren
morir por no sufrir, y que no mueren.

Silvina Ocampo

---

LA INFANCIA COMO PATRIA

Nadie ha superado la definición de Rainer María Rilke según la cual la infancia es la verdadera patria del hombre (y de la mujer). Los recuerdos de infancia no sólo forman parte intrínseca de nuestras vidas, sino que han estructurado nuestra personalidad. Hay sabores y aromas que al recuperarlos evocan un mundo protegido que para muchos encarna el ideal de felicidad. Curiosamente, en tiempos de crisis la infancia no es sólo el territorio de la nostalgia, sino que pasa a ser el refugio de todas las penas. Si Proust hablaba de la infancia como el tiempo perdido, el estresante presente empieza a plantearla como los años recuperados. El sabor de la magdalena no sólo remite al niño que fuimos, sino que se convierte en tótem esponjoso de nuestra felicidad.


Basta repasar las listas de los libros más vendidos para descubrir que las obras de los autores que remiten a su infancia figuran en lugares de privilegio. Es el caso de La marinada sempre arriba (Columna), de Lluís Foix, sobre aquellos días lejanos de la Vall del Corb; de Quan érem feliços (Destino), de Rafael Nadal, acerca de su infancia en Girona, o Temps d'innocència (Edicions 62), de Carme Riera, donde aborda unos años arcádicos en Mallorca. Y también se podría incluir un libro ilustrado, Los niños de Franco. Así fue como vivimos (Lunwerg), de Xavier Gassió, que es un repaso visual y literario a los años cincuenta y sesenta. Gassió rememora los cromos de Vida y Color, las películas del cine NIC, los tebeos de Diego Valor o las películas de Marisol, que remiten a unos años que la distancia del tiempo no sólo ha vuelto entrañables, sino que se han convertido en un ancla a instantes dichosos de nuestras vidas.

No deja de ser curioso que aquellas infancias que todavía destilaban penurias, tristezas y miseria hayan ganado lustre con los años. Seguramente estaba en lo cierto Gilbert Keith Chesterton cuando escribió que lo fascinante de la infancia es que cualquier cosa en ella resulta maravilloso. Pero debemos considerar igualmente cierto que estos cinco años de persistente crisis han coloreado en tonos pastel nuestra infancia cuando, en realidad, fue en blanco y negro. Ahora más que nunca necesitamos de su recuerdo como valor refugio, como cataplasma para despejarnos de la migraña de la recesión incesante.

La escritora Isabel Allende ha dicho repetidamente que la infancia feliz es un mito, y periodistas como Xavier Sardà han abominado de aquellos años en Mierda de infancia (Ediciones B). Es evidente que tendemos a olvidar la sordidez de los paisajes, la angustia de tantas incertidumbres y el dolor de los primeros fracasos. No obstante, la ventaja de aquellos días es que siempre había un momento en que se abría la puerta para dejar entrar el futuro. Es el estrés del porvenir el que hace que veamos la infancia como el baúl de nuestros sueños.

 MÀRIUS CAROL

---

No hay comentarios: